viernes, 9 de diciembre de 2011

HACE 50 AÑOS, LAS AGENCIAS DE NOTICIAS ANTICIPARON A INTERNET

Por Miguel Wiñazki. Las ventajas de quienes siempre hicieron periodismo en tiempo real.

Emannuel Hoog es el nuevo jefe mundial de la gigantesca agencia de noticias France Press. Visitó Buenos Aires y estuvo en Clarín con una delegación de sus ejecutivos más relevantes. Fue elocuente y sugerente durante el reportaje: “Las agencias de noticias anticiparon a Internet hace 150 años”. Según explicitan y enfatizan sus estatutos, France Press debe ser rigurosamente autónoma del Estado y del gobierno.
¿Cuál es la relación de France Press con el presidente Nicolas Sarkozy, que ha sido muy criticado por sus intentos de influir en lo que publican los medios? En la actualidad tenemos más de 5.000 clientes en el mundo, diarios, radios y televisiones, que compran todos los días la producción periodística de France Presse. ¿Por qué compran esa información? Porque es una información no sólo confiable y rápida, sino que es seria y considerada imparcial . Nuestro deber hacia los poderes políticos o económicos, ideológicos o religiosos es mantener siempre una distancia firme y respetable. Es lo que hacemos. Creo que la agencia de prensa atraviesa el tiempo, atraviesa la historia. Su primer deber es hacia sus clientes. Hacia todos ellos.

¿Qué es hoy una agencia de noticias, cómo compite con las noticias que fluyen a través de Internet, con las redes sociales, con los blogs? Hace unos tres años, con la explosión de los medios sociales se abrió un gran interrogante que recorría el mundo de los medios ¿Morirán las agencias de prensa y serán suplantadas por Internet? Considero que las agencias de noticias seguirán ocupando un lugar prioritario mediático dentro de 50 años, siempre y cuando se vuelvan cada vez más internacionales, y más profesionales. Vemos claramente que la masa de información que fluye por Internet es una masa de ruido y no una masa de información propiamente dicha. Es ruido mediático, y no es confiable. Una agencia de prensa hace dos cosas: produce rápido, pero debe producir rápido y emitir información confiable y artículos de fondo de calidad ratificados por la confiabilidad de la firma de autores reconocidos.
¿Las agencias de noticias prefiguraron la “Aldea Global”? Efectivamente, las agencias de prensa -me refiero a las grandes agencias como AP, Reuters, AFP- representaron y materializaron la globalización de la información antes de la efectiva globalización económica. En cierto modo, por su forma de elaboración, de investigación y de producción de la información están mucho más en sintonía con la revolución de Internet que los diarios tradicionales, por ejemplo, que enfrentan una necesidad de adaptación mucho mayor que las agencias de prensa. Porque la naturaleza primigenia de las agencias de noticias es la de trabajar en tiempo real. Operan en ritmo de la inmediatez. No parcelan la información a través de una edición por día. Siempre trabajaron las 24 horas, la composición de los cables es concisa, como tiende a ser la escritura en Internet. El tiempo de la producción noticiosa de las agencias es análogo a la lógica de lo que hoy configura la modernidad de Internet. Es algo que las agencias de prensa hacen desde hace 150 años.

martes, 6 de diciembre de 2011

EL ROL DE LA TECNOLOGÍA EN EL AMBIENTE ACADÉMICO

Entre tabletas y redes sociales, las escuelas de negocios y universidades incentivan el uso de las últimas tendencias y dispositivos para que los usuarios establezcan vínculos con sus pares y profesores.
PARÍS.- Durante un evento de bienvenida que dura una semana en el Programa de Administración General de la escuela de negocios Essec , a los estudiantes que ingresan se les muestra el centro educativo, el plan de estudios y se le presenta el personal. Al final se les entrega lo que los educadores consideran una de sus herramientas de aprendizaje más importantes: una iPad.

Si bien las herramientas educativas especializadas tienen un rol importante desde hace mucho en el aula, algunos de los dispositivos y sitios de la red más usados se han convertido en herramientas educativas en escuelas de negocios como Essec y otros establecimientos.
Se usa cada vez más Facebook para promover un sentido de comunidad en clases de negocios que se reúnen solo unas pocas veces en el semestre, Twitter es utilizado como un recurso para escuchar a estudiantes en aulas grandes, permitiéndoles hacer preguntas durante clases sin tener que alzar la mano o la voz y el software de videoconferencia es usado en muchas escuelas de negocios como herramienta de comunicación entre redes muy distantes de profesores y expertos.

Los expertos de Essec y otros centros dicen que aplicaciones y dispositivos de consumo masivo son extremadamente valiosos en manos de estudiantes empresarios.
"Se usan para crear vínculos en el grupo", dijo Beate Baldwin, director de programa de Essec, cuyo programa integra algunos de los dispositivos y sitios más usados como herramientas de aprendizaje y comunicación. En particular, las tabletas son usadas a menudo para presentar archivos de video y audio y promover la comunicación, sea a través de los mensajes instantáneos o la videoconferencia.

Además de depender cada vez más de tabletas -mientras los estudiantes de Management General usan la iPad, los estudiantes de MBA global usan un dispositivo Galaxy Tab- Essec también emplea servicios de Internet populares para ayudar en la enseñanza. La escuela tiene un sistema de comunicación interno con servicios Google como núcleo central. Todo el correo electrónico usa una versión a medida de Gmail de Google, al comunicación instantánea es manejada por el nuevo servicio de redes sociales, Google+, y los materiales educativos como los estudios de casos y capítulos de libros se cargan en Google Docs.
"Hicimos el análisis de que la tecnología corporativa es menos eficiente que la tecnología pública", dijo Jean-Pierre Choulet, el jefe de informática de Essec. La colaboración con Google comenzó en 2009, dijeron autoridades de la escuela. Da a los estudiantes de la escuela de negocios una versión e todos los servicios que cualquiera con una computador ay una conexión e Internet puede utilizar, de modo gratuito y protegidos por un firewall. Otras escuelas de negocios europeas están usando tecnología que gusta a millones de jóvenes en todo el mundo, para educar a sus cuadros de la élite de los negocios.

El Instituto Federal Suizo de Tecnología en Zurich, por ejemplo, usa Twitter como canal para cursos de negocios de menor nivel con mucho alumnado.
Estudiantes en conferencias que llegan a varios cientos de centros hacen preguntas escribiendo con indicadores específicos para cada conferencia. Los profesores que están a solo metros de distancia verifican sus pantallas mientras dan sus conferencias, para poder responder a las preguntas que consideran pertinentes.

Konrad Osterwalder, a cargo de educación y desarrollo tecnológico de la universidad, dijo que el proceso hace que los estudiantes se sientan menos avergonzados de hacer preguntas quizás demasiado obvias, mientras que permite a los profesores ver cuántos estudiantes tiene la misma pregunta antes de meterse en lo que quizás sea una cuestión tangencial.
Muchas facultades de negocios europeas han aprendido a usar Facebook para comunicarse con sus propios estudiantes y el exterior. Alexander Mädche, que enseña sistemas informáticos en la facultad de negocios universidad de Mannheim, usa una página de Facebook para comunicarse con sus estudiantes. La deja abierta de modo que los reclutas potenciales puedan ver de qué se trata y ex estudiantes puedan mantenerse informados.

Al crear tales redes de comunicación nuevas, dijo Mädche, es importante ser consciente de "cuál sistema de redes sociales funciona para cuál grupo".
De modo que para agrupamientos de alumnos más formales, la Universidad de Mannheim, al igual que Essec, usa LinkedIn, un servicio de redes usado ampliamente por profesionales. La página de LinkedIn de Essec, está "cerrada herméticamente" explicó Baldwin, asegurándose de que los alumnos de Essec -a menudo ejecutivos de compañías globales- solo interactúen con los alumnos y estudiantes de la escuela.

No todas las escuelas manejan tan bien la tecnología, pero la tendencia va en el sentido de introducir la tecnología popular en el aula.
En H.E.C. en París, otra escuela de negocios europea importante, recién se están integrando las iPad al programa ejecutivo de MBA.

"No se ve a la iPad como el aparatejo de moda, sino que fue escogida porque puede ser muy útil en el aula", dijo la directora de comunicaciones de HEC, Delphine Wharmby.
Al igual que otras escuelas de negocios importantes, HEC está interesada en el dispositivo popular como herramienta educativa.

Baldwin de Essec explicó que muchos de sus estudiantes -la mayoría entre los 40 y 50 años- ya están familiarizados con el uso de la tableta, y ya tienen cuentas en Facebook y Twitter, aunque no acostumbren usarlos en el aula o su trabajo.
"La usan -dijo de la tecnología popular- pero no de modo profesional".

Las escuelas de negocios también se benefician del uso de la tecnología popular para diseminar información fuera del aula tradicional.
Usando la tienda iTunes de Apple, tanto Essec como HEC, venden parte de su contenido más popular, como videos y audio educativo.

"Debido a que el nuevo contenido incluye video, nos acercamos al aprendizaje pro inmersión", dijo Choulet. Explicó que los profesores de Essec se interesaron más en producir nuevo contenido para un público más amplio una vez que se hizo posible ser más interactivo. "Es un catalizador para el diseño de contenido nuevo" dijo.
HEC es la primera escuela francesa en crear una página U en iTunes, que es el sistema de universidad virtual de Apple, según Wharmby. La presencia de la escuela en el sitio de Apple atrae una clientela en gran medida estadounidense, agrandando sus clases más allá de su núcleo tradicional.
Pese a la aceptación de dispositivos populares y servicios de internet muy conocidos por las escuelas de negocios, algunas de estas siguen utilizando herramientas electrónicas mucho más especializadas.

Por ejemplo la escuela de negocios de la Universidad de Mannheim ha creado un programa de votación para permitir a los profesores evaluar y responder preguntas por la importancia que les asignan los estudiantes. Usando una aplicación para la red propia, llamada AskEris, las preguntas de los estudiantes son votadas pro sus pares, lo que permite a los profesores adecuar sus clases.
Otras escuelas están usando programas especializados para modificar su enseñanza. Flat World Knowledge, una compañía que edita libros de texto, permite a los profesores reeditar completamente libros de texto online. El libro de texto, adecuado para una clase particular, puede ser visto online o impreso y usado como libro tradicional.

Genevieve Bassellier, que enseña en la escuela de negocios de McGill University de Canadá, usa uno de estos libros de textos abiertos en un curso de tecnología informática.
"Ven un gran aumento de la calidad" dijo, en referencia al uso por sus estudiantes de su libro de texto electrónico a media. "Me da más flexibilidad". ¿Una de las cosas que ha logrado agregar? Cómo comunicarse vía Twitter.

© NYT Traducción de Gabriel Zadunaisky.

lunes, 26 de septiembre de 2011

INTERNET: EL ICEBERG DEL TITANIC?


Ayer entré en un bar y no pude tomarme un vermut porque la máquina registradora no funcionaba. Era un chisme con pantalla táctil y casillas determinadas para cada consumición, y se había estropeado. Le dije al camarero que me dijese cuánto debía y punto. Como toda la vida. Pero respondió que era imposible. Tenía que marcarlo antes. Sus jefes no le dejaban hacer otra cosa; y hasta que la máquina funcionase, no podía servir nada. Así que me fui al bar de enfrente, regentado por una china simpática: un sitio como Dios manda, con moscas, albañiles y borracho de plantilla. La dueña hablaba español con acento entre chino y de Lavapiés. Tomé mi vermut, pagué y dejé propina. Cuando salí a la calle me acordaba del Titanic, que era insumergible, y de los mil y pico de gilipollas que se ahogaron en él con cara de asombro, como diciendo: Esto no puede pasarme a mí. Cielos. No estaba previsto.
Mientras me alejaba, pensé más cosas. En cómo nos gusta apretar un botón y tener la vida resuelta. En los peligrosos atajos suicidas por donde nos deslizamos sin vuelta atrás, por la cuerda floja. En cómo hacemos el mundo cada vez más vulnerable, sujeto al chispazo más tonto, al fallo inevitable, al iceberg puesto por el destino en el rumbo del frágil barco en el que navegamos a toda máquina, a ciegas en la noche. En los millones de cuentas bancarias y tarjetas de crédito, por ejemplo, que unos piratas informáticos destriparon hace unos días, al meterse en unas plataformas de juegos electrónicos. O en el amigo contándome hace poco que, durante un viaje a Nueva York, perdió su teléfono móvil y con él toda su agenda; y cuando le pregunté por qué no tenía una libreta de teléfonos anotados, como yo, me dijo: Hala, antiguo.
Recordé también cuando fui a echar una carta a Correos y se había ido la luz, y el de la ventanilla me dijo que verdes las iban a segar, porque la máquina de franquear era eléctrica. Y cuando pedí un sello de siempre, de aquellos con el careto del Rey, se tronchó de risa y dijo que de eso no tenían ya. Que probara suerte en un estanco. También recordé cuando en un restaurante no funcionó el chisme de las tarjetas y el camarero dijo que esperase a que volviera la línea, y yo respondí que me hicieran una copia manual de la tarjeta o me iba a esperar a la calle, y entonces me hicieron la copia. Aunque la culpa fue mía; porque también, como todos, llevo la cartera llena de plástico con claves, chips y cosas así, y me la rifo aceptando las reglas de esta ruleta rusa en la que, en nombre del confort y el mínimo esfuerzo, nos zambullimos todos de cabeza. Entre otras cosas -lo diré a modo de descargo-, porque a quien no acepta, lo dejan fuera. Hace tiempo, por ejemplo, que es imposible sacar un billete de avión normal en una oficina de Iberia de Madrid, y cualquier día las agencias dejan de emitirlos. Entonces sólo podrán sacarse por Internet; y el que no sepa manejarse allí, o no le apetezca, o sea un carcamal opuesto a teclas y pantallas de ordenador, que se fastidie. Que trague o que no viaje.
Y así, unos sinvergüenzas ahorran personal y sueldos, y otros idiotas nos vamos al diablo. Resolver cualquier problema nos cuesta horas de teléfono frente a voces enlatadas, marcando tal para esto o cual para lo otro. Todo cristo se ha puesto contestador automático en el móvil, en vez de la antigua señal de comunicando sale un buzón de voz, y ahora llamamos cinco veces a quien antes llamábamos una. Coches que antes se reparaban con una llave inglesa, quedan bloqueados y ni gira el volante al menor fallo electrónico. O nos vemos sin teléfono, sin ordenador portátil, sin tableta electrónica o sin lo que sea, porque se escachifolla el cargador y la tienda de repuestos no abre hasta mañana; o no hay tienda. Yo mismo, el idiota al que mejor conozco, dependo cada día de que haya electricidad para que funcionen el teclado y la pantalla con que me gano la vida. De nada me sirve haber tenido la precaución de conservar dos viejas Olivetti, por si acaso, si ya no venden en ningún sitio las cintas de máquina de escribir que las alimentan.
Hay un consuelo: así lo hemos querido. Nadie nos obligaba. Pero hasta los más renuentes hemos aceptado las reglas de este disparate. De esta espiral imbécil. Nunca fuimos tan vulnerables como hoy. Hemos olvidado, porque nos conviene, que cada invento confortable tiene su accidente específico; cada Titanic, su iceberg; y cada playa paradisíaca, su ola asesina. Por eso nos van a dar, pero bien. A todos. Ya nos están dando. Y déjenme que les diga algo: a veces, incluso cuando palmo yo, me alegro. O casi. Hay siglos en que simpatizo con el profesor Moriarty.
Arturo Pérez Reverte
El autor es español, periodista, escritor y miembro de la Real Academia Española.

jueves, 18 de agosto de 2011

GENERACIÓN 2.0: SABEN ESTUDIAR EN LA WEB?

El 83% de los docentes asegura no haber recibido capacitación sobre el uso pedagógico de la computadora , según indica una encuesta de la Unidad de Planeamiento Estratégico del gobierno nacional (con apoyo de IIPE-UNESCO), sobre 2.400 casos. Conclusión: la escuela no puede alfabetizar digitalmente a una generación que nació con la computadora bajo el brazo.
Esos datos son el reflejo local de un problema que acaba de poner en evidencia una prueba internacional: muchos alumnos no están en condiciones de hacer un uso eficaz de la PC y de Internet . La prueba PISA midió por primera vez, en 19 países, las capacidades de los chicos de 15 años para leer digitalmente. El resultado arrojó que muchos no pueden localizar e interpretar información en la Web. En Colombia, por ejemplo, siete de cada diez alumnos. Y en Chile, cuatro de cada 10.
Argentina no participó de esa prueba, pero los especialistas consultados por Clarín coincidieron en que el país no escapa al “analfabetismo digital”. Inés Dussel, investigadora y autora del texto “Aprender y Enseñar en la Cultura Digital”, explicó que “ los chicos buscan información en Google y se quedan con la primera respuesta que encuentran . Y muchos profesores tienen la misma estrategia de búsqueda que los alumnos”.
Estos jóvenes son los supuestos “nativos digitales”. Es común creer que porque llegaron al mundo en esta época manejan la PC tan naturalmente como respiran. Sin embargo, la formación dista mucho de lo óptimo. Encima, reciben poca guía de los adultos: según estadísticas del Ministerio de Educación, el 80% navega solo en Internet (o con amigos y hermanos), mientras que apenas el 20% lo hace con padres y docentes.
La evaluación, organizada por la Organización para la Cooperacion y el Desarrollo Económico (OCDE), ubica a los adolescentes de Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda en el podio de la excelencia en lectura digital. Les siguen los de Japón y Hong-Kong. El informe final afirma: “Que todos sepan usar el mundo digital para convertir la información en conocimiento re quiere el apoyo de la escuela . La competencia digital no se reduce a ser hábil en redes sociales como Facebook o Twitter o pasar mucho tiempo en Internet.

domingo, 7 de agosto de 2011

VARGAS LLOSA. MÁS INFORMACIÓN, MENOS CONOCIMIENTO

Nicholas Carr estudió Literatura en Dartmouth College y en la Universidad de Harvard, y todo indica que fue en su juventud un voraz lector de buenos libros. Luego, como le ocurrió a toda su generación, descubrió el ordenador, Internet, los prodigios de la gran revolución informática de nuestro tiempo, y no sólo dedicó buena parte de su vida a valerse de todos los servicios online y a navegar mañana y tarde por la Red, sino que, además, se hizo un profesional y un experto en las nuevas tecnologías de la comunicación sobre las que ha escrito extensamente en prestigiosas publicaciones de Estados Unidos e Inglaterra.
Un buen día descubrió que había dejado de ser un buen lector y, casi casi, un lector. Su concentración se disipaba luego de una o dos páginas de un libro y, sobre todo, si aquello que leía era complejo y demandaba mucha atención y reflexión, surgía en su mente algo así como un recóndito rechazo a continuar con aquel empeño intelectual. Así lo cuenta: "Pierdo el sosiego y el hilo, empiezo a pensar qué otra cosa hacer. Me siento como si estuviese siempre arrastrando mi cerebro descentrado de vuelta al texto. La lectura profunda que solía venir naturalmente se ha convertido en un esfuerzo".
Preocupado, tomó una decisión radical. A finales de 2007, él y su esposa abandonaron sus ultramodernas instalaciones de Boston y se fueron a vivir a una cabaña de las montañas de Colorado, donde no había telefonía móvil e Internet llegaba tarde, mal y nunca. Allí, a lo largo de dos años, escribió el polémico libro que lo ha hecho famoso. Se titula en inglés The Shallows: What the Internet is Doing to Our Brains y, en español: Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus, 2011). Lo acabo de leer, de un tirón, y he quedado fascinado, asustado y entristecido.
Carr no es un renegado de la informática, no se ha vuelto un ludita contemporáneo que quisiera acabar con todas las computadoras, ni mucho menos. En su libro reconoce la extraordinaria aportación que servicios como el de Google , Twitter , Facebook o Skype prestan a la información y a la comunicación, el tiempo que ahorran, la facilidad con que una inmensa cantidad de seres humanos pueden compartir experiencias, los beneficios que todo esto acarrea a las empresas, a la investigación científica y al desarrollo económico de las naciones.
Pero todo esto tiene un precio y, en última instancia, significará una trasformación tan grande en nuestra vida cultural y en la manera de operar del cerebro humano como lo fue el descubrimiento de la imprenta por Johannes Gutenberg en el siglo XV, que generalizó la lectura de libros, hasta entonces confinada en una minoría insignificante de clérigos, intelectuales y aristócratas. El libro de Carr es una reivindicación de las teorías del ahora olvidado Marshall MacLuhan, a quien nadie hizo mucho caso cuando, hace más de medio siglo, aseguró que los medios no son nunca meros vehículos de un contenido, que ejercen una solapada influencia sobre éste, y que, a largo plazo, modifican nuestra manera de pensar y de actuar. MacLuhan se refería sobre todo a la televisión, pero la argumentación del libro de Carr, y los abundantes experimentos y testimonios que cita en su apoyo, indican que semejante tesis alcanza una extraordinaria actualidad relacionada con el mundo de Internet.
Los defensores recalcitrantes del software alegan que se trata de una herramienta y que está al servicio de quien la usa y, desde luego, hay abundantes experimentos que parecen corroborarlo, siempre y cuando estas pruebas se efectúen en el campo de acción en el que los beneficios de aquella tecnología son indiscutibles: ¿quién podría negar que es un avance casi milagroso que, ahora, en pocos segundos, haciendo un pequeño clic con el mouse , un internauta recabe una información que hace pocos años le exigía semanas o meses de consultas en bibliotecas y a especialistas? Pero también hay pruebas concluyentes de que, cuando la memoria de una persona deja de ejercitarse porque para ello cuenta con el archivo infinito que pone a su alcance un ordenador, se entumece y debilita como los músculos que dejan de usarse.
No es verdad que Internet sea sólo una herramienta. Es un utensilio que pasa a ser una prolongación de nuestro propio cuerpo, de nuestro propio cerebro, el que, también, de una manera discreta, se va adaptando poco a poco a ese nuevo sistema de informarse y de pensar, renunciando poco a poco a las funciones que este sistema hace por él y, a veces, mejor que él. No es una metáfora poética decir que la "inteligencia artificial" que está a su servicio soborna y sensualiza a nuestros órganos pensantes, los que se van volviendo, de manera paulatina, dependientes de aquellas herramientas, y, por fin, sus esclavos. ¿Para qué mantener fresca y activa la memoria si toda ella está almacenada en algo que un programador de sistemas ha llamado "la mejor y más grande biblioteca del mundo"? ¿Y para qué aguzar la atención si pulsando las teclas adecuadas los recuerdos que necesito vienen a mí, resucitados por esas diligentes máquinas?
No es extraño, por eso, que algunos fanáticos de la Web, como el profesor Joe O'Shea, filósofo de la Universidad de Florida, afirme: "Sentarse y leer un libro de cabo a rabo no tiene sentido. No es un buen uso de mi tiempo, ya que puedo tener toda la información que quiera con mayor rapidez a través de la Web. Cuando uno se vuelve un cazador experimentado en Internet, los libros son superfluos". Lo atroz de esta frase no es la afirmación final, sino que el filósofo de marras crea que uno lee libros sólo para "informarse". Es uno de los estragos que puede causar la adicción frenética a la pantallita. De ahí, la patética confesión de la doctora Katherine Hayles, profesora de Literatura de la Universidad de Duke: "Ya no puedo conseguir que mis alumnos lean libros enteros".
Esos alumnos no tienen la culpa de ser ahora incapaces de leer Guerra y paz o el Quijote . Acostumbrados a picotear información en sus computadoras, sin tener necesidad de hacer prolongados esfuerzos de concentración, han ido perdiendo el hábito y hasta la facultad de hacerlo, y han sido condicionados para contentarse con ese mariposeo cognitivo a que los acostumbra la Red, con sus infinitas conexiones y saltos hacia añadidos y complementos, de modo que han quedado en cierta forma vacunados contra el tipo de atención, reflexión, paciencia y prolongado abandono a aquello que se lee, y que es la única manera de leer, gozando, la gran literatura. Pero no creo que sea sólo la literatura a la que Internet vuelve superflua: toda obra de creación gratuita, no subordinada a la utilización pragmática, queda fuera del tipo de conocimiento y cultura que propicia la Web. Sin duda que ésta almacenará con facilidad a Proust, Homero, Popper y Platón, pero difícilmente sus obras tendrán muchos lectores. ¿Para qué tomarse el trabajo de leerlas si en Google puedo encontrar síntesis sencillas, claras y amenas de lo que inventaron en esos farragosos librotes que leían los lectores prehistóricos?
La revolución de la información está lejos de haber concluido. Por el contrario, en este dominio cada día surgen nuevas posibilidades, logros, y lo imposible retrocede velozmente. ¿Debemos alegrarnos? Si el género de cultura que está reemplazando a la antigua nos parece un progreso, sin duda sí. Pero debemos inquietarnos si ese progreso significa aquello que un erudito estudioso de los efectos de Internet en nuestro cerebro y en nuestras costumbres, Van Nimwegen, dedujo luego de uno de sus experimentos: que confiar a los ordenadores la solución de todos los problemas cognitivos reduce "la capacidad de nuestros cerebros para construir estructuras estables de conocimientos". En otras palabras: cuanto más inteligente sea nuestro ordenador, más tontos seremos.
Tal vez haya exageraciones en el libro de Nicholas Carr, como ocurre siempre con los argumentos que defienden tesis controvertidas. Yo carezco de los conocimientos neurológicos y de informática para juzgar hasta qué punto son confiables las pruebas y experimentos científicos que describe en su libro. Pero éste me da la impresión de ser riguroso y sensato, un llamado de atención que -para qué engañarnos- no será escuchado. Lo que significa, si él tiene razón, que la robotización de una humanidad organizada en función de la "inteligencia artificial" es imparable. A menos, claro, que un cataclismo nuclear, por obra de un accidente o una acción terrorista, nos regrese a las cavernas. Habría que empezar de nuevo, entonces, y a ver si esta segunda vez lo hacemos mejor. © La Nacion

lunes, 25 de abril de 2011

LA OFICINA, EN LA NUBE

A partir de la implementación del teletrabajo, no hay más llegadas tardes por piquetes y caos de tránsito, no hay casi ausentismo, y es un beneficio para quienes, por ejemplo, deciden trabajar desde su lugar de veraneo para extender las vacaciones. En la Argentina hay actualmente 1,6 millones de teletrabajadores, y su número crece a un ritmo del 20% anual según un informe de la consultora Carrier y Asociados basado en proyecciones del Ministerio de Trabajo. "El 90% de quienes trabajan a distancia son autónomos o profesionales, y sólo un 10% lo hace manteniendo la relación de dependencia con la empresa", destaca Fabio Boggino, titular de la agencia Jobing ( www.jobing.com.ar ), especializada en implementación de teletrabajo y trabajo móvil en las organizaciones.
Desde 2008, una docena de empresas adhieren al Programa Piloto de Seguimiento y Promoción del Teletrabajo en Empresas Privadas (Propet), impulsado por el Ministerio de Trabajo ( www.trabajo.gob.ar/teletrabajo ). Aquellas compañías que toman bajo esta modalidad a trabajadores mayores de 45 años tienen beneficios fiscales y una reducción del pago de los aportes patronales del 20%. Contra la creencia popular de que precariza las condiciones laborales, el teletrabajo implica continuar la relación de dependencia y contar con las mismas obligaciones y beneficios que los trabajadores presenciales. Según Boggino, "el teletrabajo tiene múltiples ventajas para las personas, ya que les permite destinar el tiempo que antes se iba en traslados a sí mismos y a su familia, y el ahorro en viáticos y comidas fuera de casa les implica hasta un 20% de aumento relativo del salario". Las empresas también salen beneficiadas, ya que "incrementa la motivación y la productividad. Y permite ahorrar hasta el 64% sobre el costo anual de cada empleado por menor necesidad de metros cuadrados de oficinas, su mantenimiento e impuestos, menores gastos de librería, café y teléfonos", señala el consultor.
Sin embargo, existen barreras al teletrabajo, y son más de tipo cultural que tecnológico. Además de contar con cierta infraestructura (básicamente, computadoras con buena conexión a Internet y teléfonos móviles), su implementación requiere "dejar atrás la costumbre de controlar presencia y horarios para enfocarse en los objetivos cumplidos", destaca Boggino. El mayor acceso a computadoras y conexiones de banda ancha en los hogares (pasaron de 130.000 en 2001 a 4,7 millones en 2010, según un informe de la consultora Prince & Cooke) genera nuevas oportunidades laborales. Cada vez más personas basan o completan sus ingresos a través de la venta de productos online. Según un estudio de The Nielsen Company para Mercadolibre, a fines de 2009 había más de 52.000 personas que obtenían la mayor parte de sus ingresos a través del comercio electrónico. Esta modalidad genera unos 18 mil nuevos puestos de trabajo cada año, muchos creados por los propios vendedores, ya que un 67% tiene al menos un colaborador.
Comerciantes online
La tecnología derriba barreras a la hora de emprender, sobre todo para sectores que suelen tener dificultades de empleo como los más jóvenes, las mujeres y los mayores de 45 o 50 años. Según datos de Nielsen, el comercio electrónico representa la principal fuente de ingresos para el 10% de los usuarios de entre 18 y 25; y hay una creciente proporción de mujeres que utiliza la venta online para complementar los ingresos de sus hogares. En tanto, más de la mitad de los vendedores online (56%) son trabajadores híbridos. Es decir que mantienen su ocupación habitual y en el tiempo libre desarrollan un emprendimiento comercial propio en Internet. Graciela Imbrogno empezó de esta manera a vender fragancias y cosméticos bajo la marca Graines Perfumes. "Hace 2 años y medio me jubilé después de trabajar 35 años en un banco -cuenta- y me dediqué a full a mi nuevo negocio." Hoy, Graciela es una de las vendedoras más reconocidas en el mundillo del e-commerce, que permite a los clientes otorgar puntaje y dejar comentarios luego de cada compra.
Al principio, el trabajo resultó más demandante que ir al banco. "Tenía que hacerme conocida, y trabajaba hasta cualquier hora y los fines de semana. Pero ahora me puse un horario y lo respeto a rajatabla. Armé mi oficina en el cuarto de uno de mis hijos, y el menor, que aún vive en casa, sabe que estoy, pero estoy trabajando", asegura. "Después de tantos años de ir a una oficina disfruto mucho de poder trabajar en casa -dice Graciela-. No me siento aislada, al contrario, me contacto con un montón de gente de todo el país. Me envían mensajes por correo electrónico, por Facebook, en el chat o hablamos por teléfono. Descubrí un mundo nuevo y que sirvo para algo más que ser bancaria."
Solos, pero acompañados
Artur Maklyarevsky (36) es ucraniano y lleva su oficina en su computadora portátil a todas partes. Es el creador de dos compañías: un sitio de Internet dedicado al arte urbano ( www.bulkka.com ) y una firma de servicios tecnológicos ( www.convertmyflash.com ) que convierte páginas Web armadas en flash al formato HTML, más amigable para la navegación móvil. Cuando está en Buenos Aires, Artur maneja sus emprendimientos desde algún cibercafé o desde Urban Station, estación de co-working -modalidad de trabajo en la que emprendedores de diferentes rubros comparten una oficina-, en el barrio de Palermo. "La ventaja es que no estás solo en tu casa. Tampoco se trata de ir a un café y tener que llevarte la laptop al baño para que no te roben, o que tus clientes te llamen y escuchen el ruido del bar. Podés trabajar en un lugar cómodo, seguro y junto a personas interesantes", dice el emprendedor.
A pocos metros de él, la porteña María Spitaleri (30) trabaja con su computadora portátil para una agencia internacional de branding que está por instalarse en el país. "Es un proyecto que se está armando, y trabajamos cinco personas desde la Argentina. En lugar de alquilar una oficina temporal, nos citamos en un bar o en una estación de co-working y así podemos interactuar en un ambiente cómodo y con la tecnología y conexión de Internet adecuadas", destaca. "Combinamos la informalidad de un bar y la comodidad del hogar", dice Juan Pablo Russo, ex publicista y uno de los socios de Urban Station ( www.enjoyurbanstation.com ), junto a Marcelo Cora, Claudio Bisurgi y Florencia Faivich. "Todos venimos del ámbito corporativo y soñábamos con trabajar en un lugar como este, donde hay gente muy diversa, buena onda y mucha flexibilidad", completa Florencia. Hay quienes vienen por un par de horas y pagan como si fuera un ciber; otros alquilan su espacio por día, semana o mes. "Lo más interesante -apunta la emprendedora- son los mix que se arman cuando se ponen a hablar una wedding planner con un trader que opera en el mercado de futuros, un diseñador y una traductora, y a lo mejor de ese intercambio nace una amistad o un nuevo negocio."
Un nuevo modelo, una nueva raza
Cada vez más, el trabajo a distancia se está transformando en móvil. Este cambio está creando una nueva raza de trabajadores y emprendedores nómades que organizan sus horarios, visitan clientes, proveedores y atienden consultas y llamadas en cualquier momento y lugar, desde un teléfono móvil o una computadora portátil. Según un informe de The Economist, en Estados Unidos, uno de los mercados con mayor desarrollo de esta modalidad, "los trabajadores nómades están menos de la tercera parte del tiempo en las oficinas de la empresa, otro tercio de su tiempo trabajan en sus casas y el tercio restante, en cafés, bibliotecas o parques con acceso Wi-Fi".
Si bien el concepto de trabajo a distancia se popularizó en la década del 90 gracias a las tecnologías de comunicación fijas (teléfono, fax, PC de escritorio y conexión a Internet), el nuevo modelo de trabajo nómade es radicalmente diferente y requirió para su implementación el desarrollo de las tecnologías de comunicación móviles (telefonía celular, computadoras portátiles, conexiones de banda ancha móviles). Mike Lazaridis, fundador de Research in Motion (RIM), la fabricante de Blackberry, afirma que este dispositivo contribuyó a la globalización, ya que "sacó a la gente de sus escritorios en el momento en que se comenzaban a demandar trabajadores disponibles durante las 24 horas". A diferencia del trabajo a distancia, que mantiene a las personas ceñidas a un horario y lugar donde puedan ser ubicadas, el trabajo móvil las libera de esas ataduras, pero exige un cambio de mentalidad. El nuevo paradigma de trabajo se parece al de la universidad: el profesor asigna una tarea y una fecha de entrega, no importa en qué momento y lugar los alumnos la resuelven. Sin embargo, no todos los trabajadores quieren ni se sienten cómodos con las nuevas premisas. Uno de los principales peligros del trabajo móvil es el estrés, por la tendencia a estar conectado con el trabajo todo el tiempo.
James Katz, profesor de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey y jefe de un centro de investigaciones sobre el impacto social de las tecnologías móviles, afirma: "La movilidad del trabajo exige una nueva integración de las esferas productivas y sociales". El investigador señala que en la era de los agricultores y artesanos preindustriales, las personas no separaban el espacio físico del trabajo, la familia y el esparcimiento. Frecuentemente trabajaban en sus casas, junto a la familia, que era mucho más extensa que la actual. La era industrial, con la creación de máquinas y líneas de montaje, obligó a la separación de hogares y fábricas, y otro tanto ocurrió con las burocracias previas a esta era digital.
En la actualidad, en cambio, estas esferas vuelven a converger. La diferencia entre la integración de los espacios de trabajo y familia en la era preindustrial y en la época actual es que antiguamente la productividad personal tenía un límite. Hoy, la conectividad permanente brinda la falsa ilusión de que, con las nuevas tecnologías, siempre se puede lograr más productividad. A pesar de sus fallas y sus puntos en contra, lo cierto es que la movilidad del trabajo ha llegado para quedarse. Las nuevas generaciones de nativos digitales tienden cada vez menos a afincarse en un lugar (sea una ciudad, un hogar, una pareja o un empleo), y su forma de vida se ha vuelto nómade.
¿Por qué aguantarse un congestionamiento de tráfico de una hora para llegar a una oficina si se puede trabajar desde casa, un bar o la playa? Con el advenimiento de la oficina sin papeles y las conexiones a Internet de alta velocidad, la información se ha vuelto ubicua, y hoy se puede trabajar virtualmente desde cualquier lugar.
Por María Gabriela Ensinck