martes, 26 de marzo de 2019

VIII CONGRESO INTERNACIONAL DE LA LENGUA ESPAÑOLA: LAS REDES SOCIALES Y EL LENGUAJE


Extracción del artículo "El español, en una era de máxima tensión".
Revista La Nación. 23 de marzo de 2019.

La popularidad de las nuevas tecnologías, como el masivo uso de los teléfonos inteligentes, nos obliga a relacionarnos con las palabras. Las redes sociales intervienen en todos los ámbitos de nuestra vida, incluida la lengua. El uso del lenguaje escrito se multiplicó y encontró en las redes una aspiración declarada a imitar la oralidad. "Es verdad que muchas palabras se han abreviado, minimizado o reemplazado por emoticones, pero si la inteligibilidad funciona, no me parece grave -opina Gonzalo Celorio, flamante director de la Academia Mexicana de la Lengua-. Lo preocupante es la pobreza, la futilidad, la insulsez de la expresión en las redes sociales. Aun así, no creo que la escritura formal sufra un deterioro, porque la buena redacción y la ortografía siguen teniendo un enorme prestigio o, mejor dicho, la comisión de faltas gramaticales u ortográficas genera un desprestigio inmediato en la vida pública. Aun así, existe el peligro en algunas sociedades, y sobre todo en la juventud, de que la buena escritura sea considerada un signo clasista aristocratizante, anacrónico y elitista, al que se debe combatir".

La lengua es un ente vivo y, en este sentido, el académico de la RAE Juan Gil afirma: "Si la lengua no evoluciona, es que está muerta". Ante la preocupación del uso de imágenes y símbolos, él no cree que estemos ante una nueva escritura capaz de expandirse más allá de las redes sociales. "La escritura europea durante la Edad Media utilizó muchas más abreviaturas e inventó signos de puntuación nuevos (el latín no tenía comas ni signos de interrogación ni exclamación: ellos fueron los emoticones medievales). Las diferentes lenguas, la latina y las romances, no sufrieron por tal motivo quebranto alguno".

El mismo ejemplo adopta Luis García Montero al destacar que los amanuenses (escribientes en la Edad Media) se adaptaban a la escasez del pergamino y escribían con abreviaturas. "Si uno ve las cartas oficiales de los siglos XI, XII, que manejaban en la administración de la corona española en Hispanoamérica, van encontrar que están llenas de abreviaturas -ejemplifica Concepción María del Pilar Company Company, lingüista, filóloga, investigadora y académica mexicana-. De hecho, hay diccionarios de abreviaturas para poder entenderlas. No estamos ante algo nuevo: es un mecanismo usual de los hablantes abreviar ante la rapidez y la necesidad que requiere el texto".

En los años 50, el francés André Martinet acuñó el término economía lingüística. "De esta manera designa uno de los principales mecanismos de la evolución en lingüística -analiza la escritora, profesora y licenciada en Letras Modernas Perla Suez-. Abreviar, acortar o simplificar claramente está entre nosotros desde antes de Twitter. Necesitamos nuevos usos del lenguaje para los nuevos medios. Los soportes cambian y los usos también; detenernos a pensar que son errores, negarlos o pretender encorsetarlos es perder el tiempo". Carme Riera, escritora y miembro académico de la RAE, deja constancia de su preocupación: "Escribimos de manera telegráfica, tendemos a abreviar y es posible que, si seguimos así, tengamos que enfrentarnos a cambios ortográficos importantes. La conjunción 'que' puede que en el futuro sea sustituida por 'K'", advierte.

"Cuando la 'p' en la palabra septiembre formaba parte de la norma, la grafía setiembre era errónea y ahora está en el Diccionario de la Real Academia -ilustra Elena Pérez, decana de la Facultad de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba-. Quiero decir, con este breve ejemplo aislado, que las lenguas están en constante mutación y que no todos los cambios deben catalogarse como erróneos. Prefiero hablar de nuevos usos a los que el idioma debe adaptarse, ya que los nuevos soportes habilitan y nos demandan otros usos".
Que escribamos y nos comuniquemos mucho más siempre es positivo. "Sin embargo, parece que cada vez que surge una nueva tecnología hay un movimiento sísmico que considera que todo lo anterior era mejor, una especie de nostalgia anestesiada -observa el poeta, ensayista y crítico literario español Luis García Montero-. 

Hay que reconocer las posibilidades de comunicación, expresión y libertad que dan las redes sociales, pero no por ello olvidarnos de sus peligros. Peligros que son más cívicos que gramaticales u ortográficos. Son 'poderes salvajes', en el sentido de ingobernables, que pueden extender infundios, falsos planteamientos y fomentar subjetividades antidemocráticas. Por otra parte, no podemos olvidar que se han convertido en un ágora moderna donde se congregan los ciudadanos, los que cometen faltas de ortografía y los que no; los que invitan a reflexionar o a compartir, y los que llaman a la división. Las redes sociales parecen el resultado de una sociedad que estaba reivindicando el derecho a hablar, pero que a veces se ha olvidado del deber de escuchar con respeto".

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