Es
la combinación de camiones de soja y de bits para ampliar exportaciones. Un
estudio marca la limitada vinculación del software con las actividades
productivas.
Silvia
Naishtat
Al
calor de la montaña rusa que se vive con el tipo de cambio y puestos a analizar
cómo se pueden fabricar dólares, en el CECE ( Centro de Estudios para el Cambio
Estructural) acuñaron el término Sojware. Es la combinación de camiones de soja
y de bits, para poner en marcha las exportaciones. Los respetados economistas
Adrián Ramos y Andrés López estudiaron la industria del software, ahora que el
Congreso, con apoyo de todos los bloques, pese al año electoral; transformará
en ley un marco estable de reglas de juego para la economía del conocimiento.
Claro
que esa anhelada combinación de soja y de bits es más profunda. Escriben Ramos
y López: “Argentina todavía está lejos de aprovechar las oportunidades de
generar plataformas con proyección internacional de proveedores de servicios
conocimiento-intensivos en cadenas basadas en recursos naturales. Lo han hecho
Australia, Canadá, Noruega y Chile los intenta imitar. Esto vale no sólo para
el área agrícola-ganadera, sino también en minería y petróleo”. Decididamente,
hay oportunidades de innovación y sin embargo las vinculaciones del software
con el resto de la economía local son limitadas y se concentran en el
abastecimiento de gestión y servicios relativamente rutinarios.
El
software cuenta desde 2004 con un régimen de estímulos fiscales que ahora se
amplía y que en 2018 tuvo un costo fiscal de $ 1.050 millones. Parece nimio si
se considera su notable desempeño al contabilizar 5.000 empresas, emplear cerca
de 100 mil personas en blanco y generar exportaciones por US$ 2.000 millones.
El conjunto de la industria del conocimiento araña los US$ 6.000 millones.
En
el trabajo de Ramos y López se enumera la disponibilidad de capital humano
calificado, el atractivo del país para que varias multinacionales comenzaran a
desarrollar localmente y exportar servicios informáticos, las capacidades
empresariales domésticas que hicieron posible no solo la emergencia de varios
“unicornios” sino también de un buen número de firmas medianas competitivas. “Esto
permitió el aprovechamiento de las oportunidades en el mercado internacional
que creció a US$ 381 mil millones”.
Por
cierto, la actividad está muy concentrada en pocos distritos, la Ciudad de
Buenos Aires, la Provincia, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. De acuerdo a los
autores, el 64% del personal de este sector tiene formación universitaria pero
40% no ha finalizado sus estudios. La tasa del rotación llega a 27% y la de
desvinculación al 25%. “Son cifras elevadas en comparación con el resto de la
economía, que se explican, entre otros factores, por la fuerte competencia por
recursos humanos”. Eso sí, la facturación promedio por empleado de las empresas
de software se ubicó en torno a los US$ 40 mil en 2017, mucho más elevada que
en otros rubros. El grueso de las exportaciones tienen como destino EE.UU, “por
la presencia de diversas multinacionales de ese origen y por el huso horario
similar y las mayores afinidades culturales con Argentina en comparación con
competidores como India”.
-¿Cómo
les impacta la devaluación?
-Negativamente,
reduciendo ventas, alargando las cadenas de pago y generando volatilidad y
caída de los proyectos. En cuanto a la oportunidad que la devaluación brinda
para exportar, las estrategias para ingresar a los mercados son de largo plazo,
y no pueden basarse en conductas oportunistas, sino en base a conseguir una
inserción que no sea monocliente ni monoservicio. Pero hay otras firmas
exportadoras de servicios menos sofisticados. El commodity de la actividad es
la línea de código, donde la hora de programación se cotiza entre US$ 18 y US$
33, pudiendo llegar a US$ 60 si son desarrollos más complejos. En ese contexto,
la devaluación se traduce en mayor competitividad vía reducción de salarios en
dólares.
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