domingo, 12 de febrero de 2012

SE RECURRE A AUTISTAS PARA CORREGIR ERRORES INFORMÁTICOS


El alto valor de la integración: Una empresa dinamarquesa convocó a autistas para corregir errores informáticos. Por Jorge Mosqueira  | LA NACION
Los cambios no siempre son sorpresivos. Pueden construirse a través de pequeñas mutaciones enlazadas en el tiempo hasta que un día, mirando para atrás, aparecen las grandes diferencias. Las fotos de los bañistas en Mar del Plata al comienzo del siglo XX -siempre presentes en estas épocas de verano- llaman la atención por la vestimenta que se llevaba a la playa. Las damas casi totalmente cubiertas, dejando al desnudo sólo sus pantorrillas. Los caballeros, con una especie de enterito de lana, siempre negro. Mediante un pensamiento lineal, podemos imaginar a algún bisnieto que exclamará escandalizado, al fin de este siglo: "¡Mirá! ¡La gente se ponía ropa para entrar en el mar!"
En esta línea de visión histórica pueden descubrirse nuevos y alentadores enfoques sobre la selección de personal, cuya base es la identificación de competencias, pero si agregamos a esto la persecución de talentos, terminaremos imaginando que se trata de descubrir sólo a los superhombres y supermujeres, desbordantes de belleza, sociabilidad e inteligencia.

Un rígido escenario de este tipo no permitiría nacer la brillante iniciativa de Thorkill Sonne, quien fundó en Dinamarca una empresa, Specialisterne, donde la mayoría de sus empleados tienen distintos grados de autismo (conocido como ASD, siglas del inglés correspondiente a Autism Spectrum Disorder). Por ser metódicos, precisos, detallistas al máximo, identificadores de estructuras y rutinas -vale aquí recordar la película Rain man- los autistas poseen una condición privilegiada para corregir programas de computación sofisticados como los de Microsoft u Oracle, entre otras compañías que son clientes de Specialisterne.
Las estadísticas señalan que el autismo está presente entre 0,25% y 1% de la población y solamente 6% tiene empleo. Bajo los cánones estereotipados, no serían "empleables". Pero la experiencia de Sonne sirvió para crear un modelo aplicable a otras organizaciones empresarias, de modo que ofrecen servicios de consultoría, asesorando y entrenando a las personas con ASD, abriendo la posibilidad de ingresar a trabajos bien remunerados. La metodología consiste en identificar un puesto que coincida con las particularidades de los autistas, pero a la vez se capacita a los empleados de la empresa con un curso de cinco meses, para que estén debidamente preparados para recibirlos y trabajar con ellos, ya sea como compañeros o como jefes. En la actualidad, el entrenamiento y el sistema se encuentran difundidos y en marcha en lugares como Escocia, Islandia, Gran Bretaña y Alemania.

A través de los resultados de Specialisterne, se confirma como una de "las 12 ideas más impactantes que pueden cambiar el mundo", como tituló la revista Wired. El reemplazo de la calificación de "discapacitados" por "capacidades especiales" encaja con la iniciativa de Specialisterne y nada impide extenderla a otras situaciones que, por prejuicio o incomprensible codicia, dejan a millares de personas con escasas posibilidades de acceso al mundo laboral. Ocupar un puesto de trabajo sigue siendo una necesidad fundamental, no sólo para alimentarse, vestir o comprar sino para consolidar la autoestima. Todavía trabajar sigue otorgando sentido a la vida de las personas, autistas o no.                                                                                                       jorgemosqueira@gmail.com

martes, 31 de enero de 2012

EL ESCRITOR DEL MOMENTO, EN CONTRA DE LOS E-BOOKS

Jonathan Franzen es hoy el escritor más aclamado del momento. La revista Time lo eligió como el mejor novelista estadounidense del siglo XXI. Su libro más reciente, Libertad , fue festejado por críticos y lectores de todo el mundo, incluido el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. El sábado en el Hay Festival de Cartagena, el popular encuentro literario de la espectacular ciudad colombiana, Franzen se despachó contra los cambios tecnológicos en la industria editorial y la noticia dio la vuelta al mundo. “Tal vez nadie se preocupa por los libros impresos dentro de 50 años, pero yo sí. Cuando leo un libro, estoy manejando un objeto específico en un determinado tiempo y lugar”, sentenció Franzen durante una conferencia de prensa. Luego cargó contra las falencias del libro digital. “Una pantalla siempre se siente como si pudiéramos eliminar una palabra, que el cambio es posible. Para una persona enloquecida por la literatura como yo, no se siente lo suficientemente permanente”, se quejó. El autor de Las correcciones fue categórico al afirmar que el capitalismo y la tecnología –combinados– derivaron “en un mundo fuera de control”, donde los banqueros tienen el control. “Nosotros somos rehenes de esa situación porque nos gustan mucho nuestros iPod” se lamentó entre aplausos Franzen, que tiene lectores en todos los formatos.