lunes, 19 de octubre de 2020

EFECTO PULP FICTION: QUÉ UNE A LOS DRONES, LOS CÓDIGOS GR, LOS JUEGOS DE MESA Y EL MEDIOEVO

 

Sebastián Campanario. 18 de octubre de 2020

Una de las películas más influyentes de la historia del cine ya tiene más de un cuarto de siglo. Pulp Fiction, de Quentin Tarantino, se estrenó a mediados de 1994. Con el correr de los años se transformó en una leyenda y hay críticos que la ponen a la par de Star Wars, o de algunos de los tanques de Steven Spielberg, en el ranking de íconos cinematográficos de la cultura pop. Aunque no recaudó tanto como la saga de George Lucas, sí se la considera una bisagra que impactó profundamente en la forma de hacer cine de las generaciones de directores que siguieron.

Pero Pulp Fiction promovió otro cambio de magnitud: significó la "resurrección" actoral de John Travolta, que luego de dos hits de finales de los 70 (Fiebre de Sábado por la Noche y Grease) entró en una etapa sombría en su carrera cinematográfica. El papel de Vincent Vega lo volvió a traer al estrellato y a los contratos de más de diez millones de dólares por película.

¿Qué tiene que ver esta historia con la dinámica de cambio de 2020? El primero en hacer una conexión al respecto fue el divulgador y estratega Mark Pollard, autor de Estrategia en tus palabras, quien en Twitter hizo alusión al parecido entre la trayectoria de Travolta y los códigos QR: arrancaron con todo en su momento y parecía que se comían la cancha para luego entrar en una meseta, en la cual muchos pronosticaron su fracaso definitivo. Pero llegó la pandemia y la economía sin contacto, un combustible mágico que volvió a acelerar la maquinaria de los QR en poco tiempo.

"Uno podría pensar en un ?Efecto Pulp Fiction' que se puede ver en infinidad de tecnologías y tendencias sociales", explica el creativo argentino Carlos Pérez, director de la agencia BBDO, a quien semanas atrás se le ocurrió esta etiqueta y quien viene recopilando ejemplos de esta particular dinámica de cambio, desde los casos de Zoom a plataformas de entrenamiento online, pasando por la industria de los drones.

En este 2020 hay tendencias que venían lanzadas y se aceleraron: lo más obvio es la avenida digital en general (teletrabajo, educación remota, tele medicina) pero también el hecho se da en los combustibles renovables y en otras áreas. Hay en otro campo carambolas a varias bandas, propias de los sistemas complejos, que promueven cambios impredecibles (no tendenciales). Los que se inscriben en el Efecto Pulp Fiction están más cerca de los del primer tipo: estaban en una suerte de hibernación y la pandemia los volvió hiperrelevantes.

Hay una curiosidad que une a los códigos QR con Pulp Fiction: fueron creados en 1994, el año del estreno de la película. Surgieron a partir de una iniciativa de la empresa japonesa Denso Wave, una subsidiaria de Toyota. "QR" es por quick response: respuesta rápida en inglés. En su momento se presentaron como una evolución del código de barras y se volvieron muy populares en Japón. Unos años más tarde se pronosticó que invadirían todas las esferas de nuestra vida cotidiana, pero eso no sucedió... hasta este año, en el que nos encontramos leyendo el menú de un bar o pagando un producto mediante este atajo, que resurgió como una solución ideal para los tiempos que corren.

El 2 de octubre, la revista Fast Company publicó un artículo titulado "Cómo el Covid-19 ayudó a la problemática industria de los drones a levantar vuelo". Años atrás, el sector era una de las tendencias más "calientes" en Silicon Valley. Pero muchas de las startups que se lanzaron no le encontraron la vuelta al negocio, cayeron en su cotización o directamente desaparecieron. El año pasado, el segmento creció un 39%, un número que parece bueno, pero que para los parámetros de startups emergentes fue un fracaso: entre 2018 y 2017 se había crecido en un 140%.

Sin embargo, la pandemia hizo que muchas empresas grandes aumentaran la prioridad de sus programas con drones: la menor movilidad de las personas, el auge del comercio por delivery y la necesidad de minimizar el contacto físico hicieron que los drones en 2020 estén protagonizando su propio y rutilante "momento Pulp Fiction".

"Uno puede encontrar este tipo de trayectoria en infinidad de cambios sociales; el ?efecto Pulp Fiction-Travolta' excede al mapa de la tecnología", dice Pérez.

La semana pasada hubo una conversación interesante en redes sociales acerca del "boom de historiadores medievales". Los recuerdos de la peste y de grandes pandemias históricas, el miedo al contagio, la incertidumbre extrema, las etapas oscuras y el sálvese quien pueda son vectores que acercan un "déjà vu" de esta fase. La historia medieval, una rama a menudo dejada en segundo plano en esta disciplina, de golpe irrumpió en los medios de comunicación con historiadores de esta etapa que gozan de su cuarto de hora de fama.

Pérez trae a cuento otra tendencia social, apalancada en tecnología, que también atraviesa su momento Pulp Fiction: la de distintos tipos de juegos. "Among Us", la bomba del mundo gamer en 2020, no es un juego nuevo: existía desde 2018. Solo que en sus primeros dos años de vida sumaba 200 jugadores diarios y durante la cuarentena llegó a tener picos de medio millón de participantes: creció tanto como el cachet de Travolta luego de la bisagra de 1994. "Among us" ofrece partidas cortas, en la que un grupo de jugadores en una nave espacial deben descubrir quiénes son los saboteadores.

Juegos de mesa adaptados

Pero este mercado atraviesa otro "efecto Pulp Fiction", que llegó de un lugar inusitado: el de tradicionales juegos de mesa que se apalancaron en tecnología para crecer durante la pandemia a través de nuevas plataformas, influencers y dinámicas híbridas. La firma de inversiones Andreessen-Horowits publicó días atrás un informe, firmado por Jonathan Lai y Andrew Chen, que da cuenta de este fenómeno.

Los ejemplos se acumulan. Dungeons & Dragons, el más famoso de los juegos de rol, lanzado en 1976, viene creciendo a dos dígitos en los últimos cinco años y la suba se empinó durante la pandemia hasta tocar los 40 millones de jugadores a nivel global. Aquí hubo un anterior "efecto pop" que aceleró su incremento: la serie Stranger Things donde los protagonistas son fanáticos de D&D.

El mercado de los juegos de mesa, según Lai y Chen, mueve 12.000 millones de dólares al año y crece al 9%. El número apunta a dispararse por cuatro motivos: el interés por ver partidas en vivo, los contenidos generados por usuarios, las experiencias nuevas basadas en audio y las comunidades en red.

La tendencia alcanzó al ajedrez, con una duplicación en 2020 de la cantidad de jugadores que completan partidas online. Al inicio de la cuarentena grandes maestros muy carismáticos se volvieron influencers del juego ciencia con un éxito fenomenal. Hikaru Nakamura consiguió que medio millón de entusiastas siguieran sus partidas en vivo contra campeones de League Of Legends y Fortnite, en tanto que la maestra FIDE Alexandra Botez consiguió más de 320.000 espectadores. Las horas sumadas de atención para partidas de ajedrez en la plataforma Twitch totalizaron 36 millones en lo que va de este año 2020, según datos de Andreessen Horowitz.

En abril, un tuitero argentino posteó un mensaje que se viralizó: "Hizo falta una PANDEMIA GLOBAL para que la inmobiliaria accediera a pasarme el CBU para que le deposite el alquiler". Los "efectos Pulp Fiction" están por todos lados.

domingo, 18 de octubre de 2020

YUK HUI: "LA COSMOTÉCNICA NO ES NACIONALISMO, NO ES FASCISMO, NO ES UNA IDENTIDAD POLÍTICA"

En su libro Fragmentar el futuro: ensayo sobre la tecnodiversidad, este ingeniero y filósofo chino educado en Hong Kong, Inglaterra, Alemania y Francia, explica cómo diferentes epistemologías crean diferentes tecnologías.

 “Si la modernización sigue así, tendremos una sucesión de catástrofes. Hay que preguntarse adónde nos lleva la competencia entre las tecnologías del mundo”.

—Usted se opone a la idea tradicional de que la tecnología es un universal antropológico, una exteriorización de la memoria y una liberación de los órganos. ¿Por qué está constreñida y posibilitada por cosmologías particulares que trascienden la funcionalidad y la utilidad?

—Desde hace mucho tiempo tenemos la impresión de que la tecnología es universal. Critiqué este concepto. No me resulta adecuada la idea de que la tecnología es universal y que hay una sola historia, que es la del progreso. Presenta muchas dificultades. La de la universalidad de la tecnología es una idea que parece existir en diferentes disciplinas, por ejemplo, en la filosofía de la tecnología, en la antropología de la tecnología, en la historia de la tecnología. Especialmente aparece en la historia de la tecnología. Muchos investigadores comparan la tecnología china con la de Europa, buscando cuál es la más avanzada. No lo hacen todos, pero sí muchos. Parten del supuesto de que son la misma tecnología. Y parten de las mismas premisas epistemológicas y ontológicas. Pero resulta esencialmente injusto compararlas: además de difícil, casi imposible. Son conceptos que también trabajó el sinólogo e historiador Joseph Needham. Mi idea fue desafiar aquello de que los conceptos sean universales. Un producto, como un periódico, puede tener un mismo tipo de material. Pero esto no significa que sea el mismo material, aunque tenga los mismos componentes. Intenté reabrir la reflexión sobre la cuestión de la tecnología como algo universal. No se trata de una postura particular, como se habla de universalismo o relativismo. Para mí, la universal es solo una dimensión de la existencia. Y allí, en ese universo de dimensiones, la tecnología sería la externalización de la memoria y la liberación de todas las cosas en algún lugar de las piezas que usted acaba de leer como tratando de demostrar que podría haber un universo de dimensiones, por ejemplo, en la forma en que entendemos la tecnología como la externalización de la memoria y la liberación de todas las cosas. 

—¿Qué ventajas genera redescubrir una multiplicidad de cosmotécnicas con sus respectivas historias en lugar de entender a la tecnología como aquel universal?

—Trascender no solo lo antropológicamente universal, sino también entender un universo o una sola historia de tecnología o historia o tecnología como algo universal y percibir que lo que estamos viendo es que estamos compitiendo en una sola tecnología. En realidad, lo que sucede es que estamos viendo la competencia de ciertas inteligencias para ver cuál es más eficiente, o cuál es más rápida. Estamos en un tipo de competencia global de tecnología. Viendo las formas de esta competencia cabría preguntarse adónde nos lleva.

—Citando la conferencia de 1949 de Heidegger “La pregunta por la técnica”, se refirió a tecnologías milenarias como las de India y China, pero también las de los mayas, incas y mapuches, estos últimos dos pueblos precolombinos de Argentina. ¿Del estudio de la antropología de la tecnología surge algo aplicable de las cosmotécnicas precolombinas que pueda ser restablecido?

—Esto se conecta con la pregunta que hice sobre el destino de la tecnología. La pregunta por la competencia geopolítica general de la tecnología y en particular de la tecnología digital. Es una competencia sobre la singularidad tecnológica. Mi propuesta es que en lugar de aceptar la universalidad de la tecnología y darle este progreso histórico, es necesario reabrir la pregunta de la tecnología, pensar sobre lo que llamo “múltiples cosmotécnicas”. La idea de fin de la historia es un poco teológica. ¿De dónde viene la multiplicidad? ¿Hay diversidad de tecnologías? Es un tema que no viene de la nada, ni de nuestra propia imaginación. Si se observa en la historia hay una tecnología amazónica, hay una tecnología maya. Hay tecnologías hindúes, chinas. Pero ¿qué son? ¿Son lo mismo que las técnicas, hijas de la tekné griegas? Hay tecnología griega. Los historiadores son más rigurosos, pero podemos decir que hay una tecnología antigua y luego una moderna. De hecho, hay una multiplicidad de tecnologías. ¿Y qué quiere decir esta multiplicidad? ¿Cuál es la relevancia de esta tecnología en nuestra situación de hoy? Para la mayoría de la gente no hay relevancia: son tecnologías obsoletas. Como tarea filosófica, la cuestión es encontrar la relevancia y explorarla, ver qué respuesta dar a esta multiplicidad y preguntarnos si nos permite pensar hoy en un marco para nuestras tecnologías.

—Latinoamérica es una cultura híbrida que mezcla europeos, precolombinos y africanos en un mismo territorio. Un territorio que dio origen a una cosmopolítica populista sui géneris. ¿Tal singularidad podría desarrollar una cosmotécnica singular?

—Cosmotécnica no es sinónimo de nacionalismo. No es fascismo, no es una identidad política. En el momento de articular conceptos, cuando hablamos de tecnología nos referimos a dos cosas. La primera es la cuestión epistemología sobre el conocimiento. En segundo lugar, también de cuestiones vinculadas a la vida. No implica la construcción de una identidad política única y que subsuma a todos. Es exactamente lo contrario. Las múltiples cosmotécnicas permiten pensar en qué sentido se pueden comprender las transformaciones de la tecnología en la actualidad. Una nueva comprensión de la tecnología podría tener un efecto transformador. Y que podría enriquecer su poder a partir de la comprensión que trascienda a la cultura europea. Latinoamérica tiene muchas cosmotécnicas: la amazónica, la cosmotécnica maya. Es la base de lo que podríamos llamar diplomacia epistemológica. No se trata de construir un tipo único tecnológico; no es una forma de comercio. Se trata de volver a abrir la cuestión de la tecnología, de reproblematizarla.

—¿Por qué la ciencia y la tecnología modernas no se desplegaron en India y China, a pesar del avanzado grado de desarrollo científico y tecnológico alcanzado con anterioridad al siglo XVI? —Es la famosa pregunta de Joseph Needham. Fue un sinólogo, historiador sinólogo y bioquímico que se planteó esta pregunta. ¿Por qué la ciencia y la tecnología modernas no aparecieron en China y en la India, sino solo en Europa? Y la pregunta de Needham embrujó a muchas generaciones de chinos y también de indios y japoneses, fuera de Europa también. Needham plantea diversas hipótesis. Analizó las condiciones sociales, políticas y económicas por las que la ciencia no fue alentada en China, debido al sistema de examen público. Lo que Needham dijo, y creo que es lo más importante, es que no es posible comparar, por ejemplo, dos tecnologías, la de Europa y la de China, suponiendo que son lo mismo. No es necesario. La nueva pregunta implica precisamente eso. La razón por la cual China no desarrolló la tecnología científica moderna es porque tiene sistemas de conocimiento completamente diferentes. Estos sistemas de conocimiento tienen muchas diferencias, distintas formas de ser, de no ser; maneras diferentes de concebir el mundo, de entender la materia. De acuerdo con el propio Needham, la pregunta por la modalidad de la ciencia y la tecnología modernas en Europa podemos asociarla a Descartes y, más recientemente, a Newton y así sucesivamente. Formas del mecanicismo que no se podían encontrar en China ni en la India. Needham demuestra que no es cierto que China era más débil o no podía desarrollar avances científicos. La pregunta de Needham implica que antes del siglo XVI en China y en Europa hay dos sistemas tecnológicos y científicos en cuanto a su marco epistemológico. Estos dos sistemas son muy diferentes entre sí. Demuestra la tecnodiversidad, la diversidad de tecnología.

—Pero usted escribió “La cosmotécnica como cosmopolítica”. 

—Me cuesta sintetizar la idea de ese ensayo. Lo que se sugiere en el artículo es que hoy, si queremos pensar en cosmopolíticas, primero tenemos que pensar en la tecnología. Es decir que, en lugar de limitarnos a un tipo de mundo ideal y armonioso, es importante buscar el rol de la tecnología en las tradiciones cosmopolíticas, desde Immanuel Kant hasta hoy. Para establecer una nueva forma de cosmopolítica posible, propongo que, en primer lugar, pongamos a la tecnología en el centro. En segundo lugar, lo que percibimos ahora es una competición por la singularidad tecnológica, y esta competencia no alude al carácter cosmopolita de lo natural planteado por Kant. Por eso, la base para esta nueva cosmopolítica tiene que estar en múltiples cosmotécnicas.

—Dedicó bastante espacio a las ideas del inversor informático Peter Thiel (N. de la R.: el fundador de PayPal) sobre la obsolescencia de la Ilustración. ¿Qué papel juegan estos millonarios digitales en el pensamiento neorreaccionario?

—Peter Thiel es una persona bastante especial. Estudió neurociencias y trabajó con el antropólogo francés René Girard. En una conferencia que dio, que fue muy importante, empezó con un análisis del 11 de septiembre. Para Peter Thiel, el ataque terrorista del 11 de septiembre marca el fin de ciertos movimientos que comenzaron con la Ilustración europea. Y este movimiento es interrumpido por el enemigo a partir del evento al final. La pregunta que Peter Thiel planteó es cómo puede seguir todo igual a lo que sucedió desde la Ilustración en vista del 11-S. Se plantea cómo salvar a Occidente de su declive.

—En “La educación de un libertario”, Thiel escribió que la competencia es para los perdedores. En cambio, es el monopolio el que produce la maximización de la ganancia. ¿Esta perspectiva es la que guía a gigantes tecnológicos como Google y Facebook?

—La competencia es una idea omnipresente en determinado pensamiento. Es lo que guía a los Estados Unidos. Lo dicho no refleja realmente el punto de que su propia política es la competencia. Por eso no deben acotarse los límites del problema al discurso, porque estaba refiriéndose a empresas emergentes.

—¿Donald Trump y los emprendedores tech serán chivos expiatorios de la globalización?

—Aunque Trump sea escéptico de la globalización, no creo que sea su chivo expiatorio. La pregunta es, entonces, qué significa realmente globalización hoy. ¿Será al revés? ¿La globalización es el chivo expiatorio de Donald Trump y de una especie de política neorreaccionaria? Es una pregunta muy complicada. Por un lado, la globalización es un movimiento intelectual que hemos visto desde hace mucho tiempo y que tiene sus raíces en la Ilustración. También es lo que enuncia desde la ideología neorreaccionaria Peter Thiel. Frente a la mirada de neorreaccionarios como Peter Thiel e incluso Trump, a los reaccionarios les gusta la idea de cómo mantener este movimiento intelectual. Desde allí es que cuestionan la globalización. La pandemia les funciona como una excusa perfecta a los antiglobalización.

—¿Los chivos expiatorios son los receptáculos perfectos para esconder la verdad a favor de los movimientos populistas?

—Habría que pensar en la idea de chivo expiatorio. Surge en el mundo griego y podría pensarse ahora. Un chivo expiatorio es alguien que es expulsado de la ciudad. Alguien que es echado de su entorno. El chivo expiatorio es un símbolo de la impureza, es alguien que no es puro. Por eso, la condena y la expulsión de la ciudad-Estado. Excluyendo lo que es impuro se mantiene lo que es puro en el interior de una sociedad. El problema no es el chivo expiatorio. Es culpar, generando la división entre un adentro y un afuera, una realidad exterior y una interna. 

—¿Sería ventajoso un nuevo protocolo de comunicaciones diferente de la estructura centralizada del modelo cliente-servidor actual que permita una descentralización basada en la computación personal en la nube, el llamado sistema operativo “postsingular”?

No tenemos experiencia en lo que es una red postsingular o un sistema operativo postsingular. No sabemos sus resultados. Entonces usted se pregunta cómo funciona Silicon Valley y cómo el discurso político trabaja en relación con el discurso político. Incluso cabría pensar qué significa la postsingularidad. Una singuralidad que significa que una computadora es capaz de reflexionar sobre sí misma, que la computadora o la inteligencia artificial pueden tener una suerte de conciencia. Las máquinas son capaces de producir una gran cantidad de inteligencia, lo que supera a la inteligencia humana, esto es lo que se llama postsingularidad. Esta idea de singularidad tecnológica deviene de lo que llaman explosión de inteligencia. Las máquinas podrán hacerse cargo de casi todas las tareas realizadas por seres humanos, incluyendo la planificación social, la planificación económica, la planificación política. Es una idea de gran gravedad. Cuando lleguemos a esa realidad deberíamos preguntarnos si es necesario un sistema posoperativo postsingular.

—¿Vive Occidente el momento trágico en que la conciencia reconoce la contradicción en el corazón de su naturaleza, lo que había pensado que era completo y entero se revela como frustrado e incompleto, lo que Hegel llamaba “la conciencia desventurada”?

—No diría que es un momento trágico. No lo es todavía, porque para que sea trágico tiene que haber reconciliación en algún momento dialéctica. En este momento es diferente, no hay reconciliación. Con la conciencia desventurada uno se da cuenta de la contradicción sin poder reconciliarla. Cuando escribí el artículo en 2017 lo que observé en el discurso de los populismos de derecha o neorreaccionarios fue la conciencia desventurada que describió Hegel, pero todavía no es trágica.

—¿Son la Ilustración y la democracia como el “pharmakon” griego, remedio y veneno a la vez? —La palabra griega pharmakon es usada por Platón y mencionada por Jacques Derrida a partir de la lectura del filósofo. Se basa en el Fedro. Se narra una historia del rey de Egipto que dice que el dios de la escritura les dará un regalo, la escritura, para que la gente pueda recordar. Pero el rey de Egipto les dice que no, que cuando su gente aprenda a leer, también quiere decir van a olvidar, porque van a confiar más en la escritura, en la exteriorización, que en sus mentes. Así, escribir o la tecnología en general permite tolerar a su némesis, que es escribir y también olvidar. El pharmakon es como la tecnología, en el mismo sentido en que nos permite recordar y nos hace olvidar, es remedio y veneno, de acuerdo con esa lectura de Platón.  

—¿Es la inteligencia artificial una forma de billete de lotería cósmico?

—¿Cómo lo definiría usted? 

—Algo que es impredecible. 

 —Es otra pregunta compleja. Respecto de la tecnología estamos siempre frente a eventos binarios. Y nos encontramos siempre frente a consecuencias. Siempre nos encontramos con consecuencias. Sin embargo, hay accidentes y contingencias. Cuando diseñamos un producto, intentamos anticiparnos, de acuerdo con su función y sus objetivos. La invención de la tecnología improvisa en el tiempo establecido e intenta anticipar las contingencias. Se propone una realidad que incluye esas contingencias, pero no se las evita, es una especie de lotería en algún sentido. Puede funcionar muy bien o devenir en una catástrofe. Se supone que detrás de la inteligencia artificial hay un cierto deseo y una especie de fantasía. Y esta fantasía tiene muchas capas y motivaciones. Desde algún lugar se tiene la fantasía comercial de que es posible reemplazar, por ejemplo, partes del cuerpo humano, hay objetivos económicos detrás de la idea de que todo puede automatizarse. Hay muchos pronósticos de hasta dónde llegará la inteligencia artificial y la implicancia de todo esto, sus consecuencias para toda la inteligencia de los seres humanos. La pregunta es si atrás de lo que se hace, hay conciencia. No lo sé. Creo que no. Creo que todo puede pensarse desde dos lugares, ambos muy significativos. El primero es el lugar de la competencia económica. El otro es el gasto militar.   “No me resulta adecuada la idea de que la tecnología es universal y que hay una sola historia.”

—¿La tecnología bitcoin, que trasciende a las monedas nacionales, es empática con los ideales de desterritorialización de los libertarios?

—Yo no lo diría así. Es difícil vincular las criptomonedas con la desterritorialización. Hay que pensar la cuestión desde el vínculo entre las cosmotécnicas y el nacionalismo. La creación de criptomonedas podría ser un proyecto nacionalista. La creación de monedas virtuales y sus restricciones es una profunda desterritorialización en otro sentido: que obtiene su garantía del flujo de dinero, que fluye más rápidamente. Aun así, cabe la pregunta: ¿se crea una desterritorialización en términos espaciales? No estoy seguro, pero no es lo que se observa ahora.

—¿La fantasía transhumanista de una superinteligencia artificial despolitiza y proletariza al ser humano?

—Hay ciertos aspectos relacionados con la política de consumo. Debemos hablar de la idea de lo que se llama “singularidad postecnológica”. Supone que, como la inteligencia de las máquinas excede la humana, estas podrían reemplazar la función del Estado sin que se involucre la política, que podría ser considerada como una fuente de fallas y de errores, una epistemología humana. Es un error simple. Parte de una hipótesis falsa, que no habría una imposición en todo esto de origen humano. Y no es así. El transhumanismo supone que las personas son solo fuentes de error.

—La filosofía es esencial para las revoluciones, ya que cambia de un plumazo los principios: la ilustración buscó fragmentar el mundo por sus diferencias en vez de universalizar por medio de lo igual. ¿Una nueva filosofía debería inducir a lo igual a partir de la diferencia en vez de deducir a la diferencia a partir de lo igual?

—Las políticas de la Ilustración tienden a universalizar ciertas variables para generalizar ciertos efectos. Pero ignoran las diferencias. Las nuevas cosmopolíticas reconocen las diferencias. Reconocer diferencias es también una forma de pensar sobre la cuestión de la igualdad. La igualdad no significa que todos sean iguales. Significa que cada uno, sin importar lo diferente que sea, tiene que tener igual acceso a los recursos y oportunidades. Cuando hablamos de diferencia, es una forma de reconstruir una nueva historia del mundo. Hay una forma de igualdad que permite la consideración de diferentes civilizaciones y culturas.

—¿Coincide con la frase de Vladimir Putin “quien domine la inteligencia artificial dominará al mundo”?

—Putin lo dijo el 1° septiembre de 2017. Capta perfectamente la contienda geopolítica de hoy o hacia dónde marcha la competencia de la geopolítica hoy en día. Para él, de lo que se trata es de la competencia nacional por la singularidad tecnológica. El último objetivo de la inteligencia artificial es la singularidad. Y esto es un problema. “Crear chivos expiatorios supone una pureza de una sociedad; generar una diferencia entre adentro y afuera.”

—¿Sigue siendo tan actual lo que escribió Alexandre Koyré sobre que la pérdida del cosmos representa el fin la metafísica en el sentido de que ya no percibimos que haya nada detrás o más allá de la perfección de la ciencia y la tecnología?

—Creo que lo que Alexandre Koyré dijo sobre el final de la metafísica y demás debe atribuirse al fin de una concepción histórica. Las metafísicas se identificaban a sí mismas como la ciencia primera. Cuando yo escribí al respecto me refería más bien al fin de la cosmología y no de la metafísica. Ese fin de la cosmología es también una transición a lo que ahora llamamos astrofísica. Así que el fin de la cosmología y el surgimiento de la astrofísica constituyen un momento decisivo. Lo que implicó poner en juego ciertas ideas metafísicas. Un proceso que continúa hasta hoy. Una idea que retomó Martin Heidegger, por ejemplo, en la década del 60 del siglo pasado cuando habló del ocultamiento de la metafísica en la era de la tecnología.

—En su comentario sobre el “giro ontológico” se refiere a las cuatro grandes ontologías: el naturalismo, el animismo, el totemismo y el analogismo. ¿Hay alguna clase de totemismo en la fantasía de una superinteligencia transhumana?

—Lo que extraigo de las cuatro ontologías enunciadas por el antropólogo francés Philippe Descola alude a un tipo de mirada distinta. Se refería a ontologías y epistemologías diferentes de la idea europea moderna del naturalismo. Su idea era pensar la oposición entre la verdadera naturaleza y la cultura. Hay animismo, hay totemismo, hay analogismo. Son diferentes posiciones para vincularse con el medio ambiente y el mundo exterior. No veo que esto constituya un totemismo. Es distinto de lo que estaba tratando de decir sobre el seminario de Philippe Descola.

—Usted escribió que el pensamiento cosmotecnológico chino consiste en una larga historia de discurso intelectual sobre la unidad y la relación entre el qi y el tao, siendo la unificación del qi y el tao la unificación de lo moral y lo cósmico. ¿Cómo se diferencia de la cosmotecnología occidental el dispositivo epistemológico qi-tao?

—Es un tema al que dediqué un libro entero. Es difícil de resumirlo. Pero se puede decir que en Europa hay una filosofía de la tecnología. Lo que el pueblo chino pensó al respecto no es precisamente una teoría de lo tecnológico, sino otro marco conceptual. Es difícil de pensar y mucho más de expresar qué es la filosofía de la tecnología en China. Por lo tanto, en el siglo XX lo que observamos es que el desarrollo de la filosofía de la tecnología en China se basa en gran medida en la filosofía europea occidental. Mi hipótesis es que no se puede medir la evolución técnica china bajo cánones occidentales. Y es mucho más dificultoso analizarlo en comparación con América Latina. Se trata de dos contextos diferentes. De hecho, me parece que es imposible unificarlos, no hay equivalencias. La pregunta que me hice es si se puede reconstruir una filosofía de la tecnología en China. Por eso indagué en el vocabulario chino a la búsqueda de conceptos que iluminen la cuestión. Así es como me encontré con qi y tao. De lo que se trata es de encontrar una guía en el camino. Es lo que permitió elaborar un discurso sistemático por largos años a partir de la relación entre ambas categorías. La idea era responder si es posible encontrar una filosofía de la tecnología en China. Y si es así, cómo se elabora. 

—¿La tecnología ha sobrepasado al capitalismo?

—Es lo que afirman muchos teóricos. Pero para eso primero tenemos que definir qué es el capitalismo y luego qué es la tecnología. Quienes formulan tales hipótesis no establecen una explicación profunda acerca de qué es la tecnología o qué es el capitalismo. En más de un caso asumimos que el capitalismo es como un viejo que se volverá obsoleto. Por ejemplo, si eres viejo, cuando obtienes una computadora nueva no sabes cómo usarla. Percibo que hay una especie de posible personificación del capitalismo que encuentro un poco graciosa. De todos modos, es una cuestión más profunda.

—¿Oriente ha sobrepasado a Occidente por medio de la innovación digital y la automatización? ¿El Occidente maestro ha sido sobrepasado por su estudiante del Este?

—No creo que esté sobrepasando al Oeste. Lo que puede percibirse es solo el proceso que llamamos modernización. Que se vincula directamente a la globalización. Lo que llamamos globalización unilateral ya no se sostiene. Yo no diría que el Este ha sobrepasado al Oeste en términos de tecnología. Por eso, lo que observamos hoy es una especie de reverso. Intenté enfocarme especialmente en describir este proceso de modernización, que se ve como una globalización unilateral. Llegó a un punto en el que no puede continuar tal como estaba.

—¿Cómo imagina un mundo con tecnodiversidad?

—Un mundo con tecnodiversidad es aquel donde en lugar de convertir cada período histórico a una singularidad promedio, es posible pensar diversamente. Lo que implica que podemos pensar en diferentes formas de vida, y comprender la diferencia en las relaciones entre el ser humano y la tecnología. También los matices en la relación entre los humanos y los no humanos. Y estas relaciones se pueden analizar respecto de las nuevas tecnologías.

—Usted escribió: “El algoritmo es la exteriorización del pensamiento racional, que se complica en su proceso de desarrollo desde una lógica lineal hacia una lógica recursiva”. ¿Cómo funciona el algoritmo para establecer tal recursividad?

—La lógica recursiva no es lineal. Para eso debo dar un ejemplo de las ciencias de la computación. Si algo llega mejorándose a sí mismo, la función se causa a sí misma. El mecanismo es lineal en el sentido de que hay causa y efecto. Una causa genera un efecto, que genera otro efecto y así sucesivamente. La recursión es un pensamiento no lineal. Eso significa que se autodetermina para mejorar.

—Usted también escribió citando a Heidegger: “Cualquier salvación que no provenga del peligro se encuentra aún dentro del desastre”, y concluye que “estamos siendo llevados por la gigantesca fuerza de la tecnología hacia ninguna parte, y si no tratamos de entenderla y transformarla ahora, tendremos que estar preparados para la constante llegada de catástrofes”. ¿Qué tipo de catástrofes?, ¿el coronavirus es una deriva de alguna de ellas?

—Correcto. Muchas gracias por esta pregunta porque era el sentido de mi comentario sobre Heidegger. La tecnología se manifiesta en sí misma como un peligro. La tecnología moderna está en peligro. Pero, ¿cómo vamos a enfrentar este peligro? ¿Vamos a escapar de él? Si lo comprendemos, puede adoptar su forma real. De otra manera, es imposible evitar las catástrofes. Vivimos en un contexto en el que las catástrofes se suceden. Si continuamos esta forma de modernización, continuamos esta forma de industrialización, solo veremos más y más catástrofes. Heidegger, según mi interpretación, nos invita a comprometernos con el peligro. Pensar la tecnología para no continuar esta forma de industrialización y modernización que ha durado siglos y que nos lleva a tal incertidumbre. Y que lleva incluso a manifestaciones como el coronavirus actual. Crear nuevos programas de industrialización para pensar en nuevas industrias. Debemos pensar algo nuevo, una nueva forma de tecnologías, un nuevo concepto. De lo contrario, podemos tener catástrofes, especialmente en lo que sucede en relación con el coronavirus y el calentamiento global. Puede haber más y más virus y podría ocurrir también la extinción masiva de los seres humanos. Con catástrofes que podemos anticipar. Hay necesidad de exponerse al peligro, si no, nos expondremos a las catástrofes.

—A fines de los 80 el comunismo colapsó económicamente. ¿Podrá en el siglo XXI, ya con capitalismo un Partido Comunista, en este caso el de China, ganarle la guerra a Estados Unidos?

—La reflexión parte de Francis Fukuyama en El fin de la historia. Allí se enunció el final del comunismo. Y un capitalismo universal constituiría ese final. Es una discusión del fin de los 90, que viene desde los tiempos de Nikita Jrushchov y el fin del comunismo. Sin embargo, más allá de los argumentos, la historia continuó de los 90 a hoy. Hay nuevas dinámicas, marcadas por los avances tecnológicos. Hoy no sé si podemos decir que la competencia del capitalismo sea exactamente el comunismo. Los protagonistas del proceso son otros. Y seguramente implique correrse del debate central. Hablar de Estados Unidos como capitalista y de China como comunista es encasillarlos. Es una discusión que incluso puede ser anterior a la de los años 90. La realidad política es otra cosa.

—¿Cuál es su opinión sobre el futuro de la democracia en China? 

—Nuevamente cabe preguntarse por la definición de democracia. ¿Nos referimos, por ejemplo, a la democracia liberal? ¿Hablamos de votar o no? Pensar que la solución es que China se transforme, como sugiere el filósofo Jiewi Ci, es pensar la cuestión desde un punto de vista liberal. No estoy muy seguro de que el país se transforme en una democracia liberal.

—Usted dijo: “El marxismo es un producto del idealismo alemán en el cristianismo tardío”.

—Fue una conversación que tuve con François Lyotard, cuando aquel filósofo escribía en la década de 1990 sobre su experiencia en Berlín oriental antes de la caída del Muro. Luego, él regreso a Alemania. La frase estaba vinculada a sus vivencias. Si uno observa la formación intelectual de Karl Marx nota que sus ideas nacieron en general del idealismo en la cristiandad tardía.

(Fuente www.perfil.com). Por cualquier duda por favor escribir a perfilcom@perfil.com

sábado, 17 de octubre de 2020

LA REVOLUCIÓN 4.0 IMPACTA EN EL TRABAJO

Eduardo Luis Fracchia. LA NACIÓN. 17 de octubre de 2020

La primera revolución industrial, la de la máquina de vapor, aumentó la productividad en una medida mucho mayor respecto a los siglos anteriores, claramente más estacionarios. Hoy se está desarrollando la Revolución 4.0, también llamada cuarta revolución industrial. En esta oportunidad, el liderazgo de la disrupción tecnológica se encuentra en la automatización (robots) y en un conjunto de nuevas tecnologías, entre la que se destaca la inteligencia artificial.

Por citar algunos nombres de esos impulsores del cambio tecnológico: máquinas de aprender, manufactura adictiva (impresión 3D), transporte autónomo, realidad aumentada, drones, big data y blockchain. Pareciera que estas tecnologías se potencian entre sí. La inteligencia artificial podría desplazar a la inteligencia humana en unos veinte años (la singularidad).

Se supone que estos cambios comenzaron hace una década y que se extenderán hacia adelante. Aparece una visión tecnooptimista que considera que, ante la desaparición de trabajos tradicionales por el impacto tecnológico, se crearán otros nuevos que incluso hoy no conocemos. El tecnopesimismo, en cambio, expresado en los años 90 en El fin del trabajo, un libro de Jeremy Rifkin, plantea que el desempleo será un dato estructural de la nueva economía.

Todavía el aporte de esta revolución no se ve en las estadísticas de crecimiento prepandemia: el mundo desarrollado crece poco. Lo mismo ocurrió en los años 80, cuando Robert Solow argumentaba que el impacto de las computadoras (protagonistas principales de la tercera revolución industrial) no se reflejaba en el crecimiento.

Las grandes consultoras como BCG, McKinsey, Price, KPMG, entre otras, han investigado el tema. Para el Foro Económico Mundial, este cambio tecnológico es un asunto de vital importancia que nos cambiará, sobre todo a nosotros mismos, más que a la realidad. Así piensa el fundador del Foro, Klaus Schwab. El BID publicó trabajos importantes sobre esta problemática, entre ellos Robotlución o Algoritmolandia. Mucho autores académicos, como por ejemplo Daron Acemoglu, son muy activos en este campo.

Los estudios sobre puestos de trabajo que podrían desaparecer son muy variados. El historiador económico Carl Frey (Universidad de Oxford) plantea que el 47% de 702 trabajos típicos en Estados Unidos ya no existirán en una década. Las proyecciones de desaparición de profesiones, análogas a lo que ocurrió en la actividad agrícola a principios del siglo XX, son muy disímiles y resulta muy difícil determinar ahora lo que realmente pasará.

Se estima que el impacto mayor no se dará en los índices de desempleo. De hecho, los países con más robots no tenían desempleo prepandemia, como vemos en los casos de Estados Unidos, Alemania, Japón y Corea del Sur, entre otros. Sin embargo, se amplía la brecha salarial entre el trabajo calificado y el no calificado, y la masa salarial respecto al PIB tiende a retraerse en favor del factor capital. Hay actualmente una gran discusión sobre el destino de los dividendos derivados de este proceso de crecimiento. Esto ha llevado a Bill Gates a plantear que los robots deben "pagar'' impuestos. Frente a esta cuestión, vuelve con fuerza una vieja idea que es la de la renta universal. Esta renta podría compensar a quienes no tienen ingreso salarial o reciben una remuneración magra.

La educación es desafiada en un mundo donde no conocemos los futuros trabajos. Se estimula la inteligencia computacional entre los estudiantes y el desarrollo de la inteligencia emocional y creativa. Las empresas tienen este desafío como oportunidad competitiva. La clave de todo este proceso, que debe ser coordinado, según Acemoglu, es que represente un aumento de productividad que no implique exclusión social.

Economista, doctor en dirección de empresas; IAE - Universidad Austral

Por: Eduardo Luis Fracchia

martes, 6 de octubre de 2020

QUIÉN ES LA MUJER ARGENTINA QUE LIDERA UN NUEVO UNICORNIO

TransparentBusiness, fundada y presidida por la empresaria argentina Silvina Moschini, se convirtió en un "unicornio" al alcanzar una valoración privada de US$1000 millonesTransparentBusiness, fundada y presidida por la empresaria argentina Silvina Moschini, se convirtió en un "unicornio" al alcanzar una valoración privada de US$1000 millones Crédito: Gentileza Moschini

Delfina Torres Cabreros. 6 de octubre de 2020

Convertirse en el Amazon del talento global, con una infraestructura tecnológica que facilite la contratación y la gestión de trabajadores distribuidos por el mundo y multiplique las oportunidades de desarrollo para las mujeres. Ese es el objetivo de la argentina Silvina Moschini, fundadora y líder de la firma de gestión de trabajo remoto TransparentBusiness,que se convirtió en un "unicornio" al alcanzar una valuación privada de US$1000 millones y planea salir a bolsa en el cuarto trimestre de 2021.

TransparentBusiness, que Moschini creó en 2012, creció con el boom tecnológico que provocó la pandemia de la Covid-19 en los últimos meses y este martes abrió una ronda de inversión que la lleva a una valuación "de facto" de US$1000 millones, situándola como "unicornio", junto a otras 488 empresas de todo el mundo.

"Para nosotros fue clave la oportunidad de la pandemia, que mandó a la mitad del universo, a 3400 millones de personas, a su casa. Eso hizo que las empresas vieran que trabajar de manera remota era la única posibilidad que tenían para continuar con su negocio y aceleró la transformación cultural hacia modelos más flexibles, basados en la nube, bajo demanda", dice Moschini a LA NACION desde Miami, y agrega: "Del día a la noche trabajar en forma remota pasó de ser una vitamina a ser una aspirina para resolver un problema muy urgente".

TransparentBusiness se "encamina" ahora hacia un debut bursátil en la Bolsa de Valores de Nueva York en el cuarto trimestre de 2021TransparentBusiness se "encamina" ahora hacia un debut bursátil en la Bolsa de Valores de Nueva York en el cuarto trimestre de 2021 Crédito: Gentileza

Su plataforma SaaS ("software as a service", o software como servicio) utiliza la tecnología en la nube para facilitar la gestión y coordinación de equipos de trabajo geográficamente distribuidos y se suma a otras firmas que han multiplicado su valor de mercado durante la pandemia, como la aplicación de videollamadas Zoom.

TransparentBusiness se encamina ahora hacia un debut bursátil en Wall Street en el cuarto trimestre de 2021, fecha en la que estima que tendrá una valuación de US$10.000 millones, según indicó su fundadora, que destacó la importancia de este hito para una empresa liderada por una mujer.

"No solamente creamos una empresa distinta, que hacía cosas distintas; nunca tuvimos oficina y tampoco buscamos dinero en los fondos de inversión, que no les gusta mucho invertir en mujeres emprendedoras", señala Moschini, y explica que las estadísticas estiman que solo el 2% del capital de riesgo invertido va a mujeres y apenas 0,4% de los fondos en capital de riesgo es destinado a startups lideradas por mujeres latinoamericanas.

"Quisimos democratizar el acceso a la inversión y creamos una compañía que levantó capital invitando a personas comunes a que pudieran sumarse como socios antes de que saliera a la bolsa", continúa. Según explica la emprendedora, la firma abrió ahora una nueva ronda de inversión que permite que gente de cualquier parte del mundo pueda formar parte de los accionistas a partir de US$6000.

 "Eso lo podemos hacer porque en Estados Unidos hay normas que lo permiten", explica Moschini, basada en ese país desde hace más de dos décadas. Para la empresaria "el tema regulatorio es un gran acelerador para el emprendimiento" y considera que en la Argentina hay mucho para hacer en ese sentido.

La firma es el "primer unicornio rosa en hackear el financiamiento de venture capitalists"La firma es el "primer unicornio rosa en hackear el financiamiento de venture capitalists" Crédito: Gentileza

"Se necesita una visión que favorezca la oportunidad de innovadores como Marcos Galperin, los CEO de Despegar, Globant. Ojalá que haya muchas mujeres y que no sean solo señores los que celebremos, porque las mujeres somos la mitad del universo y tenemos que tener la mitad de las oportunidades", añade.

La empresaria argentina, que lidera TransparentBusiness junto al CEO y cofundador Alex Konanykhin, señaló que una de las claves del negocio es el "impacto social", por lo que donó software a Estados Unidos, China y América Latina cuando se desató la pandemia y desarrolló CloudWorking Academy, un programa de ayuda a emprendedores.

"Para mí como emprendedora mujer es muy importante mi visión, que es hacer que el mundo del trabajo sea mucho más equitativo e inclusivo, que el trabajo sea algo que se haga y no un lugar a donde se vaya",cuenta Moschini, que también creó SheWorks!, una plataforma que conecta mujeres profesionales con oportunidades laborales y que recibió en 2019 el premio Equals In Tech, con el que Naciones Unidas reconoce proyectos innovadores enfocados en acortar la brecha de género a través de la tecnología.

Si bien asegura que el objetivo central de la compañía nunca fue hacer dinero, Moschini apuesta ahora a "darle un enorme retorno" a sus inversores con la salida a la bolsa. "Desde el punto de vista de negocios, quiero que nos convirtamos en el estándar mundial de oro en gestión de trabajo remoto, para que la transparencia se convierta en la norma y tocar de esta manera la vida de miles de millones de personas que a través de tecnología podrán conectarse con el mundo del trabajo", dice Moschini, y sintetiza: "Queremos ser el Amazon del talento global".

domingo, 4 de octubre de 2020

CORONAVIRUS. ALAIN TOURAINE: "LA GESTIÓN DE TRUMP RESULTÓ UNA CATÁSTROFE PARA EE.UU."

El sociólogo francés asegura que debemos avanzar hacia un mundo de nuevas ideas y acciones.

Hugo Alconada Mon. 3 de octubre de 2020

"¿Prefiere que hablemos en francés, inglés o italiano? No le digo en español porque hace un tiempo que no lo practico y no quisiera cometer errores". Del otro lado de la línea, un afiladísimo Alain Touraine cuenta desde París a LA NACION que terminó de escribir un nuevo libro y avanza con la reescritura de otro. Confía en que ambos salgan en 2021, cuando cumpliría 96 muy vigentes años.

Considerado uno de los sociólogos más importantes del último siglo, la visión de Touraine es panorámica, al mismo tiempo que precisa y profunda. Ofrece un pantallazo sobre Europa, mientras desgrana ideas sobre América Latina y Asia, y señala por sus apellidos a los líderes que lo inquietan. Pero la coyuntura no lo obsesiona, sino cómo encarar los nuevos tiempos.

La oscuridad informativa de la Casa Blanca suma confusión en un momento clave         

"Estamos ante el fin de la sociedad industrial y eso conlleva una confusión generalizada, ausencia de ideas, ausencia de debates, ¡incluso ausencia de las libertades que resultan fundamentales para la generación de ideas!", plantea, para después ir a fondo: "No tenemos que volver al pasado, sino entrar en un nuevo mundo, en una nueva sociedad, un mundo de nuevas ideas y acciones".

Touraine explica, también, que siente cierta ambivalencia. "El precio que pagamos en esta crisis es muy alto, pero aun así soy optimista", explica. "Resulta extraordinario observar que, por primera vez, prácticamente el mundo entero ha priorizado salvar vidas humanas, la salud de sus ciudadanos, por encima de sus economías, con la clara excepción de dos o tres países importantes", sobre los que carga con dureza.

-Después de tantos años, ¿cómo ve lo que afrontamos a nivel global? En la entrevista que concedió a El País en abril, usted planteó que le extrañaría "mucho" que no vivamos "catástrofes ecológicas importantes" durante la próxima década, pero al mismo tiempo remarcó que "las epidemias no lo son todo".

-[Ríe] ¿Cuánto tiempo tenemos? Primero, remarquemos que esta pandemia no es la primera que afrontamos, ni tampoco es la primera fuera de control durante el último siglo, ni siquiera en tiempos recientes. Basta con recordar cuando irrumpió el virus del sida, por ejemplo. Pero lo que sí es relevante es cómo reaccionamos ante estas situaciones de crisis y eso depende, en gran medida, de la relación que la ciudadanía mantenga con sus gobiernos. Cuando las personas confían en sus gobernantes tiende a reducirse la desorganización y a mejorar la calidad de la respuesta. Pero la relación entre las personas y los Estados es una relación cambiante que puede derivar en situaciones extremadamente peligrosas, con claros abusos de poder desde el Estado. En ocasiones, algunos gobiernos pueden asumir una orientación, digamos, napoleónica, dándole prioridad absoluta al propio Estado por sobre sus ciudadanos. Ahora estamos pagando un precio social muy alto debido a la orientación burocrática y nacionalista de muchos Estados. Muchos recibimos con sorpresa la evidente desorganización de los Estados para afrontar este tipo de crisis.

-¿Por qué dice eso? ¿Puede explayarse en ese concepto?

-La globalización de la economía llevó, por ejemplo, a que no produzcamos más nuestros medicamentos y todo tipo de equipos médicos, incluso algunos muy fáciles de fabricar y que nos permitirían protegernos más y mejor de este tipo de pandemias y, en general, en situaciones de emergencia. Debemos retornar a una democracia donde se le dé la prioridad a la sociedad civil por encima de los Estados. A esto se suma, en segundo lugar, que el precio que pagamos en esta crisis es muy alto, pero aun así soy optimista. Resulta extraordinario observar que, por primera vez, prácticamente el mundo entero ha priorizado salvar vidas humanas, la salud de sus ciudadanos, por encima de sus economías, con la clara excepción de dos o tres países importantes. Las excepciones las encarnaron Donald Trump en Estados Unidos, Boris Johnson en Gran Bretaña y, obviamente, Jair Bolsonaro en Brasil. Pero la respuesta general resultó muy positiva y, en la misma línea, es valioso lo que ha ocurrido en la Unión Europea, que se ha mostrado como una entidad muy débil, pero que aun así, gracias al alineamiento de Alemania y Francia, ha decidido destinar enormes sumas de dinero a la reconstrucción de la vida económica pero priorizando, insisto, las vidas de sus ciudadanos. Los europeos han demostrado así que están mejor orientados en sus prioridades de lo que muchos pensábamos, y me incluyo en eso. Mientras tanto, en Asia también podemos ver lo ocurrido en Hong Kong, en Corea del Sur y en particular en Taiwán. Han demostrado que las naciones que son verdaderamente democráticas han afrontado mejor la crisis que las viejas naciones industrializadas de Europa. Eso indica que es posible establecer una clara línea política que priorice las vidas y ciertos objetivos sociales y culturales en vez de abocarse a unos pocos y muy estrechos intereses económicos.

-Destacó a la Unión Europea. ¿Qué futuro tiene tras la salida del Reino Unido, con el Brexit, y los problemas serios y recurrentes de coordinación que evidenció durante esta pandemia?

-Diría, primero, que en estos momentos me siento muy tentado a sentirme satisfecho con el Brexit, dada la vieja tradición capitalista de Gran Bretaña, combinada con la sintonía que evidencia en los últimos tiempos con Estados Unidos. No aludo a aquel Estados Unidos de [Franklin Delano] Roosevelt o [John Fitzgerald] Kennedy, sino a este Estados Unidos de George W. Bush o Trump, y su priorización de los objetivos económicos por sobre las vidas humanas, en desmedro de otras perspectivas. Tomemos a Alemania como el ejemplo opuesto. Alemania lidia con ciertas fuerzas nacionalistas, pero resulta magnífico observar cómo la canciller [Angela] Merkel ha sido capaz de sortear esos planteos nacionalistas e imprimir otro rumbo, más positivo, en toda Europa. O Francia, donde debo reconocer que el presidente [Emmanuel] Macron ha estado muy activo en su afán por fortalecer la Unión Europea. Por todo esto, mi visión sobre la Unión Europea es que aún es demasiado débil, pero registró un progreso muy importante al aprobar un paquete de 750.000 millones de euros para afrontar las consecuencias de la pandemia, dándole prioridad a Italia y España. Eso no es menor. Veamos el caso de Italia, que está registrando un progreso muy importante, con la ayuda de las restantes naciones de la Unión y con la caída de Salvini [Mateo, ex ministro del Interior y vicepresidente italiano, referente de la extrema derecha], que es un dirigente populista muy peligroso. Algo similar pasa en España, que afronta serias dificultades, además del movimiento independentista catalán, pero que de a poco está avanzando en una senda positiva. Paradójicamente, creo que el país que se encuentra en la situación más frágil, hoy, es Francia. Veremos qué ocurre en las próximas elecciones presidenciales y regionales de 2022. Espero que Macron obtenga su reelección, a pesar de que su partido es débil y mediocre, y pueda impulsar ciertas reformas políticas, más allá de que aún existan sectores de la población que apoyen a [Marine] Le Pen y son sectores carentes de un verdadero y profundo análisis de la situación. Por todo esto, mi juicio sobre el comportamiento colectivo de la Unión Europea y en especial de Alemania y Francia, es muy positivo.

-¿Cómo interpreta el ascenso al poder de figuras como Trump, Bolsonaro o Johnson?

-Como un problema que deberíamos dejar atrás lo más pronto posible. No sé qué puede ocurrir en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, pero es todo un dato que los países que más han sufrido por esta pandemia hayan sido Estados Unidos, Inglaterra y Brasil. Desde una perspectiva muy concreta, quedó demostrado que la gestión de Trump resultó una catástrofe para Estados Unidos, que registra la tasa de casos y muertes más alta del mundo, mientras que Gran Bretaña es la nación con peores índices de Europa, a pesar de sus altos estándares científicos, porque permitió, insisto, que sus intereses económicos capitalistas prevalecieran por sobre las vidas de sus ciudadanos.

-Apoyado en sus conocimientos y su experiencia, ¿cuáles son las preguntas que deberíamos plantearnos en estos momentos?

-Hmm [Calla unos segundos]. Como usted sabe, América Latina siempre me ha interesado muchísimo y creo que ahora debemos observar cómo se resuelve el populismo en la región, donde acumuló un elevado apoyo popular, pero registró efectos muy negativos y provocó una reacción opuesta, como la que encarna Bolsonaro, quien está destruyendo la selva de Amazonas. Esa reacción es mucho más negativa que lo ha que ha representado el peronismo u otras variantes populistas en el hemisferio. Veo con mejores ojos lo que ocurre en Chile, un país que ha registrado un movimiento popular contra un presidente [por Sebastián Piñera] que ciertamente no es un dictador como lo fue [Augusto] Pinochet, pero es muy conservador y antipopular. Esa tensión social representa, para mí, un verdadero progreso en la relación de los ciudadanos con el Estado, tras el gobierno de la llamada "Convergencia", que en la práctica fue neoconservador y no implementó ninguna verdadera reforma social. Espero que el malestar popular que el año pasado se evidenció en Chile derive en algún resultado positivo y que la nueva Constitución signifique un gran paso hacia delante, hacia una democracia plena. O dicho de otro modo, como alguien que está a favor de los movimientos populares en Chile, tiendo a pensar que el saldo de lo ocurrido el año pasado podría resultar muy positivo para el proceso democrático de ese país. Y en términos más hemisféricos, espero que América Latina no se abandone a los intereses autoritarios de China. Si pueden sacarnos de encima a sus peores líderes, confío en que pueda transformarse y reorganizar sus procesos populares. Pero será un largo camino.

-¿Y en el campo de las ciencias sociales? ¿Qué ve?

-Considero que debemos hacer un gran hacer esfuerzo por reconstruir las ciencias sociales porque los mayores problemas, hoy, no son económicos, son sociales y culturales. Por eso insisto tanto en que debemos priorizar a los intereses humanos por sobre los económicos. Debemos ser activamente críticos y debemos abordar la "sociología de la acción", enfocarnos en la capacidad de los actores para organizar la vida social para bien de la comunidad y no de otros intereses. Debemos priorizar la reconstrucción de las bases de la democracia. La tendencia dominante hoy se centra en el antagonismo, pero debemos reaccionar y reconstruir una verdadera ciencia humana, una ciencia pensada para el bienestar de la humanidad. Necesitamos una fuerte renovación de nuestras organizaciones culturales y políticas y eso, sin ir más lejos, debería ser un eje clave en un eventual segundo período de Macron.

-¿Hay alguna pregunta que no le planteé y quisiera abordar?

-¡Oh, sí! Obviamente no puedo decirlo todo en veinte o cuarenta minutos [risas]. Creo que nos encontramos en el momento más negativo de nuestra evolución histórica. Estamos ante el fin de la sociedad industrial y eso conlleva una confusión generalizada, ausencia de ideas, ausencia de debates, ¡incluso ausencia de las libertades que resultan fundamentales para la generación de ideas! Debemos salir ahora de este barro, de este período de desorganización y construir una nueva sociedad. Lo que quiero dejar como mi comentario más relevante, hoy, es que debemos quitarnos de encima esta sociedad industrial en la que he pasado prácticamente toda mi vida. Ahora debemos entrar en un nuevo mundo y debemos reinventar un abordaje social, un análisis social para esta nueva sociedad. Debemos convencernos de la necesidad de elaborar ideas, programas y acciones para una sociedad que es esencialmente distinta de la que fue la sociedad industrial de los últimos dos siglos. Eso es fundamental. Necesitamos nuevas ideas. Nuevos instrumentos para responder las preguntas actuales. Nuevas propuestas para la acción. No tenemos que volver al pasado, sino entrar en un nuevo mundo, en una nueva sociedad, un mundo de nuevas ideas y acciones. Ese es mi mensaje.