lunes, 26 de septiembre de 2016

LA ESCRITURA AUTOMÁTICA: EL PRÓXIMO NERUDA PODRÍA SER UN ROBOT

En La sinagoga de los iconoclastas, Juan Rodolfo Wilcock imaginó un mecanismo capaz de componer por cuenta propia sentencias "no siempre desprovistas de sentido". Más parecido a una máquina de fábrica que a un poeta, "los rodillos del filósofo mecánico universal", así lo llamó, arrojaron azarosamente frases que fueron apropiadas por "un hormigueante futuro de deshonestos profesores de semiótica y de brillantes poetas de vanguardia", según se lee en ese volumen de hace casi medio siglo. En pleno 2016, Google llevó a la práctica la idea de Wilcock al ordenarle a su sistema de inteligencia artificial (IA) que escriba versos.
Expertos en IA y lingüistas trabajan desde 2011 en Google Brain, una red neuronal que procura imitar el funcionamiento de la mente humana. Para que ganara naturalidad inyectaron en la vena virtual miles de novelas románticas y poemas, según contaron en un paper publicado este año. Tras el aprendizaje le pidieron que escriba poemas; los resultados son gramaticalmente coherentes y de estilo oscuro, si es que una máquina puede bucear melancolías. "No hay nadie más en el mundo/ No hay nadie más a la vista/ Sólo hubo algunos que importan/ Sólo quedan algunos/ Él tenía que estar conmigo/ Ella tenía que estar con él/ Tuve que hacerlo/ Quise matarlo/ Comencé a llorar/ Me volví hacia él."
En vista de los progresos en estas investigaciones, ¿es plausible imaginar que en el futuro un robot sea el ganador del Premio Nobel de Literatura, digamos, en el año 2030? ¿La industria editorial se prepara para postular a las nuevas estrellas de las letras, que ya no serán autores sensibles y de sangre caliente, sino inertes mecanismos cumpliendo la orden de ser creativos?
Tampoco fue un mortal quien escribió "Quebraste mi alma/ el juego de la eternidad/ el espíritu de mis labios". Estas líneas fueron emitidas por unsoftware diseñado por el experto en IA y director de ingeniería en Google, Raymond Kurzweil, que en este caso inoculó en el sistema textos del poeta británico John Keats. Pero ni la obra de Wilcock, ni la ingeniería de Kurzweil, ni los recientes avances de Google son los únicos que se han lanzado a explorar las capacidades creativas de las máquinas.
Pablo Gervás, director de Instituto de Tecnología del Conocimiento de la Universidad Complutense de Madrid, trabaja hace más de 15 años en WASP explorando qué partes de los procesos de composición poética pueden ser modelados desde una computadora. Según Gervás, la clave para no incurrir en comparaciones injustas reside en comprender qué se intenta alcanzar en cada caso. "A nadie le preocupa el vacío humano que pueda tener una calculadora que simplemente modela la capacidad humana de realizar operaciones aritméticas", apunta.
Hay más creatividad mecánica, por caso, en la siguiente sentencia: "La reina se mantuvo de pie, como un castillo firme". La analogía que sigue a la coma tampoco es la estricta creación de un escriba humano, sino de FIGURE8, un diseño de la programadora y matemática Sarah Harmon. "Quería saber si un ordenador es capaz de escribir de un modo que sea hermoso, sorprendente y también significativo", cuenta Harmon y agrega que el sistema opera en forma similar a como lo hacemos los seres humanos. "FIGURE8 busca en su memoria para generar analogías y también puede buscar en la Web para aprender sobre conocimientos culturales pertinentes y cómo otros escriben."
La cooperación hombre-máquina también es defendida por Roberto Cruz, gerente general de Cognitiva para Argentina, Paraguay y Uruguay, quien trabaja en investigación y desarrollo de Watson, el sistema de inteligencia artificial de IBM. "La idea con la que salió a la luz en 2011 es la de un nuevo y poderoso espacio de colaboración entre las personas y los sistemas", comenta antes de abordar las cruzadas de Watson en el terreno creativo. Por caso, este sistema de IA colaboró recientemente en la realización del tráiler de la película Morgan, que se estrenó hace algunas semanas. "La creatividad y la emoción no son características que tenga la tecnología, por lo tanto estaríamos confundiendo su lugar si pensamos que nos pueden reemplazar en el tipo de inteligencia y sensibilidad necesarias para la creación artística. No es el sentido de esta tecnología hacerse pasar por una persona", dice Cruz.
"Odio vida, cuánto odio. Sólo por tu audición se ha desangrado. ¡Ay de mi índice! ¡Oh limón amarillo! Me darás un minuto de mar, vida como de alpistes, la tierra que nos dejará desiertos. Ni las halles, guárdalas en dos cajitas, hermano, como para niñas blancas. Seguro que después de leer este poema."Una vez más asistimos a un texto creado por un ente mecánico, en este caso el mencionado sistema WASP, que aquí creó con la orden de trabajar con octasílabos y tras leer versos del español Miguel Hernández.
Luego de leer este poema, la referente del género Diana Bellesi señaló que tiene imágenes y rupturas preciosas, pero que el conjunto no apunta a nada. "Hace uso de muchas de las operatorias de un poeta, pero el poeta no está y esto ofrece un vacío, no el alma humana que de pronto todo lo llena. Y llamemos alma a lo que hemos nombrado por milenios, o llamemos así a ese misterio que se produce en la interrelación de las partes de la materia orgánica, no importa. Pero sabemos de ese misterio día a día que nos hace decir cosas que no sabemos."

Desde la exótica Shanghai, adonde viajó becada, Ángela Pradelli agrega: "Creo que se escribe por una necesidad, ¿la sentirán las máquinas algún día?" Y aunque la creatividad sigue siendo cosa humana y nos resulta improbable que el próximo Neruda o García Lorca vaya a ser mecánico, ciertas lógicas podrían alterarse. "Como ya ha ocurrido en el ajedrez, a lo mejor se acerca el momento en que las máquinas dejen de aprender de las personas y las personas también puedan empezar a aprender de las máquinas", concluye Gervás.

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