sábado, 27 de febrero de 2021

UNA DISCUTIDA PRUEBA DE VIDA EXTRATERRESTRE

A contramano de sus colegas, el astrofísico Avi Loeb asegura que en el sistema solar hay evidencia cercana de otras inteligencias

27 de febrero de 2021. Martín De Ambrosio. PARA LA NACION

Pocas veces un científico instalado –cómodamente, podría decirse- en el corazón del sistema científico internacional acusa a casi todo el resto de sus colegas de ser timoratos, acomodaticios y más buscadores de fama que de verdades de la naturaleza. Pero Avi Loeb lo hizo. ¿La razón? Loeb está convencido de que pasó por el sistema solar un vestigio de vida inteligente y para el resto de sus colegas fue apenas un cometa, aunque de forma y trayectoria singulares. Como se suele decir, “es más complejo”, a punto tal de que Loeb acaba de publicar un libro (Extraterrestre. La humanidad ante el primer signo de vida inteligente más allá de la Tierra; editado en español por Planeta) donde se toma unas doscientas cincuenta páginas para argumentar su postura, ofender a quienes no se habían ofendido aún y, de paso, contar algo de su historia familiar en una pequeña comunidad agrícola de Israel (pero no para llenar páginas, sino como parte de una parábola con la que busca defender sus ideas).

Loeb, nacido en 1962, es un catedrático de astrofísica de la Universidad Harvard y miembro del Consejo asesor del presidente de los Estados Unidos que tenía una vida relativamente oscura, lejos del mundanal ruido de los medios de comunicación y las grandes audiencias hasta que un cometa se cruzó en su camino. O vaya a saber qué. Hacia septiembre de 2017 los telescopios detectaron el paso por el sistema solar de un objeto –de un diámetro de unos 400 metros- con una trayectoria singular, que era en cierta forma (este “en cierta forma” es clave en la historia) atraído por la gravedad del sol, pero no tanto como otros objetos del estilo. Enseguida se pusieron de acuerdo los expertos en que se trataba de material interestelar, es decir, que no era una roca perdida de las tantas que hay entre los planetas Marte y Júpiter. Venía de otro lado. Fue bautizado con una palabra hawaiana, que significa “explorador”: oumuamua. Hubo algunas dudas y se intentaron hipótesis de qué sería hasta que la idea de Loeb llegó a la primera plana de los diarios: era un objeto creado por una civilización inteligente, quizá podía ser un objeto propulsado por la energía del sol, o hasta una boya colocada para señalar dónde está precisamente el sistema solar. El astrónomo de Harvard lo plantea como hipótesis, pero la defiende como si estuviera convencido. Y cuando le dicen que, en fin, hacen falta más datos, que las afirmaciones extraordinarias (“existe otra inteligencia en el universo”) requieren pruebas extraordinarias, y otros clásicos argumentos que forman parte del equipaje del escéptico se exaspera. Así, se peleó con el célebre escritor e historiador de la ciencia Michael Shermer, por ejemplo, quien defiende esta postura de falta de datos suficientes como para hacer semejante afirmación. “Es que la mera posibilidad puede tener enormes implicancias para la humanidad; si voy a la cocina y veo una hormiga se puede conjeturar que no es única y que hay un hormiguero donde está lleno de ellas”, le dijo, un poco casi a los gritos (el diálogo duró casi dos horas y es imperdible; se ve en skeptic.com) y le sumó las seis características de Oumuamua que no se podrían explicar de otro modo; insistió en que el ser humano debe abrirse a la hipótesis de que no es la única criatura inteligente en el universo: “Hay que estar preparado para buscar lo extraordinario y financiarlo”, le remató a un Shermer que cabeceaba negativamente (al final terminaron amigos: en definitiva, aunque enciende pasiones, la discusión es casi por una nota al pie dentro de un paradigma racionalista).

Loeb mantiene variantes de su discurso en todos los foros que puede. “¿Qué quieren que les lleve, un extraterrestre que les estreche las manos?”, se quejó en una conferencia de prensa organizada por Planeta para medios latinoamericanos (se busca repetir en nuestro idioma el éxito que tuvo el libro en los Estados Unidos y el Reino Unido, donde consiguió lugares en los rankings de bestsellers de los principales diarios). “Muchos científicos están en la zona de confort, lugar donde no estaba gente como Galileo, como Einstein, como Copérnico. Equivocarse es una posibilidad, un riesgo que es obligatorio correr”, mencionó Loeb (quien tiene varias colaboraciones con el cosmólogo argentino Matías Zaldarriaga, profesor en Princeton). “Hay que poner la piel en el juego; no hacerlo es insano para la ciencia”, agregó. A Loeb los científicos le resultan conservadores que no toman los riesgos suficientes; en eso, cree son peores que los inversores, que siempre en su cartera se guardan un espacio para lo que puede generar alto rendimiento. “Cómo puede ser que no se tomen riesgos en la academia, tan preocupados como están por su propia imagen. Algo se perdió en el camino desde que eran chicos interesados por su alrededor. Su rindieron ante el ego, antes las palabras, el reconocimientos y los me gusta de Twitter. Como diría un entrenador de basquetbol, deben mirar a la pelota, no a las tribunas. Hay que ignorar a las redes sociales, donde yo no tengo ninguna huella”, se despachó.

El hecho de no conseguir consenso para sus ideas no arredró a Loeb y continuó al contraataque. ¿Así que me dicen que es muy especulativa mi idea?, pudo haberse preguntado, ¿y qué me dicen de otras ideas que reciben prensa, prestigio y dinero y son todavía más alocadas y carentes de datos y hasta de la mera opción de ser falsadas? En ese sentido sumó, sólo en el ámbito de la física y la cosmología, a las teorías de las supersimetrías, las dimensiones espaciales extra, las teorías de cuerdas y los multiversos (universos múltiples): para él son artificios matemáticos de meros calculistas. “Se fomenta explícita e implícitamente el conservadurismo científico, lo que me deprime y preocupa considerando la cantidad de anomalías que aún esconde el universo”, escribió.

Claro: el hecho de que los científicos, algunos de ellos, se dejen describir por esta retahíla no significa que en efecto oumuamua sea extraterrestre. En el fondo, la discusión es a la vez filosófica y bien material y de juego de poderes. En el último punto, en lo referido al destino de los fondos de investigación para inteligencias extraterrestres, que para Loeb es escaso. En el primero, la certeza de que la astrofísica es una de las ciencias fundamentales porque por un lado puede responder incógnitas primigenias, como el sentido del universo, nuestro lugar en el cosmos, y por otro puede servir para entenderlo y eventualmente llevar la especie humana o la vida terrestre más allá de su (aparente) planeta de origen.

Oumuamua es suficientemente extraño, admite César Bertucci, investigador principal del Conicet en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE). “Es como que se va combando, sin un eje de simetría convencional, es decir que no pasa por la dimensión más larga. Va como a los tumbos. Y es llamativo que a medida que se acerca al sol no produce una liberación de gases como lo haría cualquier objeto de tipo asteroide o cometa. No hay sublimación de hielos (el paso de sólido a gaseosa, sin pasar por fase líquida), o de cualquier otro sólido por acción de la radiación solar. Se están viendo la composición de la estructura. Son cosas que lo hacen bastante atípico”, dijo a LA NACION. Sin embargo, Bertucci, un experto en plasma e interacción entre cometas y viento solar, aunque cree “honesto” buscar todas las opciones de explicación a una observación y está bien pensar fuera de la caja, “el mero hecho de mencionar la posibilidad de que sea producto de una civilización no le otorga ese carácter de inmediato, es una de las tantas posibilidades. El resto entra en el campo de la creencia. Está bien ser abierto con la evidencia, pero hay que considerar los distintos escenarios con un cierto orden de prioridades, hay gran variedad de escenarios”.

Como sea, Loeb arrojó la piedra, se llevó la atención ante la pregunta básica de si estamos solos o no en el universo y si hay alguna chance de que efectivamente existan contactos por más que las distancias siderales sean literalmente siderales (con la estrella más cercana a unos cuatro años luz, una distancia que con las tecnologías actuales llevaría miles de años recorrer). Si logra que haya más ojos puestos en la búsqueda de inteligencias actuales o pasadas, sentirá que cumplió su misión de hacer mirar a los obtusos. Como Galileo.

Martín De Ambrosio

LA ARGENTINA PIERDE CAPITAL HUMANO

27 de febrero de 2021. Marcelo Elizondo. PARA LA NACION

Publicó The Economist que un récord de 20.000 argentinos inició en 2020 trámites para radicarse en Uruguay. Otras fuentes afirman que más de 2000 lo hicieron en Paraguay. Y según el Ieral durante 2020 se cuadruplicaron las búsquedas de los argentinos en Google sobre “emigrar” en comparación con el promedio 2011-2018. Parece estar produciéndose la pérdida del principal capital del siglo XXI: las personas. Hay 1.150.000 argentinos registrados como residentes en el exterior, pero cuando comenzó el siglo XXI la cantidad era la mitad (555.000). Nuestro país es proveedor al exterior de personas calificadas: se estima que casi 200.000 profesionales argentinos actúan en posiciones de cierta relevancia en el extranjero. Por caso, se dice que el 30% de los argentinos en Estados Unidos posee una licenciatura y 30.000 son ingenieros o científicos. La cuestión no es menor: la sociedad del conocimiento requiere, antes que dinero o máquinas, personas preparadas.

Los pronósticos de una reversión de la globalización motivada por la pandemia de Covid-19 son rechazados por la realidad. Pero una globalidad adaptada muestra patrones actualizados: rotundo cambio tecnológico, empresas desnacionalizadas, nueva geopolítica, alianzas entre países forjadas sobre exigentes estándares cualitativos y decisiva relevancia de “personas globales”.

Vivimos una globalización integral y sistémica (que se consolidará con la salida de la pandemia) que puede ser denominada “globalización hexagonal”. Una vorágine que integra seis flujos: el comercio internacional de bienes (que se redujo menos de lo previsto en 2020 y ya recupera fuerzas) y la inversión extranjera directa; pero también el comercio internacional de servicios (más dinámico que el de bienes), flujos de financiamiento internacional (que apuntalan proyectos innovadores) y dos movimientos propios de la época: el tráfico internacional de datos, conocimiento e información (que creció 1500 veces en diez años) y las modernísimas migraciones (físicas y especialmente virtuales).

Señala el World Intellectual Property Report en “La geografía de la innovación” que están consolidándose las global innovation networks, que son redes internacionales de empresas, instituciones y personas que construyen el desarrollo tecnológico mundial. Y que en ellas las innovaciones son creadas por grupos de personas (75% del total) y no por individuos aislados. Más del 80% de todas las patentes o productos innovativos registrados en el planeta está generado por inventores o investigadores que operan en equipos de trabajo que son multiorigen. Ahora la globalización se apoya en “redes complejas de valor” (complex value networks) en las que interactúan estaciones intensivas en conocimiento ubicadas en aglomeraciones locales con condiciones apropiadas. Esas “estaciones” no son necesariamente países, sino ciudades y regiones y se caracterizan por atraer personas globales superpreparadas.

Hay una cualidad de la nueva globalidad: las migraciones funcionales. Y no solo las físicas. En el planeta se computan unos 300 millones de migrantes físicos, de los cuales dos tercios son migrantes laborales. La India es el país del que más han salido y Estados Unidos el que más ha recibido. Pero a ello debe añadírsele que crece –y se acelerará en la pospandemia– la cantidad de telemigrantes. Dice Richard Baldwing (en The Globotics Upheavel) que la presente fase de la globalización es la del telecommuting: personas que trabajan desde sus ciudades para organizaciones ubicadas en otro país.

Escribe Ricardo Hausmann que la nueva tecnología como conocimiento cobra tres formas: conocimiento inserto en nuevas herramientas; conocimiento codificado en fórmulas, algoritmos y manuales; y conocimiento tácito o know-how. Y agrega que mientras el primero se produce en países ricos, el segundo está disponible y es comprable, pero el tercero es esencial y requiere “desplazar cerebros” a través de migraciones, integraciones de equipos y hasta viajes de negocios. Los migrantes (especialmente los virtuales) están cambiando el mundo. Y están consolidando nuevos soportes: en 2020 hubo más de 40.000 millones de dispositivos conectados a internet en el globo. Se vincularon por ellos 4700 millones de personas, de las cuales 80% tienen más de 25 años (edad laboral).

Se está gestando la globalización de los trabajadores. Dice Derek Thomson que la expresión “vives donde trabajas” es crecientemente una antigua perogrullada. Ambos tipos de migraciones son crecientemente relevantes. Por un lado, las economías prósperas muestran una cantidad de trabajadores inmigrantes alta: representan 20,6% del total en América del Norte y 17,8% en Europa del Norte. Pero además en el mundo hay ya 50 millones de personas trabajando online desde un país hacia otro de manera regular (nómades digitales). Y también 15 millones de estudiantes internacionales online. Por eso ya ciertos países (desde Georgia o Estonia en Europa hasta Barbados y Bermudas en el Caribe) ofrecen visas de teletrabajo: permisos para que personas con tareas remotas se instalen para trabajar desde allí hacia el exterior. A la vez, crecientemente empresas internacionales invitan a inscribirse en sus programas de teletrabajo foráneo.

Expresa en el BID Laura Ripani que el trabajo pasa primero de la oficina a la casa, de allí a la oficina móvil y ahora ya se mueve a la oficina virtual; y que ello cambia organizaciones y espacios. Esto y las migraciones virtuales, totales o parciales, van de la mano. Miles de personas han mantenido reuniones internacionales por plataformas digitales en 2020 (Zoom registró más de 300 millones de reuniones diarias).

Lo que se requiere entonces es atraer y no distraer. Es preciso seducir talento, evitar fugas de los más formados y preparar mejor a través de atributos globales, cultura trasnacional y habilidad móvil. El mejor futuro es el de las sociedades que crean capital intelectual y no el de los que alejan a los ilusionados. ¿Estamos en la Argentina también en esto yendo a contramano? Nuestro aislamiento económico externo dificulta la participación de empresas en las redes internacionales y la obstrucción a diversos flujos de la globalización hexagonal desalienta la acción suprafronteriza.

Más aún: según la OCDE, el 19% de los argentinos de entre 25 y 34 años tiene un título universitario y en América Latina solo Brasil tiene menos recibidos en ese rango etario (17%). Son pocos para este nuevo tiempo. Pero peor es observar la tendencia: si se mide la finalización de los estudios universitarios hasta la edad de 64 años, la Argentina cuenta con el 21% de su población con título universitario y el panorama allí se da vuelta: nuestro país queda por encima de Chile (13%), México y Costa Rica (ambos con 15%). O sea: con el tiempo la proporción de graduados decrece. Los países compiten en la atracción de talento que aporta más que el capital financiero o las máquinas. Por ello las noticias sobre los muchos interesados en irse de la Argentina no merecen solo referencias sentimentales ni meras adiciones en estadísticas migratorias.

domingo, 14 de febrero de 2021

ECONOMÍA INTERCONECADA. LA REVOLUCIÓN 5G Y UN IMPACTO QUE VA MÁS ALLÁ DE LOS CELULARES

Ya hay dos zonas en el país con redes ultraveloces, cuya misión es conectar personas, máquinas, autos, sensores y procesos industriales. Las redes 5G multiplican por 100 el ancho de banda actual. Y facilitará la conexiones de personas y objetos.13/02/2021. Clarín.comEconomía

El 5G llegó finalmente a la Argentina. En forma muy acotada, una de las operadoras, Telecom, anunció que habilitó las primeras 10 radiobases en Capital y Rosario, lo que implica multiplicar por 100 el ancho de banda actual de las redes de telefonía móvil. En simultáneo, Samsung y Motorola introdujeron en el país los primeros modelos de celulares aptos para aprovechar el salto tecnológico. Con demoras, el despliegue del 5G comenzó y su impacto va mucho más allá del uso cotidiano del celular.

“El objetivo ya no es conectar personas sino objetos: dispositivos, máquinas, autos, sensores y hasta procesos industriales”, explican los expertos. Esto abre un ciclo de experimentación que anticipa fuertes y múltiples cambios en el hogar, las ciudades y las fábricas, lo que se denomina “Internet de las Cosas” y la “4ª Revolución Industrial”.

Esos conceptos, hoy, son futuristas, porque las redes de quinta generación están en su etapa inaugural. En la Argentina y también en el mundo. Lo cierto es que el desarrollo del 5G depende en gran medida del Enacom, el ente regulador de las telecomunicaciones. Un dato clave es la entrega de las frecuencias adecuadas. En este sentido, el Enacom ya convocó a las 3 operadoras (Telecom, Movistar y Claro) para realizar una prueba, “en el primer semestre del año”, dijo al Económico una fuente oficial.

Eso no impide, necesariamente, avanzar en la modernización de las redes. Telecom ya habilitó el 5G en la zona del Teatro Colón (Capital) y el Monumento a la Bandera (Rosario). “La magia está en el uso de la tecnología DSS (Dynamic Spectrum Sharing), que permite la coexistencia de 4G y 5G, compartiendo las mismas frecuencias según la demanda”, aclaró el consultor Enrique Carrier. Y añade que esa misma tecnología “se está utilizando en varios países como EE.UU., Alemania, España, Francia, Italia, Reino Unido, Suiza, Canadá, Taiwán, Rusia y varios más”.

Corea fue el primer país en lanzar 5G y es donde está más desarrollada y la de mayor tasa de adopción: casi el 20% de las conexiones del país funcionan con 5G. China lidera en cantidad de usuarios (más de 200 millones en la actualidad) y fuera de Asia, el que predomina es Estados Unidos. “Hoy existen 110 redes de 5G en el mundo”, grafica Alejandro Adamowicz, directivo de GSMA, una entidad que agrupa a la mayoría de las operadoras telefónicas del mundo. Pero desde el año pasado, casi la mitad de las redes 5G del mundo entero se concentran en Europa.

El 5G reúne tres características que la distinguen de las sus antecesoras: velocidad, mayor densidad de conexiones y baja latencia, es decir, el tiempo de respuesta. Esto último es crucial para entender su importancia para futuros usos industriales, telemedicina y en el avance de los autos autónomos. “El cerebro demora de 10 a 12 milisegundos en responder al estímulo. En el 5G es de 1 milisegundo”, ejemplifica Adamowicz. Lo mismo ocurre con la cantidad de dispositivos conectados al mismo tiempo, que salta de unos cuantos miles en el 4G al millón por kilometro cuadrado.

Aunque en sus etapas iniciales, la carrera del 5G concentra la atención de las grandes potencias económicas y es el eje del conflicto entre EE.UU. y China. En la región ocurre lo mismo, pero tomaron cierta ventaja (con pruebas o en la previa de las licitaciones de frecuencias) Brasil, Uruguay, Chile, Colombia y, más recientemente, República Dominicana. “EE.UU. viene creciendo fuerte. En Europa es muy dispar y Japón volcó muchas inversiones por los Juegos Olímpicos. China hace mucho foco en la industria”, describe Adamowicz.

Los analistas pronostican que el desarrollo del 5G será por etapas, algo parecido a lo que ocurrió con las generaciones anteriores. No obstante, Carrier subraya que la nueva generación llegó más rápido a la Argentina. “Mientras que el 4G tardó 5 años en llegar a Argentina, luego de su lanzamiento comercial inicial en Suecia (en diciembre de 2009), el 5G demoró menos de 2 años de su lanzamiento en Corea del Sur (en abril del 2019)”, dijo. Todo facilitado por el DSS, considerada una tecnología intermedia.

Para las operadoras de telefonía, el debut podría opacar la importancia de contar con las frecuencias para alcanzar la madurez y la masividad en el menor tiempo posible. “El espectro es un recurso escaso y no es sencillo reordenarlo”, dijo una fuente del sector. Pero por su importancia, recalcan que es vital que “las frecuencias 5G comiencen a ser atribuidas en el corto plazo” para que “operadores y proveedores puedan planificar su despliegue”.

En los países más adelantados comienzan a registrarse las primeras implementaciones industriales y de servicios montados sobre las redes de quinta generación. De todos modos, Adamowicz aclara que por ahora “hay más casos en la biblioteca que en la calle. Algo lógico ya que el primer estándar global de 5G se aprobó hace apenas 2 años”.

Sin embargo, ya existen numerosos casos para el aprovechamiento industrial. Uno de ellos es el de Shell. En alianza con varios proveedores, la petrolera holandesa implementó en el puerto de Rotterdam un gran cantidad de sensores inalámbricos y cámaras de alta definición para el mantenimiento preventivo de aproximadamente 160.000 km de tuberías. Eso le permitió optimizar los procesos en la refinería más grande de Europa.

Hay otros casos recientes. Entre ellos el de China Mobile y Yangquan Coal Group, que construyeron la primera mina de carbón subterránea basada en 5G, que a 534 metros por debajo de la superficie transmite en tiempo real datos, lo que permite el control remoto inteligente de equipos a distancia.

Por su parte, Ford y la operadora Vodafone están instalando una red móvil privada 5G en una nueva planta de producción de vehículos eléctricos en Inglaterra, para mejorar la producción de baterías. “El objetivo es reducir los retrasos en la fabricación y aumentar la productividad”, señalaron en un comunicado conjunto. Algo similar a lo que está haciendo Mercedes-Benz en su “Fábrica 56” en la localidad alemana de Sindelfingen.

Lufthansa tiene su red 5G privada en su base de 8.500 metros cuadrados en el aeropuerto de Hamburgo. Esto le permite mejorar el mantenimiento y la velocidad de carga y descarga de sus aeronaves con el uso de la realidad aumentada.

El Galaxy S21, el primer modelo 5G que trajo Samsung a la Argentina.

A pesar de la pandemia y las cuarentenas -lo que afectó los grandes centros de producción-, el año pasado se despacharon 1.332,5 millones de celulares en todo el mundo, esto es un 10% menos que el año anterior, según indica un informe elaborado por Counterpoint. Lo notorio es el avance de los dispositivos aptos para el 5G, “que representaron el 18% de las ventas totales”, dijo Tina Lu, analista de esa consultora. Lo más notorio es que en 2019 apenas el 1% de los smartphones eran compatibles con 5G.

Ranking de ventas globales de celulares

Visto desde la perspectiva de los despachos internacionales, China representó casi el 70% de los smartphones aptos para las redes de última generación, lo que refleja parcialmente dos cosas: por un lado, el grado de desarrollo del 5G en el gigante asiático y por el otro, el nivel de adopción de las nuevas tecnologías por parte de los consumidores. En los albores del 5G a nivel mundial, la Argentina ya se lanzaron 3 modelos de celulares en el mercado, propiciados por las dos marcas líderes: Samsung y Motorola (del grupo chino Lenovo).

La marca coreana sacó a la venta este viernes las 3 versiones del Galaxy S21, su modelo insignia compatible con la tecnología de 5ª generación. Se trata de uno de los lanzamientos más fuertes del año, cuyos precios son $120.000 (clásico), $140.000 (plus) y $180.000 en la versión ultra. El año pasado, Motorola presentó dos modelos 5G en el país: el Edge ($89.990) y el Razr 5G ($149.900), un teléfono plegable.

En 2020, en la Argentina se vendieron 6,5 millones de unidades y en la industria proyectan para este año un crecimiento de 15%, especialmente en los modelos de gama media, que representan el 40% del mercado. Samsung y Motorola concentran el 90% del mercado local y ambas marcas adelantaron que en 2021 ampliarán la oferta de modelos en 5G.

El CEO de Motorola en la Argentina, Germán Greco, dice que la tecnología 5G será un salto transformador para el mundo, “mayor que cualquier otro en la historia de la tecnología inalámbrica”. En este sentido, enumeró que “el 1G nos trajo voz; el 2G, los mensajes de texto; el 3G introdujo datos y aplicaciones y con el 4G obtuvimos video móvil”.

En realidad, tal como se dijo, la tecnología 5G aún está en sus primeras fases de desarrollo en todo el mundo y su objetivo “es conectar objetos antes que personas”. Las redes de quinta generación, coinciden los analistas, potenciarán lo que se conoce como Internet de las Cosas y las industrias 4.0. No obstante y por sus características, impulsarán una mejora notable en la transmisión de datos, especialmente en aquellos lugares de alta concentración de público, como estadios de fútbol, recitales y eventos masivos de todo tipo.

“El primer mercado nacional en el que se lanzó el 5G, Corea del Sur, es también el que ha alcanzado una mayor tasa de adopción: casi el 20% de las conexiones del país funcionan con 5G. China, por su parte, es líder en número absoluto de conexiones, puesto que cuenta con más de 200 millones de usuarios, y aunque las operadoras japonesas la lanzaron recién en marzo de 2020, registran impresionantes tasas de crecimiento”, sostuvo Matthew Iji, director de Redes y Servicios Móviles de “GSMA Intelligence”, en una columna online.

La carrera del 5G ya arrancó: para los expertos, se trata de una maratón de largo aliento, que involucra a las grandes operadoras de telefonía móvil, proveedores de infraestructura de redes (entre ellas la china Huawei, la finlandesa Nokia y la sueca Ericsson) y los fabricantes ligados a la producción global de celulares: Samsung, Apple, Huawei y Qualcomm. El ranking de ventas a nivel mundial refleja esos cambios.

En 2020, según Counterpoint, Samsung lidera el mercado con el 19% de participación de mercado. Más atrás aparecen Apple (15%), Huawei (14%) y el top five lo completan otras dos marcas chinas: Xiaomi (11%) y Oppo (8%). En la Argentina, Samsung y Motorola concentran el 90% de las ventas totales y esa misma dupla lidera en toda la región, según indican distintos informes privados.