martes, 29 de diciembre de 2020

EL SOLDADO DEL FUTURO, ¿PASTOR DE UN REBAÑO DE ROBOTS?

 

Inteligencia artificial y el futuro de la guerra. ¿Hasta dónde llega hoy? ¿Y qué podemos esperar?

La Vanguardia. 28/12/2020. Clarín.com. Mundo

Los ejércitos integran regularmente las innovaciones tecnológicas para mejorar sus capacidades y tratar de dominar a sus adversarios. La inteligencia artificial (IA) no constituye una excepción a la regla y es objeto ahora de gran interés. China publicó en julio del 2017 el Plan de Desarrollo para la Nueva Generación de Inteligencia Artificial con el objetivo de convertirse en el 2030 en la principal potencia mundial en ese ámbito. Estados Unidos respondió en febrero del 2019 anunciando el lanzamiento de la Iniciativa de Inteligencia Artificial Estadounidense. De hecho, más de treinta países, incluidas las principales potencias militares, proponen hoy una estrategia nacional o iniciativas para aprovechar las oportunidades que ofrece esa prometedora tecnología.

Sin embargo, este entusiasmo suele causar preocupación entre el público en general. Por influencia de películas como Matrix o Terminator, el ciudadano corriente se pregunta si las máquinas no acabarán desempeñando un papel cada vez más dominante en el campo de batalla, limitando inexorablemente el lugar del hombre y deshumanizando la guerra. ¿Serán los avances en IA tan impresionantes que anularán el arte de la guerra y nos llevarán inexorablemente al Armagedón?

El primer escollo que debemos superar en los debates sobre la IA es la definición de la tecnología. Dada la gran diversidad de aplicaciones, no hay todavía consenso sobre ese punto. Por lo tanto, nos referiremos aquí a ella sencillamente como los programas informáticos de mañana. Esa tecnología es reciente y debemos distinguir entre lo que ya puede hacer y lo que podría llegar a lograr. La IA débil, que es una realidad en algunos ámbitos, resuelve problemas específicos y limitados. Una IA fuerte —que, a día de hoy, es sólo una promesa— sería capaz de llevar a cabo el conjunto de las tareas realizadas por los humanos.

Actuales aplicaciones militares

En el terreno militar, existen ya numerosas aplicaciones. Probablemente la más destacada sea el proyecto Maven. A los operadores estadounidenses que explotan imágenes y grabaciones recogidas en los teatros de operaciones les resulta imposible verlas todas de lo imponente que es el volumen de datos. Solamente un 15% del catálogo de inteligencia ha sido procesado previamente de ese modo. Maven es un algoritmo creado para alertar a los operadores cuando en las imágenes aparecen objetos de interés, como un vehículo o individuo específico.

Para la comunidad militar estadounidense, el interés de Maven es doble. Por una parte, sirve para acumular una gran experiencia en el aprendizaje de la utilización de la IA en un contexto operativo. La importancia que debe concederse a la calidad de las bases de datos que alimentan el software es subrayada, por ejemplo, por los generales estadounidenses. Por otra parte, la IA simplifica enormemente el procesamiento, la clasificación y el análisis de la ingente cantidad de datos recogidos.

Tal es hoy su principal contribución en el mundo militar. Ofrece la posibilidad de explotar con fines de defensa y seguridad el enorme caudal de información generado por la revolución digital. No es un arma decisiva en el campo de batalla. Es comparable más bien a otros inventos como la electricidad o el motor de combustión, que dieron lugar a una revolución industrial una vez consolidado su desarrollo y suscitaron evoluciones en la organización de las fuerzas armadas.

Su campo de aplicación puede extenderse al control de los datos físicos. Es posible anticipar ciertos fallos del equipo siguiendo la evolución de parámetros como la temperatura o el consumo de aceite de los motores o las turbinas. Si podemos anticipar cómo funcionan las piezas de los vehículos, aviones o barcos, resulta más fácil planificar los aspectos logísticos de una maniobra.

La profundización de las tácticas actuales

Las actuales aplicaciones militares de la IA son todavía limitadas, pero podrían desarrollarse rápidamente a corto y medio plazo. Podrían contribuir a desencadenar una nueva revolución en los asuntos militares (RAM). Definimos la RAM como un cambio en el ámbito de la táctica debido a la introducción de una nueva tecnología que suscita la creación de conceptos originales, el establecimiento de nuevas organizaciones y el desarrollo de equipos innovadores. Las máquinas podrán transferir instrucciones a la velocidad de la luz con fines de identificación, predicción, decisión o acción

La RAM generada por la IA prolongaría la ampliamente descrita en la década de 1990. Tras la rápida victoria de Estados Unidos y sus aliados sobre los ejércitos iraquíes en 1991, muchos expertos se preguntaron por el papel de las tecnologías de la información en ese triunfo. Se impuso entonces un modelo. Cubriendo el campo de batalla con sensores y combinando los datos que pudieran recoger, el jefe de las fuerzas tendría una visión instantánea del dispositivo enemigo. Y podría entonces actuar de la forma más apropiada para maniobrar o dirigir el fuego y destruir las posiciones enemigas.

La introducción de la IA podría fortalecer y ampliar ese modelo. De entrada, siendo capaz de tener en cuenta datos mucho más variados y diversos que la posición de las diferentes tropas enemigas para elaborar una situación táctica. Su radio de acción es mucho más amplio. Los operadores podrán alimentar los algoritmos codificando los procedimientos, las doctrinas contrarias o el modo de dirigir, de razonar, de los generales enemigos.

Las ciencias humanas se movilizarán para tener en cuenta parámetros psicológicos, constantes culturales, elementos sociológicos o capacidades económicas. El valor de los datos ya no será instantáneo, como en el caso de los sensores que barren el campo de batalla. Al dotar de sentido el pasado, podrían anticiparse mejor al futuro por inducción. La niebla de la guerra se despejaría más o menos según las circunstancias.

Además, la velocidad de ejecución de los algoritmos capaces de procesar y mejorar inmediatamente los datos recibidos dictará el ritmo de ejecución de ciertas tareas. Las máquinas podrán transferir instrucciones a la velocidad de la luz a otras computadoras u operadores con fines de identificación, predicción, decisión o acción. El cerebro humano se verá sometido a una competencia cada vez más mayor, y la potencia de los procesadores se convertirá en la nueva vara de medir.

Disponer de una superioridad informática constante sobre el adversario proporcionará la ventaja de poder actuar y reaccionar más rápidamente a los acontecimientos. No cabe duda de que el ritmo de las operaciones vendrá dictado por el bando que posea la IA más potente. El ataque podría verse favorecido en el futuro.

Más robots en el campo de batalla

Por tanto, da la impresión de que la IA débil amplificará en un primer momento las orientaciones estratégicas ya tomadas en el marco de la RAM en los noventa. ¿Qué pasará cuando se confirmen los progresos de la IA, cuando sus rendimientos sigan aumentando significativamente? En primer lugar, es probable que otras tecnologías se desarrollen al mismo tiempo. Nanotecnologías, biotecnologías, armas de energía dirigida o dispositivos hipersónicos se beneficiarán de los avances de la IA y serán cada vez más indispensables en el campo de batalla, lo que a su vez estimulará su desarrollo.

Semejante efervescencia podría finalmente dar lugar a lo que los historiadores militares llaman una revolución militar (RM). Ese concepto designó en un principio el modo en que la aparición de la artillería y la renovación de la infantería en el campo de batalla condujeron en el siglo XVII a la creación de instituciones especializadas para producir armas y mantener a los soldados en campaña. Los estados, los únicos capaces de hacer frente a tales gastos, se vieron reforzados. De modo que una RM remite a transformaciones cualitativas en la estructura de los ejércitos y en la forma en que luchan, unas transformaciones que conducen a cambios políticos y sociales. Las RM tienen un alcance mucho más profundo que las RAM

La próxima RM podría verse desencadenada por la adopción cada vez más generalizada de la IA/automatización en los ejércitos. Ya en marcha para muchas otras funciones, esa automatización podría tomar ante todo la forma de un drone de combate tipo loyal wingman (compañero leal). Modelos como el Valkyrie XQ-58A estadounidense ya están en desarrollo. El concepto es sencillo: un robot se asocia estrechamente con un hombre a cargo de un sistema de armas (como un avión de combate, un vehículo blindado o incluso un buque).

El robot tiene una autonomía cognitiva limitada. No piensa por sí mismo, pero responde a las intenciones de su dueño. Está equipado, por ejemplo, con una reserva de municiones, puede activar sensores suplementarios, puede incluso suministrar energía al sistema de armas dominante para que cumpla su misión durante más tiempo. De modo general, amplifica los recursos de que dispone el guerrero al que acompaña.

Sin embargo, el compañero leal quizá sea reemplazado en una o dos generaciones. El perfil de su sucesor podría depender de la decisión de privilegiar o no la automatización a ultranza. Existen en este sentido dos teorías opuestas: los defensores de una guerra de nuevo cuño y los humanistas militares.

Para los primeros, la IA ofrece oportunidades incomparables que hay que explotar al máximo. Captando con suma rapidez una situación táctica, tomando decisiones óptimas basadas en modelos probados, dirigiendo otras plataformas automatizadas, la IA puede animar robots que actúan de manera concertada en el espacio y el tiempo, realizando instantáneamente la maniobra más adecuada. La hiperguerra, donde desaparecería el proceso humano de toma de decisiones, o la guerra a la velocidad de la luz, impulsada enteramente por las nuevas tecnologías, sería en semejante escenario la norma.

Los defensores del humanismo militar se oponen a ese tipo de guerra de la que el hombre quedaría parcialmente excluido. Su rechazo puede estar motivado por el temor al desarrollo de contramedidas eficaces que volverían inoperantes a los robots, por el riesgo de una pérdida de control de las máquinas, por la idea de que la profesión de soldado perdiera su carácter heroico o por el rechazo de la posibilidad de que la muerte venga dada por algoritmos y sin intervención humana asumida.

De modo que podría extenderse otra forma de automatización para satisfacer en parte a los detractores de la automatización completa. El soldado del futuro podría ser el pastor de un rebaño de robots especializados.

Podría asignar a cada máquina una tarea particular o, por el contrario, concederle cierta autonomía en el marco de su misión, una autonomía mucho más importante que en el caso del compañero leal, para concentrarse él en las operaciones esenciales.

Uno o más robots se encargarían de vigilar una amplia zona con autorización previa, por ejemplo, para destruir cualquier ingenio hostil que entrara en ella. Liberado de numerosas tareas, el pastor estaría mejor capacitado para enfrentarse a otros acontecimientos imprevistos, utilizando al máximo su adaptabilidad y creatividad. Y, sobre todo, el lugar del hombre se mantendría dentro del círculo de decisión y acción.

Quizás el criterio decisivo para decidir cuál de esos modelos prevalecerá finalmente sea la eficacia de cada uno de ellos en el combate. En cualquier caso, la primera consecuencia de la difusión del par IA/automatización será la reducción del número de guerreros.

Los robots no sustituirán a todos los soldados, cuyos rendimientos se verán sin duda aumentados por el añadido de prótesis y otros implantes; pero probablemente se encargarán de la parte más peligrosa de las misiones, como la entrada en primer lugar en una zona de alta letalidad.

El ethos del guerrero humano podría evolucionar con su nuevo papel. La posibilidad de distanciarse físicamente de los lugares donde la violencia es más extrema modificará las expectativas. El soldado ya no será considerado como un héroe únicamente por el hecho de poseer determinados recursos morales para hacer frente a la brutalidad de la guerra. Disponiendo de superioridad tecnológica, su heroísmo se definirá también por la capacidad de dominar la violencia, de usar el nivel de fuerza adecuado en función de las circunstancias.

El soldado del futuro podría ser el pastor de un rebaño de robots especializados. Podría asignar a cada máquina una tarea particular o, por el contrario, concederle cierta autonomía en el marco de su misión

En el curso de los últimos años, con la multiplicación del uso de drones, se han señalado con frecuencia las consecuencias políticas de la automatización militar. Algunos expertos consideran que el costo político o económico de la guerra podría reducirse significativamente una vez que se afirmara la superioridad tecnológica de un bando.

Sin embargo, eso supone olvidar que el enemigo siempre dispone de un voto para la guerra. Quizá ceda en el campo de batalla, pero puede adaptar su respuesta desplazando el teatro de la guerra. Golpeando con habilidad, puede aumentar el costo de la guerra para su adversario, ya sea desde el punto de vista humano (tomando represalias contra los ciudadanos del adversario), económico (actuando contra sus intereses) o simbólico (obligándolo a actuar al margen de las normas del derecho internacional o humanitario). La automatización no podrá evitar por completo semejantes respuestas.

En última instancia, lo que más probabilidad tiene de transformarse en caso de revolución militar es la relación del ciudadano con la guerra. Maquiavelo condenó severamente a los condottieri, mercenarios al servicio de las ciudades italianas, puesto que libraban, en su opinión, una parodia de la guerra y atenuaban el espíritu militar de los habitantes de las ciudades.

Vio en ese fenómeno una explicación del fracaso de las ciudades Estado durante las guerras italianas del siglo XVI. Un proceso similar podría repetirse de prevalecer en los ejércitos una autonomización excesiva. De ceder una parte de su seguridad a los algoritmos, el ciudadano del futuro podría expulsar la guerra de su horizonte, dotar de gran autonomía a las instituciones encargadas de la defensa... y arriesgarse a un duro retorno a la realidad en el caso de que fracasaran sus robots militares.

¿Y después?

La cuarta y última etapa del desarrollo de la IA quizá sea la llegada de una IA fuerte. No cabe duda de que semejante acontecimiento desencadenaría una mutación en la relación entre el hombre y la guerra, equivalente a un cambio de civilización. Algunos futurólogos como Alvin Toffler han considerado que la sociedad humana sólo ha conocido tres mutaciones en el curso de su historia: la revolución agrícola, la revolución industrial y, por último, la revolución de la información.

Kenneth Payne, investigador del King’s College de Londres y experto en la relación entre la IA y la estrategia, reduce a dos el número de mutaciones. La primera habría ocurrido hace unos cien mil años cuando las transformaciones cognitivas llevaron a la humanidad a conquistar el mundo. En esa época habrían aparecido los fundamentos de la guerra tal como la conocemos. Según Payne, una segunda mutación se producirá con el desarrollo de la IA, que impondrá nuevos patrones cognitivos y una nueva forma de librar la guerra.

Las IA débiles ya participan en la toma de decisiones. Es posible seleccionar modos automáticos de disparo, por ejemplo, en sistemas de defensa superficie-aire (como el Aegis) capaces de decidir solos qué objetivos priorizar. La auténtica ruptura se producirá cuando una IA fuerte pueda ofrecer una ayuda a la decisión en materias estratégicas, teniendo en cuenta de manera exhaustiva una considerable cantidad de datos procedentes de ámbitos cada vez más vastos.

Es probable que una IA razone de forma diferente a los humanos. Estos están sometidos en su elección a la fatiga, la presión del grupo o a importantes sesgos culturales. Además, la facultad de juzgar del ser humano depende de su deseo, su cuerpo, su conatus, por usar el término de Spinoza. No se corresponderá nunca con una racionalidad pura. La de la IA tampoco alcanzará semejante grado de perfección, pero podrá acercarse a él aplicando estrictas reglas de lógica.

Dibujará caminos originales para alcanzar los objetivos asignados. Y ya lo hace: Lee Se Dol, campeón coreano de go, quedó desestabilizado durante una partida contra el programa AlphaGo por un movimiento de la máquina. La probabilidad de que un hombre realizara esa jugada se calculó en una entre 10.000, de lo incongruente que parecía. Ese movimiento permitió al software derrotar a su adversario humano.

No cabe duda de que ese enfoque cognitivo diferente, más lógico, completo y sistemático que el del hombre cambiará nuestro enfoque de la guerra. Desde luego, no abolirá por completo el azar o la incertidumbre. Sin embargo, a medida que la IA se vaya haciendo fuerte, reducirá la libre actividad del espíritu que caracteriza a la acción militar en la trinidad clausewitziana.

El manejo del entendimiento puro, la encarnación de lo político en esa misma trinidad, que comprende también al pueblo, se extenderá a la esfera militar a través de las máquinas que actúan a ese nivel. Podría ocurrir entonces que las conexiones entre lo político y lo militar se simplificaran, se hicieran mucho más cercanas.

Las dos entidades emplearían un método común para lograr un objetivo compartido. El uso de la violencia se ajustaría definitivamente al nivel suficiente para satisfacer las necesidades políticas. La guerra podría entonces no tener ya una gramática propia, una dinámica específica. Tras ello, los soldados, los generales, verían disminuir su utilidad.

El desarrollo de la IA está todavía en sus albores y sigue siendo incierto. La historia de la IA está salpicada ya por numerosos fracasos. Algunos de los caminos explorados en la década de 1970 y a finales de la de 1980 han resultado ser callejones sin salida, y pesaron muchísimo sobre las investigaciones de esa época. No obstante, reflexionar sobre sus aplicaciones potenciales puede ayudarnos a prevenir ciertos abusos o catástrofes.

En la actualidad, el observador se encuentra en una posición similar a la de un testigo del siglo XVI al que se pidiera que intentara formular las consecuencias de la introducción de la pólvora en el futuro de la guerra. Al corriente de los inventos de Leonardo Da Vinci y con un poco de imaginación, ese testigo habría podido imaginar que cada soldado acabaría disponiendo de armas individuales que usarían la pólvora para enviar proyectiles (los fusiles), que sus efectos podrían ser cada vez más destructivos (cañones con calibres cada vez más grandes). El límite se alcanzaría cuando el poder de destrucción fuera tan importante que pusiera en peligro la supervivencia de la especie humana (bombas atómicas, aunque sepamos que la tecnología es diferente).

Es posible concebir un proceso similar con la IA. La automatización se extenderá por los ejércitos; sobre todo, entre los soldados, que podrán apoyarse en los robots para cumplir sus misiones.

La ayuda a las decisiones abrirá enormes oportunidades a los combatientes y a los encargados de tomar decisiones, y propondrá formas originales de alcanzar los objetivos que decidan fijar. Ahora bien, si los progresos de la IA continúan, la aparición de una IA fuerte, o incluso de una superinteligencia, podría poner en peligro el destino de la humanidad a largo plazo. De modo que a ella le corresponderá establecer barreras tecnológicas, conceptuales, operativas y organizativas para limitar la probabilidad de nuestra extinción, a la manera de los estrategas nucleares.

Por Jean-Christophe Noël (*). La Vanguardia

* Investigador asociado del Centro de Estudios de Seguridad del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI).

BORIS GROYS: "LA PANDEMIA PROFUNDIZÓ NUESTRA DEPENDENCIA DEL ALGORITMO"

Criado en la difícil Europa de posguerra, Boris Groys estudió Matemática y Filosofía; devenido crítico de arte y teórico de los medios, vive en los Estados Unidos y suscita pasiones en ciudades de todo el mundoCriado en la difícil Europa de posguerra, Boris Groys estudió Matemática y Filosofía; devenido crítico de arte y teórico de los medios, vive en los Estados Unidos y suscita pasiones en ciudades de todo el mundo.

Crédito: Diego Spivacow. Diana Fernández Irusta, 27 de diciembre de 2020  • 00:00

 Podría decirse que Boris Groys (Berlín, 1947) atravesó distintas épocas, diversos mundos. Criado en la difícil Europa de posguerra, estudió Matemática y Filosofía en la Universidad de Leningrado y participó en los circuitos no oficiales de intelectuales y artistas en Moscú.

 A comienzos de la década del ochenta emigró a Alemania, se doctoró en la Universidad de Münster e inició un periplo académico que lo llevaría por escuelas de diseño, academias de arte y universidades de Alemania, Austria y Estados Unidos.

Quizás la amplitud y originalidad de su mirada se deba, justamente, al particular tránsito vital que le permitió conocer tanto la vida bajo el régimen soviético como el vértigo de los claustros universitarios del otro lado del Muro. Devenido crítico de arte y teórico de los medios, actualmente Groys vive en los Estados Unidos y suscita pasiones en ciudades de todo el mundo. Por caso, Buenos Aires. A principios de este mes más de setecientas personas se inscribieron a la charla virtual que, organizada por Malba y NYU Buenos Aires, acercó a Groys a los muchos seguidores locales de sus ensayos.

La pandemia también afectó al autor de Volverse público (Caja negra), que debió suspender viajes y practicar el aislamiento que fue la marca de este año. Poco afecto a la complacencia, no tiene problemas en afirmar que vivimos en una civilización básicamente frágil, sostenida en el más evanescente de los recursos, la electricidad, y expuesta a catástrofes de diverso tipo. Así y todo, es capaz de sonreír y pronunciar algo bastante parecido al optimismo: "Un aspecto quizás positivo de todo esto es que podemos sentir que estamos viviendo una aventura, todo el tiempo, inclusive sentados en casa frente a la computadora -dice-. Aunque no nos movamos demasiado por el contexto en que estamos viviendo, podemos sentir esta inestabilidad y por lo tanto este sentimiento de aventura."

-Cuando comenzó la pandemia, ¿se identificó con quienes anunciaban el fin de una era o con quienes decían que nada iba a cambiar?

-Creo que se van a producir cambios, pero en la misma dirección en que ya veníamos: creciente importancia de las redes sociales, de todo lo remoto, de todo lo de naturaleza digital. Mientras la economía tradicional y las estructuras sociales tradicionales colapsan, hay un desarrollo mucho más acelerado de lo digital. Es decir, que con la aparición del Covid lo que se produjo es una aceleración de las últimas tendencias.

-En relación a la capacidad de vigilancia de internet, ¿cree que se producirá algún tipo de quiebre? 

-El control ejercido por internet -hablo de las distintas entidades que gobiernan internet- es un proceso que seguirá ocurriendo de todas formas. Porque las actividades de nuestra vida cotidiana suceden mediadas por lo digital, y eso se profundizó con la pandemia. En el mundo digital, dependemos de los algoritmos gobernados por Facebook o Google, pero mientras estas entidades nos controlan, nosotros no podemos controlarlas a ellas. Hay una asimetría en la relación.

-¿Qué posibilidades tenemos de equiparar esa asimetría? ¿Estudiar matemática?

-Bueno, inclusive sabiendo de matemática no veo que haya una solución a este problema (risas). Porque internet sigue estando controlado por las grandes corporaciones. Así que por un lado me mantengo escéptico. Pero por otro, me parece que una posibilidad que podría darse es que internet se rompa, se desmenuce, se desglose. Sabemos que hay una competencia entre Estados Unidos, China y otros países por el universo digital y esta competencia entre diferentes países y diferentes representantes del sector privado podría conducir a que se rompa internet. Lo sabemos, internet es una estructura extremadamente global, mientras que los estados nacionales y las autoridades locales son precisamente eso, locales. La globalidad de internet es lo que determina su enorme influencia. Pero si los poderes políticos rompen esa estructura, eso podría conducir a un sistema más pluralista, con diferentes servicios digitales dentro de un marco más bien plural.

-En su libro Volverse público, usted habla del "diseño total de la vida". ¿Qué diferencia hay entre la unión entre arte y vida que proclamaban las vanguardias y ese "diseño total"?

-Hubo un cambio que marcó el paso de la cultura tradicional a la cultura digital. Algo marcado sobre todo por el individuo, por cómo se presenta el individuo a sí mismo en términos globales. En la cultura tradicional eran las élites artísticas las que abordaban al individuo como tal y las que distribuían mundialmente diferentes textos, imágenes. Ahora cualquier persona lo puede hacer, y eso determina un cambio extremadamente profundo. Al mismo tiempo, todas las personas son targets individualizados del mundo de la publicidad. En el pasado, la gente se interesaba solamente por la vida privada de las estrellas, pero ahora esto le puede suceder a cualquiera, por la singularización de la que es objeto la persona, y el hecho de que todas las personas están siendo abordadas por los sistemas digitales. ¿Qué significa esto? Implica un cambio profundo, un cambio con respecto a la cultura de masas. ¿Qué significan las vanguardias? Las vanguardias eran una respuesta a la cultura de masas. Había una cultura de masas que estaba considerada kitsch, dirigida a las masas, que eran anónimas. Por otro lado estaban las vanguardias, que eran la expresión de la individualidad creativa. Actualmente, todas las personas están obligadas a un self-design, a un autodiseño, a la creación de su propia imagen en las redes sociales. Mientras anteriormente había una libertad artística, ahora hay una obligación artística, estamos obligados a presentarnos a nosotros mismos. Y no estoy hablando solo de unos elegidos, absolutamente todas las personas están obligadas a diseñar una imagen de sí mismas. Es el algoritmo que gobierna internet, y que nosotros vivimos como una nueva divinidad. Si nos fijamos en lo que ocurre en sitios o redes como Instagram o Facebook, vemos que tienen una función muy confesional, la gente postea lo que come, a quién se encontró, qué estuvo haciendo, sus opiniones. Pero cuando nos confesamos, ¿quién es el destinatario? En la cultura tradicional era dios. En la cultura contemporánea es el algoritmo, un dios invisible. A veces estamos todo el tiempo tratando de comunicarnos con ese dios que es el algoritmo y a veces recibimos una respuesta, que es la publicidad, con los productos básicos que el algoritmo cree que nos van a gustar sobre la base de nuestra conducta en internet.

-¿O sea que somos más tradicionales que modernos, nosotros que nos creíamos tan posmodernos?

-Absolutamente. Nuestra vida cotidiana está sujeta a una serie de leyes, e normativas, que no podemos ver. El lado oscuro de internet. Estábamos hablando de internet en cuanto a los sistemas algorítmicos, pero también está el hardware, los sistemas de transmisión que constituyen internet, una parte bien material, bien tangible, que de todos modos, está siempre oculta a nuestros ojos. No sé si esto sucede en la Argentina, pero en Estados Unidos y algunos países de Europa hay una explosión de teorías conspirativas, y esto es la nueva religión de nuestra era. No somos ni modernos ni posmodernos, estamos más bien volviendo a la época medieval, en la cual el mundo era entendido como una gran conspiración. Esto está ligado a internet, un lugar que no podemos ver, que solo podemos imaginar. Y esa imaginación dispara esas formas de la teoría de la conspiración.

-¿Así se explicaría por qué nuestra época se fascina tanto con la tecnología al tiempo que desconfía de la ciencia? Pienso en los antivacunas, los terraplanistas.

-Sí, estamos totalmente fascinados con la tecnología y desconfiamos de la ciencia. El concepto clásico de la ciencia es que está basada en la repetición. Si yo hago un experimento tengo que poder repetirlo y ese experimento repetido en varias oportunidades pasa a formar parte de la ciencia. Por el contrario, la experiencia individual, única, pertenece al ámbito de lo místico, de lo religioso. No es ciencia. La individuación es entonces la acumulación de experiencias personales que no son repetibles. Algo que tiene que ver con nuestra relación don la tecnología, que es una experiencia no repetible. Heidegger alguna vez dijo que la tecnología es la realización de la metafísica, ligada a la realización del destino. Esto significa que nuestra relación con la tecnología no tiene que ver con el conocimiento, es una relación de desconocimiento y al mismo tiempo ligada al destino. Muy en la línea de la tragedia griega.

-Que siempre termina horriblemente mal.

- Sí, totalmente (risas).

-Esta idea del algoritmo como divinidad me recuerda al transhumanismo y las personas que están buscando cierta inmortalidad a través de medios tecnológicos, no espirituales.

-¿Cuál es la condición básica de la existencia humana? La finitud. Todos sabemos que vamos a morir. Ahora, bien, ¿qué es la inteligencia artificial? Una máquina, y la máquina no muere nunca. Entonces, la inmortalidad del ser humano sería igual a su maquinización, sería convertirlo en una máquina. Pero la máquina no piensa. El meollo de pensar es el miedo a la muerte. Cuando decimos que alguien es razonable, significa que es una persona que evita el peligro, para no morir. En este sentido, cuando se acumula la inteligencia, es el momento en que el ser humano, pasa a ser un objeto de cuidado a cargo de la máquina. Cuando el renacimiento empezó a forjar el humanismo, consistía en ver al ser humano como la fuente de poder, el más poderoso del planeta. El transhumanismo tiene una visión distinta: piensa en el cuidado del ser humano, que pasa a ser una criatura desdichada a la que hay que cuidar.

-¿Por qué solo podemos imaginar el futuro a través de distopías?

- Es muy difícil pensar acerca del futuro, probablemente porque quizás el futuro sea una continuación de las tendencias ya establecidas. Es interesante reflexionar sobre esta nueva civilización que se está forjando. La realidad es que son muchas las posibilidades destructivas y catastróficas en este actual sistema porque todo está basado en la electricidad. El sustrato material de internet es la electricidad. Y la electricidad es algo muy fácil de apagar, muy frágil como sistema. Si pensamos en la cultura babilónica o la cultura del antiguo Egipto, fueron culturas afectadas por catástrofes, pero aun así sus textos e imágenes sobreviven porque ellos los consagraron en piedra. Pero si algo sucede con la electricidad la memoria de nuestra cultura puede desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. La posibilidad de la catástrofe también es muy alta en términos culturales. Ahora bien, la catástrofe encierra en sí misma la posibilidad de un nuevo comienzo, y ese nuevo comienzo es también algo elevado. Pienso en un acueducto que vi en el sur de Francia una vez. Había sido construido por los antiguos romanos para transportar agua. Ya no transporta agua, pero sigue estando allí. Puede que en el futuro expongamos las computadoras no como medios, sino como reliquias, como ese acueducto romano.

-Está por salir un libro suyo sobre coleccionismo. ¿Cómo pensar una colección de arte en una época de tanta fragilidad?

- El coleccionismo de arte pasaba por los objetos, cosas tangibles que la sociedad identificaba como obras de arte. Pero ahora el arte es muy dependiente del contexto, es muy difícil entender una obra de arte contemporánea sin entender el contexto original en el cual esta obra fue creada. Por eso el arte contemporáneo se dirige cada vez más al evento, ya no tiene tanto protagonismo el objeto en sí, sino que cobran protagonismo las performances, los proyectos político y sociales, las exposiciones de corta duración. El estado de la reflexión sobre el contexto es algo muy inestable, e internet es el mejor lugar para documentar y proporcionar una descripción de ese contexto, mucho mejor que los museos, que son incapaces de dar lugar a todo ese material. Al mismo tiempo, en internet el archivo de la obra de arte es algo que no existe, porque es posible que las cosas desaparezcan. Tengo muchos amigos artistas que no confían en la imagen digital, y tratan de hacer algo físico porque temen que si se focalizan mucho en el evento y en lo digital puede llegar una instancia en que todo rastro de esa obra desaparezca. Lo que sí encierra internet es una promesa de divulgación, de publicidad para ese artista, a la vez que encierra una absoluta falta de estabilidad.

- ¿La marca de nuestra época?

-Sabés, es una marca de la vida humana en general (sonríe). Un aspecto quizás positivo de todo esto es que podemos sentir que estamos viviendo una aventura, todo el tiempo, inclusive sentados en casa frente a la computadora. Aunque no nos movamos demasiado por el contexto en que estamos viviendo, podemos sentir esta inestabilidad y por lo tanto este sentimiento de aventura. Una condición un poco extraña, vivir una aventura sentado ante la pantalla de una computadora.

Minibio

Boris Groys nació en Berlín en 1947. Estudió Matemática y Filosofía en la Universidad de Leningrado. Luego se doctoró en Filosofía en la Universidad de Münster. Además de ocuparse de diversas curadurías de arte, fue docente en la Escuela Superior de Diseño de Karlsruhe, la Academia de Bellas Artes de Viena y las universidades de Pensilvania, Filadelfia y Nueva York. Su obra ensayística se concentra en las vanguardias y el universo digital. Escribió Volverse público, Sobre lo nuevo: ensayo de una economía cultural, Bajo sospecha: una fenomenología de los medios.

domingo, 8 de noviembre de 2020

GLOBANT, EL OTRO UNICORNIO ARGENTINO, SIGUE LOS PASOS DE MERCADO LIBRE: DUPLICÓ SU VALOR EN UN AÑO Y SUS FUNDADORES MIRAN A URUGUAY

 

La empresa ya tiene un market cap en Wall Street de USD 8.300 millones, presencia en 17 países y no paró de crecer en medio de la pandemia. Reuniones en Olivos y consultas por nueva residencia fiscal

Por Sebastián Catalano. 8 de Noviembre de 2020

Globant es una empresa desconocida para la mayoría de los argentinos, pero para nada lo es en el mundo de los negocios, donde además por estos días se habla de ella por dos motivos: por sus números y el crecimiento que registra su negocio global en medio de la pandemia, y por sus fundadores y la tendencia a la que se suben cada vez más empresarios argentinos: irse del país en medio de un contexto que consideran de muy alta incertidumbre y, sobre todo, de ahogo impositivo. Se menciona a Globant en charlas en oficinas de tributaristas, en Buenos aires y Uruguay, entre los corredores de Bolsa y también en Olivos. Martín Migoya, CEO y cofundador de la empresa, suele ser uno de los invitados a las reuniones sectoriales con hombres de negocios que organiza, a veces de manera secreta, Alberto Fernández.

Según pudo saber Infobae, Migoya y algunos de sus tres socios fundadores de Globant –Guibert Englebienne, Martín Umaran y Néstor Nocetti– estarían en medio de alguna instancia de esos trámites engorrosos y complicados en los que los tributaristas destacan el riesgo de caen en la doble tributación. Sería el peor de los infiernos: pagar impuestos en dos países. Así lo confirman fuentes empresariales y oficiales, allegados, conocidos y entendidos en la materia, locales y uruguayos. Incluso, la última convocatoria presidencial, el mes pasado, encontró al CEO pasando unos días en Uruguay y tuvo que viajar de urgencia.

Unicornio tech

Este unicornio tecnológico nació en Buenos Aires en 2003, de la mano de cuatro ingenieros que se cansaron de trabajar para otros y, entre cerveza y cerveza en el bar de la esquina de la consultora que los empleaba, se pusieron como meta hacer una empresa moderna y ágil que vendiera servicios informáticos sólo en el exterior. Hicieron un breve plan de negocios en un powerpoint, dictaminaron que el inglés iba a ser el idioma nativo de la startup, armaron la valija y salieron a venderle al mundo.

Fast forward a hoy: la empresa tiene oficinas en 17 países, cotiza en Wall Street, tuvo ingresos por más de USD 659 millones el año pasado y en los últimos 12 meses más que duplicó su valor de mercado: pasó de unos USD 4.000 millones en noviembre de 2019 a USD 8.300 por estas horas (poco más del 10% de lo que vale Mercado Libre, pero casi 6 veces más que YPF). La pandemia aceleró la adopción de sus soluciones en todo en el mundo y la facturación y la presencia global de la empresa se dispararon.

Al otro lado del charco

El paralelismo con Mercado Libre es inevitable. Marcos Galperin y Migoya tienen una muy buena relación, son amigos. Se consultan, hablan, comparten ideas. No sólo eso, ambos recibieron el ticket dorado para ingresar a lo más granado del establishment local y son miembros de AEA, la Asociación Empresaria Argentina. Fueron los primeros empresarios de internet que se sentaron a la mesa que nuclea a los dueños de las empresas más grandes del país: Paolo Rocca, Héctor Magnetto, Alejandro Bulgheroni, Luis Pagani, Eduardo Elsztain y otros.

El alma mater de Mercado Libre se fue a vivir con su familia a Uruguay hace casi un año, justo antes de que asumiera Alberto Fernández. Se fue “cansado del manoseo”, según le aseguró a este medio por entonces una de las personas que mejor lo conocen. “Motivos personales”, adujo formalmente la empresa sin dar más datos de la partida. Razones al margen, lo cierto es que Galperin volvió a cruzar el charco luego de vivir allí durante todo el kirchnerismo y de regresar durante el gobierno de Mauricio Macri, a quien apoyó y llamó a votar el año pasado luego de las PASO. Hasta fiscalizó para Cambiemos en las presidenciales que perdió Macri.

Ahora, Galperin vive en Uruguay y fue uno de los primeros empresarios importantes de la Argentina que tomaron la decisión de irse, seguramente en parte también cansado de las altísimas cargas tributarias. La suba de la alícuota de bienes personales –cuando se saltó de la promesa de 0% de Macri a 2,25% con la ley de Emergencia de Fernández– fue la gota que derramó el vaso para muchos y el gatillo para empezar los trámites para pedir la residencia fiscal del otro lado del Río de la Plata. Por esos días, incluso, ni siquiera estaba tan instalado el tema del impuesto a la riqueza.

Infobae dio más detalles de la situación ayer: según especialistas, entre 11.000 y 25.000 comenzaron a llenar papeles en ese sentido en los últimos tres meses. Otros nombres conocidos que lo hicieron: Federico Tomasevich, de Puente, y Gustavo Grobocopatel, el “rey de la soja”.

“Ni confirmo, ni desmiento. Hablemos de Globant; del resto, no. No me expongo”, le dijo a Infobae Migoya. Su postura es férrea, similar a la de sus socios: insiste con que no habla de su vida personal, ni para bien, ni para mal; ni para confirmar, ni para desmentir; repite que es un tema personal y que no expone al periodismo su vida privada. Sí aclara, por las dudas y en medio de un contexto de salida para muchas multinacionales, que la empresa “de ninguna manera” se va del país.

Estamos pasando un momento muy difícil, que venía mal y se complicó más con la pandemia. Hay muchas cosas pendientes. La brecha cambiaria no ayuda, pero creo que hay buenas intenciones en el Presupuesto. La idea de hacer las cosas más balanceadas (Migoya)

"Viajo mucho, estoy mucho afuera. Soy un ciudadano del mundo, de verdad. Lo que puedo comentar es que desde hace un tiempo estamos analizando la posibilidad de moverme a EEUU o Europa, para estar cerca de mis clientes, dado que somos una empresa cada vez más global. Hoy, más que nunca, tenemos que aprovechar la oportunidad gigante que representa para Argentina la aceleración tecnológica post pandemia y el posicionamiento de liderazgo de Globant. Como parte de esta visión también estamos trayendo más management global para estar en esas geografías, cerca de ellos. Es nuestro plan para seguir creciendo y ampliar nuestra presencia en el país”, argumenta e insiste en no hacer ninguna mención a Uruguay.

Migoya detalla que no tiene previsto ver a Alberto Fernández en los próximos días. Según pudo saber Infobae, la idea de que se mude al país vecino no cayó nada bien en la cima del Gobierno.

El negocio y el país

Este año Globant anunció la compra de gA, otra tech argentina, por USD 75,5 millones y el raid de adquisiciones es sostenido en los últimos tiempos. Migoya detalla que están invirtiendo USD 50 millones para construir tres edificios, en la Ciudad de Buenos Aires, Tandil y Córdoba; que contratarán 5.000 empleados en los próximos dos o tres años; y que mañana anunciarán una donación al Estado nacional de USD 250.000 en 42.000 kits de testeo para el coronavirus.

 “Nuestra industria se disparó: ahora todos tuvieron que hacer la reconversión digital de una vez y muchos nos llamaron. Además, el dinero está barato en el mundo y los activos de las empresas que crecen son más apreciados que antes. Hay tasa negativa y los fondos se vuelcan a activos. Es un momento único donde se dan esos dos fenómenos, y nosotros estamos en el medio. Por eso valemos mucho más… se pone bueno”, detalla el empresario.

- ¿Cómo evalúa la situación económica de la Argentina?

- Estamos pasando un momento muy difícil, que venía mal y se complicó más con la pandemia. Hay muchas cosas pendientes. La brecha cambiaria no ayuda, pero creo que hay buenas intenciones en el Presupuesto. La idea de hacer las cosas más balanceadas. Tengo fe de que, de a poco, la actividad retomará luego de una baja violenta. Espero que se balanceen mejor las cuentas. Insisto, la brecha es muy grave, lo dijo el propio ministro Guzmán. Todos miran ese dól. Tenemos empleados que se van de Globant a trabajar con alguien que le paga desde afuera; se pierden las cargas, los impuestos. La coyuntura es complicada, ojalá que esta “primavera” económica, más la vacuna, generen un clima de que las cosas estarán mejor. Hay que tener mucha disciplina fiscal. Construir un Estado confiable, para que la moneda sea confiable y los argentinos confíen en ella, que en definitiva es confiar en el Estado. Ese trabajo se tiene que hacer muy bien. Se están dando algunos pasos. ¿Son suficientes? No sé, no soy economista.

DESARROLLO DIGITAL: LA OPORTUNIDAD DE LA ARGENTINA EN LA REVOLUCIÓN DE LAS TICS

María Julieta Rumi Melisa Reinhold María Filgueira

8 de noviembre de 2020

En este año marcado por la pandemia de Covid-19, procesos que en otro momento hubieran demandado mucho tiempo, se tuvieron que completar solo en semanas, para posibilitar el teletrabajo, la educación a distancia y la telemedicina. La situación aceleró así la transformación digital en las organizaciones y llevó a analizar la fortalezas y debilidades del ecosistema. Sobre eso hablaron ejecutivos de empresas, emprendedores y académicos, en un encuentro organizado por LA NACION sobre el desarrollo digital de largo plazo.

1. Cómo impulsar la inversión para aliviar la brecha digital

En su presentación, Enrique Carrier, analista de la industria de telecomunicaciones, describió qué se necesita, según su opinión, para expandir el negocio del sector y achicar la brecha digital. "Inversión para conectar a toda la población, un Estado que genere las condiciones para incentivar al sector privado, y más y mejor conectividad para que todas las regiones del país y sus habitantes desarrollen su potencial", enumeró. Agregó que las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) "no se desarrollan en una burbuja", sino que dependen en gran parte por el contexto macroeconómico.

También advirtió que el Estado no puede resolver la brecha solo, pero sí debe sentar las bases para que haya más inversiones y para que se pueda llegar a "conectar a la población que está dispersa" por el país.

Según Carrier, en la Argentina hay diferencias entre provincias en cuanto a la conectividad enlos hogares, que se resolverían con más fibra óptica, un uso maximizado de la capacidad inalámbrica y 5G. En este punto, dijo que la Argentina va a tardar en desplegar la quinta generación de tecnologías de telefonía móvil, pero que es importante para el desarrollo de las TICs.

Propiciar la interacción de los actores, lograr infraestructuras físicas mayoristas y moderar la avidez recaudadora son los tres puntos que recalcó como hechos necesarios para bajar los costos del despliegue. "Hay que tener una normativa que sea de referencia y establezca incentivos", cerró.

2. El desafío de explotar el potencial

La pandemia aceleró los procesos de transformación tecnológica. Sin embargo, de cara al futuro la Argentina deberá enfrentar varios desafíos para desarrollar el potencial de las TICs.

"Hemos sabido navegar esta crisis gracias a la transformación digital. Las TICs han jugado un papel fundamental. La transformación digital no es una oportunidad, sino una necesidad", expresó Sebastián Nieto Parra, jefe para América Latina y el Caribe de la OCDE, en diálogo con los periodistas Ignacio Federico y Carla Quiroga.

"Hoy el sector cuenta con más de 70.000 empresas, más de 600.000 empleos y genera incentivos al desarrollo de la tecnología digital. Si a eso le sumamos que la economía es hoy más digital, que la irrupción de la industria 4.0 viene avanzando y que este período de cuarentena aceleró la digitalización de la economía, creo que las TICs tienen una oportunidad muy grande por delante", señaló Damián Testori, director de la consultora Abeceb.

Según señaló, si se mira a nivel global, el Estado regula principalmente al sector para que no haya abusos en las tarifas. Y, por otro lado, para asegurar la conectividad y federalizar el acceso a la comunicación.

En el caso de la Argentina, el director de la consultora Abeceb expresó: "Históricamente hemos visto intervención del Estado en el congelamiento de tarifas. Si una compañía global tiene que tomar decisiones de inversión, miden un poco esas cosas, y eso las puede detener e incluso retraer".

En la misma línea, Marcelo Celani, economista y profesor de la Universidad Torcuato Di Tella, expresó: "Necesitamos una regulación inteligente. No solamente se necesita la estabilidad de las reglas, sino que sean razonables, coherentes y consistentes en función de los objetivos que se tienen".

3. Talento argentino: la razón para seguir apostando

A pesar de las devaluaciones y de la incertidumbre que supuso el nuevo tratamiento de la Ley de Economía del Conocimiento, finalmente sancionada y reglamentada, empresas que producen conocimiento y exportan servicios destacan al talento argentino como la razón para hacer negocios en el país.

"La Argentina tiene un potencial enorme. El talento argentino es único en muchos sentidos. Las oportunidades en el país son de carácter global", afirmó Martín Migoya, cofundador y CEO de Globant, vía Skype, en diálogo con José Del Rio, secretario general de Redacción de la nacion. Migoya dijo que lo alegra haber sido parte de la ola que creó oportunidades "para que la gente no se vaya del país", y listó todas las oficinas que abrió la compañía en distintos puntos de la Argentina.

Por su parte, Roberto Alexander, presidente y gerente general de IBM Argentina, dijo que el país tiene el talento pero que hay que seguir trabajándolo. "Las empresas están transformándose; la pandemia aceleró la transformación digital y hay una oportunidad para repensar las organizaciones no solo en lo tecnológico, sino también en lo cultural. En lo que hace a la tecnología hay una enorme oportunidad en soluciones de inteligencia artificial, blockchain y la nube que permite la colaboración y el armado de ecosistemas. En la Argentina hay un gran ecosistema digital", describió.

Sin embargo, dijo que la economía del conocimiento necesita de un "buen marco" para explotar. En el mismo sentido opinó Gastón Irigoyen, CEO de Naranja X. "Talento hay, pero necesitamos un framework. Es como el deporte: con solo tener el talento no alcanza. Se necesita disciplina y un plan de largo plazo", describió.

Por último, Matías Arturo, Strategy & Consulting Lead for Hispanic South America en Accenture, dijo que la Ley de Economía del Conocimiento permite desarrollar de forma estructurada la oferta de capacidades al mundo, pero que el marco "es inmaduro" y "está desarrollándose a partir de las empresas, el Estado y la regulación".

4. La infraestructura, clave para tener un futuro digital

En un mundo cada vez más digital, el desarrollo de la infraestructura en las telecomunicaciones es clave para que el sector se siga expandiendo y desarrollando. Pero, teniendo en cuenta que es un rubro intensivo en capital y cuyas inversiones son a largo plazo, la seguridad jurídica resulta fundamental para que las compañías apuesten a futuro.

"Las tecnologías digitales son esenciales y tienen muchísimas oportunidades en América Latina si las condiciones apropiadas se instalan. Tenemos un continente joven, con posibilidades de formar mucho capital humano en estos temas y, esencialmente, en el desarrollo de comunicaciones muy poderosas, que son la base fundamental del desarrollo digital", expresó la secretaria general de la Asociación Interamericana de Empresas de Telecomunicaciones (Asiet), Maryleana Méndez.

La experta dialogó desde Costa Rica con el periodista Ignacio Federico y explicó que, para que las compañías inviertan, es necesario que un país cuente con "seguridad jurídica".

"Es un sector intensivo en capital, con muy fuertes inversiones, que se deprecian a largo plazo. Durante muchos años hay que tener el negocio en marcha para poder recuperar lo que se perdió. La seguridad jurídica es básica y fundamental y esto es un elemento que nos preocupa, sobre todo en este momento, ya que definitivamente la recuperación económica es digital", consideró.

Respecto del decreto de necesidad y urgencia (DNU) que en nuestro país congeló los precios de la telefonía móvil, de los servicios de internet y de la televisión por cable y los declaró servicios públicos esenciales en competencia, Méndez consideró que la medida desalienta las inversiones.

"Debe haber reglas adecuadas y no sorpresas. Las implicancias son muchas y hay que manejar con mucho cuidado el tema, porque estamos congelando tarifas y eso significa menos inversiones. La regulación tarifaria es la más intrusiva de las regulaciones, porque es meterse directamente en el negocio", subrayó.

5. Acercar a sociedades aisladas

Si el Covid-19 funcionó como un "acelerador" del desarrollo de las TICs durante este último tiempo, las nuevas conexiones en los lugares "más remotos" de la Argentina tuvieron su propio impacto. El efecto fue mucho más fuerte en las sociedades que estaban aisladas del resto del mundo.

"Estar conectados de forma permanente influye en el bienestar de cada uno de los habitantes", afirmó Walter Nahuel Tripay, jefe de la Base Antártica Esperanza, en diálogo con la periodista Carla Quiroga. Allí viven 10 familias; son en total 63 personas y recién este año tuvieron una conectividad completa en el lugar.

"Antes, para comunicarme tenía que marcar 25 números que me habilitaban un crédito y podía hablar solo un tiempo -dijo-. La conectividad nos permitió estar con nuestros seres queridos todo el día".

"La llegada de la antena de telefonía móvil nos favoreció mucho, porque no teníamos conexión directa a ninguna región importante del país. Hoy, nos podemos conectar con el mundo", describió Ángel Luna, jefe comunal de Chuña, localidad en la provincia de Córdoba. "Era un pueblo prácticamente olvidado", aseguró. Con 500 habitantes, Chuña está 136 kilómetros al norte de la capital.

"En la Puna fue lo mejor que pudimos tener, gracias a eso está la universidad aquí. De ninguna manera hubiéramos podido si Telecom no hubiera instalado todos los aparatos que ha puesto", dijo por su parte Rosario Quispe Warmi, coordinadora de la Universidad de la Puna.

Rosario es una mujer coya y líder natural de la Puna Jujeña. Trabaja para que las comunidades coyas puedan desarrollar su vida en su tierra, sin tener que emigrar forzadamente a las ciudades.

6. La pandemia como estímulo a la creatividad

El creativo publicitario Rodrigo Figueroa Reyes, fundador de FCB&FiRe -la primera red latina de branded content con presencia en nueve ciudades-, habló del nuevo mundo que se abre para la publicidad con la pandemia y dijo que se "dinamizó la cabeza de la gente".

En cuanto a la marca país, dijo que en España (desde donde se comunicó por videoconferencia) le ofrecieron un crédito "sin necesitarlo" con una tasa del 1,8% y a 10 años, cuando en la Argentina "puede haber una tasa del 40% a 15 días". Pero, incluso con la macro jugando a favor, según él, España está viendo si este año tiene un segundo unicornio -empresa valuada en US$1000 millones- cuando la Argentina ya tiene cinco "y tal vez este año llegará a ocho".

"La Argentina es un país de emprendedores. Los argentinos tienen hambre y el hambre no se hereda. Va más allá de la comida. Los argentinos tienen hambre de gloria, de comerse al mundo", afirmó.

En cuanto a FiReSPORTS, la organización de e-sports que creó Figueroa Reyes y que cuenta con gaming offices, estudios para producir contenidos, y que tiene una liga de Counter Strike, dijo que es un spin off de la agencia a partir de la experiencia de su hijo Jerónimo, que es streamer y jugador de Fortnite. "Las ligas son campeonatos que tienen jugadores que pertenecen a equipos que tienen coaches, psicólogos, nutricionistas y las marcas se meten porque, de esta forma, conectan con los jóvenes", explicó.

Por último, consultado acerca de lo que necesita la Argentina para capitalizar la oportunidad que abre la transformación digital, dijo que hay que llegar a un acuerdo para tener seis o siete políticas de largo plazo.

7. La tecnología como herramienta de desarrollo

Una aplicación que busca cambiar la forma de aprender, una firma cordobesa que desarrolla soluciones de Internet de las Cosas en Silicon Valley, una compañía que incorpora a personas de entornos complejos y una plataforma que ayuda a las marcas a volverse más competitivas en el e-commerce. Si bien los emprendimientos son diferentes, todos están atravesados por la tecnología. Sobre este eje giró el panel titulado "El ecosistema digital como impulsor del emprendedurismo", que moderó Del Rio.

Arbusta brinda servicios digitales y acompaña a compañías de todo el mundo en su proceso de transformación digital. Sin embargo, para Paula Cardenau, su directora y cofundadora, su sello distintivo es el equipo de trabajo conformado por 300 centennials de la Argentina, Uruguay y Colombia.

"Nuestro foco está puesto en desarrollar el talento allí donde hoy el mercado no mira. Una de las creencias más arraigadas que tenemos de la pobreza es que un pobre consume y es violento. Eso hace que la barrera invisible al momento de contratar a una persona sea altísima. Decidimos hacernos cargo de eso y armar una empresa que genere ese primer empleo", remarcó.

La aplicación Apprendo salió formalmente al mercado el 13 de marzo, con el objetivo de impulsar y facilitar el acceso a la educación extracurricular. Una semana después, el Gobierno decretó el aislamiento obligatorio y todo cambió.

"Un desafío bastante interesante es que había muchos profesores acostumbrados a dar clases presenciales. Entonces, identificamos ese problema y buscamos la manera de ayudarlos en este camino de transformación digital", explicó Verónica Silva, creadora de la app.

En 2013, Cecilia Flores y su marido fundaron WeBee, en Córdoba, una compañía que busca acelerar la adopción de Internet de las Cosas. Sin embargo, en 2015 las trabas para acceder a las importaciones hicieron que mudaran su negocio hasta Silicon Valley.

"Es importante intentar trabajar más como un ecosistema. Una de las cosas que funcionan muy bien es trabajar con empresas ya consolidadas en resolver problemas, junto a emprendimientos, para así ayudar a los emprendedores a acelerar su llegada al mercado", consideró.

Otro caso contado en el panel es el de Nubimetrics, un emprendimiento que se vio revolucionado por el boom que tuvo el comercio electrónico durante la pandemia. La plataforma, creada para brindar información al mundo del e-commerce y ayudar a las marcas a potenciar sus negocios, comenzó a tener una gran demanda de nuevos usuarios a partir de marzo.

"Dado el crecimiento exponencial y desordenado que tuvo el e-commerce durante la pandemia, la información cobró una relevancia nunca antes vista. Tuvimos que adaptarnos a nuevos clientes, con nuevas necesidades, y creamos una plataforma de educación en comercio electrónico", explicó Pamela Scheurer, cofundadora de Nubimetrics.

8. Ley de Teletrabajo, "freno de mano" a la economía

"Tener una buena infraestructura de telecomunicaciones es esencial, y cuanto más vayamos avanzando en la digitalización más esencial se vuelve", explicó Santiago Bilinkis, emprendedor y tecnólogo. Asimismo, aseguró que el Covid-19 fue un "extraordinario catalizador de cambio" y que la digitalización trajo aspectos positivos, ya que, tanto en la educación como en la medicina, se dieron saltos "hacia adelante".

En cuanto al teletrabajo, dijo que ha sido una revelación. "Ya sé que mucha gente está cansada de trabajar en su casa, de tener a los chicos todo el día, pero no hay que pensar en la situación coyuntural de ahora", afirmó. Y agregó que lo que pasó con la Ley de Teletrabajo fue "insólito" y que lo aprobado por el Congreso implica poner "un freno de mano" a todas las ventajas que esta modalidad demostró tener.

"La pandemia nos impulsó a hacer un montón de cambios de un minuto para el otro, y la productividad, no solo no baja, sino que sube. También aumenta la satisfacción laboral y la satisfacción de tener un balance entre la vida personal y la vida profesional", dijo.

9. La "última" oportunidad

Como cierre del evento, José del Rio entrevistó al empresario, conductor y CEO de Vorterix Media, Mario Pergolini, que se refirió a la actualidad argentina y dijo que, más allá de la inflación y de algunas leyes que resultan inaplicables, como la del teletrabajo, el país tiene una "última oportunidad", que es la de apostar a la educación y al desarrollo digital, después de no haber logrado industrializarse, por "pereza o malas administraciones".

"Creo que en este nuevo mundo la Argentina vuelve a tener una última posibilidad en la industria de lo digital, lo creativo, en donde hay que aprovechar todo eso, porque no vamos a tener más industrias grandes y lo digital necesita de un crossover de muchas disciplinas. Se necesitan ingenieros, diseñadores, se necesitan sociólogos, tenemos mucha big data, un montón de cosas que analizar, se necesitan filósofos. Y yo creo que la Argentina todavía tiene eso y tenemos ese hormigueo de poder realizar cosas. Entonces hay que aprovecharlo y hay que hacerlo", cerró.

Cómo creció el tráfico de Internet durante la pandemia

El tráfico de Internet a nivel país registró en abril -primer mes de cuarentena dura en la Argentina- un crecimiento del 65% respecto de igual mes de 2019, según la Cámara Argentina de Internet (Cabase)

"Como producto del aislamiento preventivo y obligatorio iniciado el 20 de marzo en la Argentina, se registró un importante crecimiento del tráfico, que durante marzo y abril llegó al 35%, en comparación al tráfico promedio de febrero, ubicándose para finales de abril en 780 Giga bits por segundo (gBps), lo que representa un crecimiento del 65% con respecto al mes de abril de 2019", indicó Cabase.

En la presentación de la edición del primer semestre del Cabase Internet Index, el presidente de la cámara, Ariel Graizer, deslizó la posibilidad de que antes de fin de año el tráfico de internet a nivel país pueda llegar a un Terabyte, lo que equivale a 1000 gigabytes (GB).

Esta medición da cuenta del tráfico que circula en la red nacional compuesta por 30 puntos regionales de interconexión (IXP), que incluye contenido internacional buscado y difundido por los usuarios desde la Argentina.

Desde Cabase señalaron que este incremento fue impulsado debido a que los usuarios comenzaron a subir una mayor cantidad de videos en los últimos meses.

En la entidad acotaron que, de hecho, la circulación de videos en internet "superó al consumo de televisión abierta y televisión paga".

En este marco, en la actualidad una de las plataformas más difundidas de contenido audiovisual acapara el 30% del tráfico en redes, a lo que se suma el uso de las videoconferencias que salieron del ambiente laboral y se expandieron al educativo y familiar.

"Los servicios paquetizados (internet más TV o internet más TV y telefonía) siguen empujando el crecimiento del video y otros servicios", indicó Graizer, quien agregó que el tráfico diario sigue reflejando la misma curva existente antes de la cuarentena, "con incrementos durante la mañana y el mediodía".

Lo que pasó en este tiempo en los hogares, ahora convertidos en oficinas, escuelas y espacios de entretenimiento, fue que hubo una necesidad de "duplicar la velocidad" de acceso a internet, dijo el directivo.

Según el informe, en marzo de 2019 las conexiones con velocidad superior a 20Mbps representaban tan solo un 29,02% del total del mercado, mientras que en marzo de este año ya alcanzaban un 47,97%, generando un gran crecimiento de la velocidad promedio, que pasó de 17 Mbps en marzo del año pasado a 38 Mbps en el tercer mes de 2020.

Como parte de este proceso, se observó también una sustancial disminución en las conexiones con velocidades inferiores a 20 Mbps, que cayeron de un 70,98% a un 52,03% del total de conexiones en el mismo lapso.

La capacidad de dar accesos con mejores niveles de velocidad está atada a la tecnología con la que se llega a la casa del cliente, por lo cual "es necesario un mayor desarrollo de la infraestructura de fibra al hogar", indicó Graizer.

La Argentina contaba con 1.047.817 conexiones por fibra óptica en el mes de marzo último, con un crecimiento de 64,4% respecto a ese mes del año pasado.

En la comparación interanual por tipo de tecnología, la fibra óptica acusó un continuo incremento, seguida de los accesos con cable modem y los inalámbricos.

 

Por su parte, las cuentas de ADSL (línea de abonado digital asimétrica) habían registrado en 12 meses la caída de 800.000 conexiones, con una merma del 27%.

A nivel país, 2618 localidades cuentan con acceso a internet. De ese total, el 34% es con sistema alámbrico; el 20%, inalámbrico, y el 46%, con ambos tipos de tecnologías de acceso.

 

Por: María Julieta Rumi, Melisa Reinhold y María Filgueira

lunes, 19 de octubre de 2020

EFECTO PULP FICTION: QUÉ UNE A LOS DRONES, LOS CÓDIGOS GR, LOS JUEGOS DE MESA Y EL MEDIOEVO

 

Sebastián Campanario. 18 de octubre de 2020

Una de las películas más influyentes de la historia del cine ya tiene más de un cuarto de siglo. Pulp Fiction, de Quentin Tarantino, se estrenó a mediados de 1994. Con el correr de los años se transformó en una leyenda y hay críticos que la ponen a la par de Star Wars, o de algunos de los tanques de Steven Spielberg, en el ranking de íconos cinematográficos de la cultura pop. Aunque no recaudó tanto como la saga de George Lucas, sí se la considera una bisagra que impactó profundamente en la forma de hacer cine de las generaciones de directores que siguieron.

Pero Pulp Fiction promovió otro cambio de magnitud: significó la "resurrección" actoral de John Travolta, que luego de dos hits de finales de los 70 (Fiebre de Sábado por la Noche y Grease) entró en una etapa sombría en su carrera cinematográfica. El papel de Vincent Vega lo volvió a traer al estrellato y a los contratos de más de diez millones de dólares por película.

¿Qué tiene que ver esta historia con la dinámica de cambio de 2020? El primero en hacer una conexión al respecto fue el divulgador y estratega Mark Pollard, autor de Estrategia en tus palabras, quien en Twitter hizo alusión al parecido entre la trayectoria de Travolta y los códigos QR: arrancaron con todo en su momento y parecía que se comían la cancha para luego entrar en una meseta, en la cual muchos pronosticaron su fracaso definitivo. Pero llegó la pandemia y la economía sin contacto, un combustible mágico que volvió a acelerar la maquinaria de los QR en poco tiempo.

"Uno podría pensar en un ?Efecto Pulp Fiction' que se puede ver en infinidad de tecnologías y tendencias sociales", explica el creativo argentino Carlos Pérez, director de la agencia BBDO, a quien semanas atrás se le ocurrió esta etiqueta y quien viene recopilando ejemplos de esta particular dinámica de cambio, desde los casos de Zoom a plataformas de entrenamiento online, pasando por la industria de los drones.

En este 2020 hay tendencias que venían lanzadas y se aceleraron: lo más obvio es la avenida digital en general (teletrabajo, educación remota, tele medicina) pero también el hecho se da en los combustibles renovables y en otras áreas. Hay en otro campo carambolas a varias bandas, propias de los sistemas complejos, que promueven cambios impredecibles (no tendenciales). Los que se inscriben en el Efecto Pulp Fiction están más cerca de los del primer tipo: estaban en una suerte de hibernación y la pandemia los volvió hiperrelevantes.

Hay una curiosidad que une a los códigos QR con Pulp Fiction: fueron creados en 1994, el año del estreno de la película. Surgieron a partir de una iniciativa de la empresa japonesa Denso Wave, una subsidiaria de Toyota. "QR" es por quick response: respuesta rápida en inglés. En su momento se presentaron como una evolución del código de barras y se volvieron muy populares en Japón. Unos años más tarde se pronosticó que invadirían todas las esferas de nuestra vida cotidiana, pero eso no sucedió... hasta este año, en el que nos encontramos leyendo el menú de un bar o pagando un producto mediante este atajo, que resurgió como una solución ideal para los tiempos que corren.

El 2 de octubre, la revista Fast Company publicó un artículo titulado "Cómo el Covid-19 ayudó a la problemática industria de los drones a levantar vuelo". Años atrás, el sector era una de las tendencias más "calientes" en Silicon Valley. Pero muchas de las startups que se lanzaron no le encontraron la vuelta al negocio, cayeron en su cotización o directamente desaparecieron. El año pasado, el segmento creció un 39%, un número que parece bueno, pero que para los parámetros de startups emergentes fue un fracaso: entre 2018 y 2017 se había crecido en un 140%.

Sin embargo, la pandemia hizo que muchas empresas grandes aumentaran la prioridad de sus programas con drones: la menor movilidad de las personas, el auge del comercio por delivery y la necesidad de minimizar el contacto físico hicieron que los drones en 2020 estén protagonizando su propio y rutilante "momento Pulp Fiction".

"Uno puede encontrar este tipo de trayectoria en infinidad de cambios sociales; el ?efecto Pulp Fiction-Travolta' excede al mapa de la tecnología", dice Pérez.

La semana pasada hubo una conversación interesante en redes sociales acerca del "boom de historiadores medievales". Los recuerdos de la peste y de grandes pandemias históricas, el miedo al contagio, la incertidumbre extrema, las etapas oscuras y el sálvese quien pueda son vectores que acercan un "déjà vu" de esta fase. La historia medieval, una rama a menudo dejada en segundo plano en esta disciplina, de golpe irrumpió en los medios de comunicación con historiadores de esta etapa que gozan de su cuarto de hora de fama.

Pérez trae a cuento otra tendencia social, apalancada en tecnología, que también atraviesa su momento Pulp Fiction: la de distintos tipos de juegos. "Among Us", la bomba del mundo gamer en 2020, no es un juego nuevo: existía desde 2018. Solo que en sus primeros dos años de vida sumaba 200 jugadores diarios y durante la cuarentena llegó a tener picos de medio millón de participantes: creció tanto como el cachet de Travolta luego de la bisagra de 1994. "Among us" ofrece partidas cortas, en la que un grupo de jugadores en una nave espacial deben descubrir quiénes son los saboteadores.

Juegos de mesa adaptados

Pero este mercado atraviesa otro "efecto Pulp Fiction", que llegó de un lugar inusitado: el de tradicionales juegos de mesa que se apalancaron en tecnología para crecer durante la pandemia a través de nuevas plataformas, influencers y dinámicas híbridas. La firma de inversiones Andreessen-Horowits publicó días atrás un informe, firmado por Jonathan Lai y Andrew Chen, que da cuenta de este fenómeno.

Los ejemplos se acumulan. Dungeons & Dragons, el más famoso de los juegos de rol, lanzado en 1976, viene creciendo a dos dígitos en los últimos cinco años y la suba se empinó durante la pandemia hasta tocar los 40 millones de jugadores a nivel global. Aquí hubo un anterior "efecto pop" que aceleró su incremento: la serie Stranger Things donde los protagonistas son fanáticos de D&D.

El mercado de los juegos de mesa, según Lai y Chen, mueve 12.000 millones de dólares al año y crece al 9%. El número apunta a dispararse por cuatro motivos: el interés por ver partidas en vivo, los contenidos generados por usuarios, las experiencias nuevas basadas en audio y las comunidades en red.

La tendencia alcanzó al ajedrez, con una duplicación en 2020 de la cantidad de jugadores que completan partidas online. Al inicio de la cuarentena grandes maestros muy carismáticos se volvieron influencers del juego ciencia con un éxito fenomenal. Hikaru Nakamura consiguió que medio millón de entusiastas siguieran sus partidas en vivo contra campeones de League Of Legends y Fortnite, en tanto que la maestra FIDE Alexandra Botez consiguió más de 320.000 espectadores. Las horas sumadas de atención para partidas de ajedrez en la plataforma Twitch totalizaron 36 millones en lo que va de este año 2020, según datos de Andreessen Horowitz.

En abril, un tuitero argentino posteó un mensaje que se viralizó: "Hizo falta una PANDEMIA GLOBAL para que la inmobiliaria accediera a pasarme el CBU para que le deposite el alquiler". Los "efectos Pulp Fiction" están por todos lados.

domingo, 18 de octubre de 2020

YUK HUI: "LA COSMOTÉCNICA NO ES NACIONALISMO, NO ES FASCISMO, NO ES UNA IDENTIDAD POLÍTICA"

En su libro Fragmentar el futuro: ensayo sobre la tecnodiversidad, este ingeniero y filósofo chino educado en Hong Kong, Inglaterra, Alemania y Francia, explica cómo diferentes epistemologías crean diferentes tecnologías.

 “Si la modernización sigue así, tendremos una sucesión de catástrofes. Hay que preguntarse adónde nos lleva la competencia entre las tecnologías del mundo”.

—Usted se opone a la idea tradicional de que la tecnología es un universal antropológico, una exteriorización de la memoria y una liberación de los órganos. ¿Por qué está constreñida y posibilitada por cosmologías particulares que trascienden la funcionalidad y la utilidad?

—Desde hace mucho tiempo tenemos la impresión de que la tecnología es universal. Critiqué este concepto. No me resulta adecuada la idea de que la tecnología es universal y que hay una sola historia, que es la del progreso. Presenta muchas dificultades. La de la universalidad de la tecnología es una idea que parece existir en diferentes disciplinas, por ejemplo, en la filosofía de la tecnología, en la antropología de la tecnología, en la historia de la tecnología. Especialmente aparece en la historia de la tecnología. Muchos investigadores comparan la tecnología china con la de Europa, buscando cuál es la más avanzada. No lo hacen todos, pero sí muchos. Parten del supuesto de que son la misma tecnología. Y parten de las mismas premisas epistemológicas y ontológicas. Pero resulta esencialmente injusto compararlas: además de difícil, casi imposible. Son conceptos que también trabajó el sinólogo e historiador Joseph Needham. Mi idea fue desafiar aquello de que los conceptos sean universales. Un producto, como un periódico, puede tener un mismo tipo de material. Pero esto no significa que sea el mismo material, aunque tenga los mismos componentes. Intenté reabrir la reflexión sobre la cuestión de la tecnología como algo universal. No se trata de una postura particular, como se habla de universalismo o relativismo. Para mí, la universal es solo una dimensión de la existencia. Y allí, en ese universo de dimensiones, la tecnología sería la externalización de la memoria y la liberación de todas las cosas en algún lugar de las piezas que usted acaba de leer como tratando de demostrar que podría haber un universo de dimensiones, por ejemplo, en la forma en que entendemos la tecnología como la externalización de la memoria y la liberación de todas las cosas. 

—¿Qué ventajas genera redescubrir una multiplicidad de cosmotécnicas con sus respectivas historias en lugar de entender a la tecnología como aquel universal?

—Trascender no solo lo antropológicamente universal, sino también entender un universo o una sola historia de tecnología o historia o tecnología como algo universal y percibir que lo que estamos viendo es que estamos compitiendo en una sola tecnología. En realidad, lo que sucede es que estamos viendo la competencia de ciertas inteligencias para ver cuál es más eficiente, o cuál es más rápida. Estamos en un tipo de competencia global de tecnología. Viendo las formas de esta competencia cabría preguntarse adónde nos lleva.

—Citando la conferencia de 1949 de Heidegger “La pregunta por la técnica”, se refirió a tecnologías milenarias como las de India y China, pero también las de los mayas, incas y mapuches, estos últimos dos pueblos precolombinos de Argentina. ¿Del estudio de la antropología de la tecnología surge algo aplicable de las cosmotécnicas precolombinas que pueda ser restablecido?

—Esto se conecta con la pregunta que hice sobre el destino de la tecnología. La pregunta por la competencia geopolítica general de la tecnología y en particular de la tecnología digital. Es una competencia sobre la singularidad tecnológica. Mi propuesta es que en lugar de aceptar la universalidad de la tecnología y darle este progreso histórico, es necesario reabrir la pregunta de la tecnología, pensar sobre lo que llamo “múltiples cosmotécnicas”. La idea de fin de la historia es un poco teológica. ¿De dónde viene la multiplicidad? ¿Hay diversidad de tecnologías? Es un tema que no viene de la nada, ni de nuestra propia imaginación. Si se observa en la historia hay una tecnología amazónica, hay una tecnología maya. Hay tecnologías hindúes, chinas. Pero ¿qué son? ¿Son lo mismo que las técnicas, hijas de la tekné griegas? Hay tecnología griega. Los historiadores son más rigurosos, pero podemos decir que hay una tecnología antigua y luego una moderna. De hecho, hay una multiplicidad de tecnologías. ¿Y qué quiere decir esta multiplicidad? ¿Cuál es la relevancia de esta tecnología en nuestra situación de hoy? Para la mayoría de la gente no hay relevancia: son tecnologías obsoletas. Como tarea filosófica, la cuestión es encontrar la relevancia y explorarla, ver qué respuesta dar a esta multiplicidad y preguntarnos si nos permite pensar hoy en un marco para nuestras tecnologías.

—Latinoamérica es una cultura híbrida que mezcla europeos, precolombinos y africanos en un mismo territorio. Un territorio que dio origen a una cosmopolítica populista sui géneris. ¿Tal singularidad podría desarrollar una cosmotécnica singular?

—Cosmotécnica no es sinónimo de nacionalismo. No es fascismo, no es una identidad política. En el momento de articular conceptos, cuando hablamos de tecnología nos referimos a dos cosas. La primera es la cuestión epistemología sobre el conocimiento. En segundo lugar, también de cuestiones vinculadas a la vida. No implica la construcción de una identidad política única y que subsuma a todos. Es exactamente lo contrario. Las múltiples cosmotécnicas permiten pensar en qué sentido se pueden comprender las transformaciones de la tecnología en la actualidad. Una nueva comprensión de la tecnología podría tener un efecto transformador. Y que podría enriquecer su poder a partir de la comprensión que trascienda a la cultura europea. Latinoamérica tiene muchas cosmotécnicas: la amazónica, la cosmotécnica maya. Es la base de lo que podríamos llamar diplomacia epistemológica. No se trata de construir un tipo único tecnológico; no es una forma de comercio. Se trata de volver a abrir la cuestión de la tecnología, de reproblematizarla.

—¿Por qué la ciencia y la tecnología modernas no se desplegaron en India y China, a pesar del avanzado grado de desarrollo científico y tecnológico alcanzado con anterioridad al siglo XVI? —Es la famosa pregunta de Joseph Needham. Fue un sinólogo, historiador sinólogo y bioquímico que se planteó esta pregunta. ¿Por qué la ciencia y la tecnología modernas no aparecieron en China y en la India, sino solo en Europa? Y la pregunta de Needham embrujó a muchas generaciones de chinos y también de indios y japoneses, fuera de Europa también. Needham plantea diversas hipótesis. Analizó las condiciones sociales, políticas y económicas por las que la ciencia no fue alentada en China, debido al sistema de examen público. Lo que Needham dijo, y creo que es lo más importante, es que no es posible comparar, por ejemplo, dos tecnologías, la de Europa y la de China, suponiendo que son lo mismo. No es necesario. La nueva pregunta implica precisamente eso. La razón por la cual China no desarrolló la tecnología científica moderna es porque tiene sistemas de conocimiento completamente diferentes. Estos sistemas de conocimiento tienen muchas diferencias, distintas formas de ser, de no ser; maneras diferentes de concebir el mundo, de entender la materia. De acuerdo con el propio Needham, la pregunta por la modalidad de la ciencia y la tecnología modernas en Europa podemos asociarla a Descartes y, más recientemente, a Newton y así sucesivamente. Formas del mecanicismo que no se podían encontrar en China ni en la India. Needham demuestra que no es cierto que China era más débil o no podía desarrollar avances científicos. La pregunta de Needham implica que antes del siglo XVI en China y en Europa hay dos sistemas tecnológicos y científicos en cuanto a su marco epistemológico. Estos dos sistemas son muy diferentes entre sí. Demuestra la tecnodiversidad, la diversidad de tecnología.

—Pero usted escribió “La cosmotécnica como cosmopolítica”. 

—Me cuesta sintetizar la idea de ese ensayo. Lo que se sugiere en el artículo es que hoy, si queremos pensar en cosmopolíticas, primero tenemos que pensar en la tecnología. Es decir que, en lugar de limitarnos a un tipo de mundo ideal y armonioso, es importante buscar el rol de la tecnología en las tradiciones cosmopolíticas, desde Immanuel Kant hasta hoy. Para establecer una nueva forma de cosmopolítica posible, propongo que, en primer lugar, pongamos a la tecnología en el centro. En segundo lugar, lo que percibimos ahora es una competición por la singularidad tecnológica, y esta competencia no alude al carácter cosmopolita de lo natural planteado por Kant. Por eso, la base para esta nueva cosmopolítica tiene que estar en múltiples cosmotécnicas.

—Dedicó bastante espacio a las ideas del inversor informático Peter Thiel (N. de la R.: el fundador de PayPal) sobre la obsolescencia de la Ilustración. ¿Qué papel juegan estos millonarios digitales en el pensamiento neorreaccionario?

—Peter Thiel es una persona bastante especial. Estudió neurociencias y trabajó con el antropólogo francés René Girard. En una conferencia que dio, que fue muy importante, empezó con un análisis del 11 de septiembre. Para Peter Thiel, el ataque terrorista del 11 de septiembre marca el fin de ciertos movimientos que comenzaron con la Ilustración europea. Y este movimiento es interrumpido por el enemigo a partir del evento al final. La pregunta que Peter Thiel planteó es cómo puede seguir todo igual a lo que sucedió desde la Ilustración en vista del 11-S. Se plantea cómo salvar a Occidente de su declive.

—En “La educación de un libertario”, Thiel escribió que la competencia es para los perdedores. En cambio, es el monopolio el que produce la maximización de la ganancia. ¿Esta perspectiva es la que guía a gigantes tecnológicos como Google y Facebook?

—La competencia es una idea omnipresente en determinado pensamiento. Es lo que guía a los Estados Unidos. Lo dicho no refleja realmente el punto de que su propia política es la competencia. Por eso no deben acotarse los límites del problema al discurso, porque estaba refiriéndose a empresas emergentes.

—¿Donald Trump y los emprendedores tech serán chivos expiatorios de la globalización?

—Aunque Trump sea escéptico de la globalización, no creo que sea su chivo expiatorio. La pregunta es, entonces, qué significa realmente globalización hoy. ¿Será al revés? ¿La globalización es el chivo expiatorio de Donald Trump y de una especie de política neorreaccionaria? Es una pregunta muy complicada. Por un lado, la globalización es un movimiento intelectual que hemos visto desde hace mucho tiempo y que tiene sus raíces en la Ilustración. También es lo que enuncia desde la ideología neorreaccionaria Peter Thiel. Frente a la mirada de neorreaccionarios como Peter Thiel e incluso Trump, a los reaccionarios les gusta la idea de cómo mantener este movimiento intelectual. Desde allí es que cuestionan la globalización. La pandemia les funciona como una excusa perfecta a los antiglobalización.

—¿Los chivos expiatorios son los receptáculos perfectos para esconder la verdad a favor de los movimientos populistas?

—Habría que pensar en la idea de chivo expiatorio. Surge en el mundo griego y podría pensarse ahora. Un chivo expiatorio es alguien que es expulsado de la ciudad. Alguien que es echado de su entorno. El chivo expiatorio es un símbolo de la impureza, es alguien que no es puro. Por eso, la condena y la expulsión de la ciudad-Estado. Excluyendo lo que es impuro se mantiene lo que es puro en el interior de una sociedad. El problema no es el chivo expiatorio. Es culpar, generando la división entre un adentro y un afuera, una realidad exterior y una interna. 

—¿Sería ventajoso un nuevo protocolo de comunicaciones diferente de la estructura centralizada del modelo cliente-servidor actual que permita una descentralización basada en la computación personal en la nube, el llamado sistema operativo “postsingular”?

No tenemos experiencia en lo que es una red postsingular o un sistema operativo postsingular. No sabemos sus resultados. Entonces usted se pregunta cómo funciona Silicon Valley y cómo el discurso político trabaja en relación con el discurso político. Incluso cabría pensar qué significa la postsingularidad. Una singuralidad que significa que una computadora es capaz de reflexionar sobre sí misma, que la computadora o la inteligencia artificial pueden tener una suerte de conciencia. Las máquinas son capaces de producir una gran cantidad de inteligencia, lo que supera a la inteligencia humana, esto es lo que se llama postsingularidad. Esta idea de singularidad tecnológica deviene de lo que llaman explosión de inteligencia. Las máquinas podrán hacerse cargo de casi todas las tareas realizadas por seres humanos, incluyendo la planificación social, la planificación económica, la planificación política. Es una idea de gran gravedad. Cuando lleguemos a esa realidad deberíamos preguntarnos si es necesario un sistema posoperativo postsingular.

—¿Vive Occidente el momento trágico en que la conciencia reconoce la contradicción en el corazón de su naturaleza, lo que había pensado que era completo y entero se revela como frustrado e incompleto, lo que Hegel llamaba “la conciencia desventurada”?

—No diría que es un momento trágico. No lo es todavía, porque para que sea trágico tiene que haber reconciliación en algún momento dialéctica. En este momento es diferente, no hay reconciliación. Con la conciencia desventurada uno se da cuenta de la contradicción sin poder reconciliarla. Cuando escribí el artículo en 2017 lo que observé en el discurso de los populismos de derecha o neorreaccionarios fue la conciencia desventurada que describió Hegel, pero todavía no es trágica.

—¿Son la Ilustración y la democracia como el “pharmakon” griego, remedio y veneno a la vez? —La palabra griega pharmakon es usada por Platón y mencionada por Jacques Derrida a partir de la lectura del filósofo. Se basa en el Fedro. Se narra una historia del rey de Egipto que dice que el dios de la escritura les dará un regalo, la escritura, para que la gente pueda recordar. Pero el rey de Egipto les dice que no, que cuando su gente aprenda a leer, también quiere decir van a olvidar, porque van a confiar más en la escritura, en la exteriorización, que en sus mentes. Así, escribir o la tecnología en general permite tolerar a su némesis, que es escribir y también olvidar. El pharmakon es como la tecnología, en el mismo sentido en que nos permite recordar y nos hace olvidar, es remedio y veneno, de acuerdo con esa lectura de Platón.  

—¿Es la inteligencia artificial una forma de billete de lotería cósmico?

—¿Cómo lo definiría usted? 

—Algo que es impredecible. 

 —Es otra pregunta compleja. Respecto de la tecnología estamos siempre frente a eventos binarios. Y nos encontramos siempre frente a consecuencias. Siempre nos encontramos con consecuencias. Sin embargo, hay accidentes y contingencias. Cuando diseñamos un producto, intentamos anticiparnos, de acuerdo con su función y sus objetivos. La invención de la tecnología improvisa en el tiempo establecido e intenta anticipar las contingencias. Se propone una realidad que incluye esas contingencias, pero no se las evita, es una especie de lotería en algún sentido. Puede funcionar muy bien o devenir en una catástrofe. Se supone que detrás de la inteligencia artificial hay un cierto deseo y una especie de fantasía. Y esta fantasía tiene muchas capas y motivaciones. Desde algún lugar se tiene la fantasía comercial de que es posible reemplazar, por ejemplo, partes del cuerpo humano, hay objetivos económicos detrás de la idea de que todo puede automatizarse. Hay muchos pronósticos de hasta dónde llegará la inteligencia artificial y la implicancia de todo esto, sus consecuencias para toda la inteligencia de los seres humanos. La pregunta es si atrás de lo que se hace, hay conciencia. No lo sé. Creo que no. Creo que todo puede pensarse desde dos lugares, ambos muy significativos. El primero es el lugar de la competencia económica. El otro es el gasto militar.   “No me resulta adecuada la idea de que la tecnología es universal y que hay una sola historia.”

—¿La tecnología bitcoin, que trasciende a las monedas nacionales, es empática con los ideales de desterritorialización de los libertarios?

—Yo no lo diría así. Es difícil vincular las criptomonedas con la desterritorialización. Hay que pensar la cuestión desde el vínculo entre las cosmotécnicas y el nacionalismo. La creación de criptomonedas podría ser un proyecto nacionalista. La creación de monedas virtuales y sus restricciones es una profunda desterritorialización en otro sentido: que obtiene su garantía del flujo de dinero, que fluye más rápidamente. Aun así, cabe la pregunta: ¿se crea una desterritorialización en términos espaciales? No estoy seguro, pero no es lo que se observa ahora.

—¿La fantasía transhumanista de una superinteligencia artificial despolitiza y proletariza al ser humano?

—Hay ciertos aspectos relacionados con la política de consumo. Debemos hablar de la idea de lo que se llama “singularidad postecnológica”. Supone que, como la inteligencia de las máquinas excede la humana, estas podrían reemplazar la función del Estado sin que se involucre la política, que podría ser considerada como una fuente de fallas y de errores, una epistemología humana. Es un error simple. Parte de una hipótesis falsa, que no habría una imposición en todo esto de origen humano. Y no es así. El transhumanismo supone que las personas son solo fuentes de error.

—La filosofía es esencial para las revoluciones, ya que cambia de un plumazo los principios: la ilustración buscó fragmentar el mundo por sus diferencias en vez de universalizar por medio de lo igual. ¿Una nueva filosofía debería inducir a lo igual a partir de la diferencia en vez de deducir a la diferencia a partir de lo igual?

—Las políticas de la Ilustración tienden a universalizar ciertas variables para generalizar ciertos efectos. Pero ignoran las diferencias. Las nuevas cosmopolíticas reconocen las diferencias. Reconocer diferencias es también una forma de pensar sobre la cuestión de la igualdad. La igualdad no significa que todos sean iguales. Significa que cada uno, sin importar lo diferente que sea, tiene que tener igual acceso a los recursos y oportunidades. Cuando hablamos de diferencia, es una forma de reconstruir una nueva historia del mundo. Hay una forma de igualdad que permite la consideración de diferentes civilizaciones y culturas.

—¿Coincide con la frase de Vladimir Putin “quien domine la inteligencia artificial dominará al mundo”?

—Putin lo dijo el 1° septiembre de 2017. Capta perfectamente la contienda geopolítica de hoy o hacia dónde marcha la competencia de la geopolítica hoy en día. Para él, de lo que se trata es de la competencia nacional por la singularidad tecnológica. El último objetivo de la inteligencia artificial es la singularidad. Y esto es un problema. “Crear chivos expiatorios supone una pureza de una sociedad; generar una diferencia entre adentro y afuera.”

—¿Sigue siendo tan actual lo que escribió Alexandre Koyré sobre que la pérdida del cosmos representa el fin la metafísica en el sentido de que ya no percibimos que haya nada detrás o más allá de la perfección de la ciencia y la tecnología?

—Creo que lo que Alexandre Koyré dijo sobre el final de la metafísica y demás debe atribuirse al fin de una concepción histórica. Las metafísicas se identificaban a sí mismas como la ciencia primera. Cuando yo escribí al respecto me refería más bien al fin de la cosmología y no de la metafísica. Ese fin de la cosmología es también una transición a lo que ahora llamamos astrofísica. Así que el fin de la cosmología y el surgimiento de la astrofísica constituyen un momento decisivo. Lo que implicó poner en juego ciertas ideas metafísicas. Un proceso que continúa hasta hoy. Una idea que retomó Martin Heidegger, por ejemplo, en la década del 60 del siglo pasado cuando habló del ocultamiento de la metafísica en la era de la tecnología.

—En su comentario sobre el “giro ontológico” se refiere a las cuatro grandes ontologías: el naturalismo, el animismo, el totemismo y el analogismo. ¿Hay alguna clase de totemismo en la fantasía de una superinteligencia transhumana?

—Lo que extraigo de las cuatro ontologías enunciadas por el antropólogo francés Philippe Descola alude a un tipo de mirada distinta. Se refería a ontologías y epistemologías diferentes de la idea europea moderna del naturalismo. Su idea era pensar la oposición entre la verdadera naturaleza y la cultura. Hay animismo, hay totemismo, hay analogismo. Son diferentes posiciones para vincularse con el medio ambiente y el mundo exterior. No veo que esto constituya un totemismo. Es distinto de lo que estaba tratando de decir sobre el seminario de Philippe Descola.

—Usted escribió que el pensamiento cosmotecnológico chino consiste en una larga historia de discurso intelectual sobre la unidad y la relación entre el qi y el tao, siendo la unificación del qi y el tao la unificación de lo moral y lo cósmico. ¿Cómo se diferencia de la cosmotecnología occidental el dispositivo epistemológico qi-tao?

—Es un tema al que dediqué un libro entero. Es difícil de resumirlo. Pero se puede decir que en Europa hay una filosofía de la tecnología. Lo que el pueblo chino pensó al respecto no es precisamente una teoría de lo tecnológico, sino otro marco conceptual. Es difícil de pensar y mucho más de expresar qué es la filosofía de la tecnología en China. Por lo tanto, en el siglo XX lo que observamos es que el desarrollo de la filosofía de la tecnología en China se basa en gran medida en la filosofía europea occidental. Mi hipótesis es que no se puede medir la evolución técnica china bajo cánones occidentales. Y es mucho más dificultoso analizarlo en comparación con América Latina. Se trata de dos contextos diferentes. De hecho, me parece que es imposible unificarlos, no hay equivalencias. La pregunta que me hice es si se puede reconstruir una filosofía de la tecnología en China. Por eso indagué en el vocabulario chino a la búsqueda de conceptos que iluminen la cuestión. Así es como me encontré con qi y tao. De lo que se trata es de encontrar una guía en el camino. Es lo que permitió elaborar un discurso sistemático por largos años a partir de la relación entre ambas categorías. La idea era responder si es posible encontrar una filosofía de la tecnología en China. Y si es así, cómo se elabora. 

—¿La tecnología ha sobrepasado al capitalismo?

—Es lo que afirman muchos teóricos. Pero para eso primero tenemos que definir qué es el capitalismo y luego qué es la tecnología. Quienes formulan tales hipótesis no establecen una explicación profunda acerca de qué es la tecnología o qué es el capitalismo. En más de un caso asumimos que el capitalismo es como un viejo que se volverá obsoleto. Por ejemplo, si eres viejo, cuando obtienes una computadora nueva no sabes cómo usarla. Percibo que hay una especie de posible personificación del capitalismo que encuentro un poco graciosa. De todos modos, es una cuestión más profunda.

—¿Oriente ha sobrepasado a Occidente por medio de la innovación digital y la automatización? ¿El Occidente maestro ha sido sobrepasado por su estudiante del Este?

—No creo que esté sobrepasando al Oeste. Lo que puede percibirse es solo el proceso que llamamos modernización. Que se vincula directamente a la globalización. Lo que llamamos globalización unilateral ya no se sostiene. Yo no diría que el Este ha sobrepasado al Oeste en términos de tecnología. Por eso, lo que observamos hoy es una especie de reverso. Intenté enfocarme especialmente en describir este proceso de modernización, que se ve como una globalización unilateral. Llegó a un punto en el que no puede continuar tal como estaba.

—¿Cómo imagina un mundo con tecnodiversidad?

—Un mundo con tecnodiversidad es aquel donde en lugar de convertir cada período histórico a una singularidad promedio, es posible pensar diversamente. Lo que implica que podemos pensar en diferentes formas de vida, y comprender la diferencia en las relaciones entre el ser humano y la tecnología. También los matices en la relación entre los humanos y los no humanos. Y estas relaciones se pueden analizar respecto de las nuevas tecnologías.

—Usted escribió: “El algoritmo es la exteriorización del pensamiento racional, que se complica en su proceso de desarrollo desde una lógica lineal hacia una lógica recursiva”. ¿Cómo funciona el algoritmo para establecer tal recursividad?

—La lógica recursiva no es lineal. Para eso debo dar un ejemplo de las ciencias de la computación. Si algo llega mejorándose a sí mismo, la función se causa a sí misma. El mecanismo es lineal en el sentido de que hay causa y efecto. Una causa genera un efecto, que genera otro efecto y así sucesivamente. La recursión es un pensamiento no lineal. Eso significa que se autodetermina para mejorar.

—Usted también escribió citando a Heidegger: “Cualquier salvación que no provenga del peligro se encuentra aún dentro del desastre”, y concluye que “estamos siendo llevados por la gigantesca fuerza de la tecnología hacia ninguna parte, y si no tratamos de entenderla y transformarla ahora, tendremos que estar preparados para la constante llegada de catástrofes”. ¿Qué tipo de catástrofes?, ¿el coronavirus es una deriva de alguna de ellas?

—Correcto. Muchas gracias por esta pregunta porque era el sentido de mi comentario sobre Heidegger. La tecnología se manifiesta en sí misma como un peligro. La tecnología moderna está en peligro. Pero, ¿cómo vamos a enfrentar este peligro? ¿Vamos a escapar de él? Si lo comprendemos, puede adoptar su forma real. De otra manera, es imposible evitar las catástrofes. Vivimos en un contexto en el que las catástrofes se suceden. Si continuamos esta forma de modernización, continuamos esta forma de industrialización, solo veremos más y más catástrofes. Heidegger, según mi interpretación, nos invita a comprometernos con el peligro. Pensar la tecnología para no continuar esta forma de industrialización y modernización que ha durado siglos y que nos lleva a tal incertidumbre. Y que lleva incluso a manifestaciones como el coronavirus actual. Crear nuevos programas de industrialización para pensar en nuevas industrias. Debemos pensar algo nuevo, una nueva forma de tecnologías, un nuevo concepto. De lo contrario, podemos tener catástrofes, especialmente en lo que sucede en relación con el coronavirus y el calentamiento global. Puede haber más y más virus y podría ocurrir también la extinción masiva de los seres humanos. Con catástrofes que podemos anticipar. Hay necesidad de exponerse al peligro, si no, nos expondremos a las catástrofes.

—A fines de los 80 el comunismo colapsó económicamente. ¿Podrá en el siglo XXI, ya con capitalismo un Partido Comunista, en este caso el de China, ganarle la guerra a Estados Unidos?

—La reflexión parte de Francis Fukuyama en El fin de la historia. Allí se enunció el final del comunismo. Y un capitalismo universal constituiría ese final. Es una discusión del fin de los 90, que viene desde los tiempos de Nikita Jrushchov y el fin del comunismo. Sin embargo, más allá de los argumentos, la historia continuó de los 90 a hoy. Hay nuevas dinámicas, marcadas por los avances tecnológicos. Hoy no sé si podemos decir que la competencia del capitalismo sea exactamente el comunismo. Los protagonistas del proceso son otros. Y seguramente implique correrse del debate central. Hablar de Estados Unidos como capitalista y de China como comunista es encasillarlos. Es una discusión que incluso puede ser anterior a la de los años 90. La realidad política es otra cosa.

—¿Cuál es su opinión sobre el futuro de la democracia en China? 

—Nuevamente cabe preguntarse por la definición de democracia. ¿Nos referimos, por ejemplo, a la democracia liberal? ¿Hablamos de votar o no? Pensar que la solución es que China se transforme, como sugiere el filósofo Jiewi Ci, es pensar la cuestión desde un punto de vista liberal. No estoy muy seguro de que el país se transforme en una democracia liberal.

—Usted dijo: “El marxismo es un producto del idealismo alemán en el cristianismo tardío”.

—Fue una conversación que tuve con François Lyotard, cuando aquel filósofo escribía en la década de 1990 sobre su experiencia en Berlín oriental antes de la caída del Muro. Luego, él regreso a Alemania. La frase estaba vinculada a sus vivencias. Si uno observa la formación intelectual de Karl Marx nota que sus ideas nacieron en general del idealismo en la cristiandad tardía.

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