Para
él la ficción avanza sobre la realidad. Cómo sus ideas funcionan con fuerza en
tiempos de Google.
Daniel
Mecca. 22/08/2019. Clarín.com Cultura
Les
propongo que imaginemos esta posibilidad: los nazis han derrotado a los aliados
en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos fue invadido y repartido entre los
vencedores. En esta realidad los alemanes anexaron la costa atlántica bajo un
régimen de terror, mientras que los japoneses han hecho lo mismo con la costa
del pacífico. De repente, en este mundo, todos empiezan a hablar de un libro de
ficción misterioso que trata de un mundo donde los americanos... han ganado la guerra.
La
trama es de El Hombre en el Castillo, una novela de Philip Dick nítidamente
borgeana. Como ha dicho Ricardo Piglia, en Borges —de cuyo nacimiento se
cumplen 120 años este 24 de agosto— no opera la idea de cómo la realidad entra
en la ficción sino, por el contrario, cómo la ficción penetra en la realidad.
En otras palabras, cómo la ficción coloniza lo real. En este libro, así, el
escritor estadounidense Philip Dick (conocido popularmente por Blade Runner)
irrumpe con fuerza la idea de mundos alternativos y paralelos.
Universos
paralelos, “descensos infinitos”, sueños dentro de sueños, libros virtuales que
contienen todos los libros: todo apunta a indagar sobre el “Borges 3.0”, es
decir cómo se vinculan sus ideas emblemáticas—sobre todo los de los años 40 con
los libros Ficciones y El Aleph— en los tiempos de los smartphones, google,
ebooks y las apps.
Veamos:
la teoría de los universos paralelos plantea la posibilidad de infinitos
universos simultáneos. Esto proviene de la física cuántica. Para no hacerla
complicada: dentro de las leyes de la mecánica clásica –Newton mediante– se
puede medir un valor único (digamos la trayectoria de una pelota de fútbol),
pero en las partículas cuánticas es diferente: en lugar de tener una posición
definida de la partícula en forma perfecta, se tiene una distribución de probabilidades
ya que cada una puede estar en todos los lugares a la vez.
En
otras palabras, cuando se hace la medición de las partículas microscópicas sólo
se obtiene uno de todos esos estados posibles, pero las otras posibilidades que
“desaparecieron” están ocurriendo en realidad en universos paralelos. Borges
trabaja precisamente esta idea de El jardín de senderos que se bifurcan.
En
este cuento, Borges narra la historia del espía del ejército alemán Yu Tsun
quien, desde Inglaterra y perseguido por el implacable capitán Richard Madden,
necesita comunicar a Berlín la ciudad que deben atacar. Acorralado por Madden,
el protagonista idea su plan: encuentra en la guía telefónica el nombre de
Stephen Albert, un sabio sinólogo cuyo apellido era igual a la ciudad que los
alemanes debían bombardear. El plan era asesinarlo (finalmente lo fulmina de un
balazo, con la única bala que tenía en el revólver). Los alemanes comprenderían
el cifrado mensaje.
Veamos
un poco más de la trama (ojo, sin entrar en spoilers): En los momentos previos
a ser asesinado, el sabio reconoce que su asesino es bisnieto de un antiguo
gobernador de China que había dejado todo para edificar un laberinto “donde se
perdieran todos los hombres” y escribir una novela, El jardín de senderos que
se bifurcan, la cual, tras publicarse, fue tratada de insensata ya que allí
ocurrían todos los desenlaces, todas las posibilidades a la vez.
“Su
antepasado ---le dice Albert a Yu Tsun-- creía en infinitas series de tiempos,
en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y
paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que
secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la
mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no
usted; en otros, los dos. En este, que un favorable azar me depara, usted ha
llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado
muerto”.
Publicado
originalmente en 1941, este cuento se adelanta 16 años a la llamada
Interpretación de los muchos mundos. En rigor, el primero en hablar de
"multiversos" (en vez de "universo") fue el filósofo
estadounidense William James, en 1895, a quien Borges, efectivamente había
leído (como así también a su hermano, Henry James). Esta idea de los universos
paralelos también se usa en Rick and Morty, una serie que presente una visión
punk, trash, de la astrofísica.
Pero
pasemos a El Aleph, otro cuento clásico de Borges, incluido en el libro del
mismo nombre de 1949. El texto parte de la muerte de Beatriz Viterbo —la mujer
del Borges que es personaje del cuento— en una candente mañana de febrero. Ella
era alta, frágil, muy ligeramente inclinada, de graciosa torpeza, como un
principio de éxtasis.
El
misterio, tras esa muerte , va a ocurrir en una casa de la calle Garay, en
Constitución, donde vive el primo hermano de ella, Carlos Argentino Daneri.
Beatriz Viterbo había muerto en 1929; desde entonces Borges no dejará pasar un
30 de abril, día de su cumpleaños, sin volver a esa casa.
En
el sótano de la casa, en la parte inferior del escalón, hacia la derecha, hay
una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Es "el
Aleph". Al principio —dice Borges al ver este objeto— la creyó giratoria;
luego comprendió que ese movimiento era una ilusión producida por los
vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o
tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de
tamaño.
¿Era
el Aleph un smartphone? Guillermo Martínez, autor del libro Borges y la
matemática, razona ante Clarín que en realidad en el Aleph están todas las
imágenes a la vez, simultáneamente, pero su enumeración, forzosamente, es
sucesiva. Es un lugar que es todos los lugares. Así, la esfera (el Aleph)
parece tornasolada por la simultaneidad de lo que aparece a la vista. En un
teléfono celular podemos encontrar algunas imágenes -no todas a la vez- y en
forma sucesiva. Es decir, sería otro tipo de sistema respecto a la
“experiencia” que propone Borges. Pero el razonamiento puede invitar a otras
analogías.
En
el texto está latente lo que Beatriz Sarlo llama estructura en abismo. Escribe
ella en Borges, un escritor en las orillas: “El Aleph posee esa propiedad
escandalosa: punto que incluye todos los tiempos y todos los espacios, esfera
abstracta y concreta, desafía a la percepción porque es un infinito. Sugiere
además un dilema filosófico: si contiene todo espacio y todo tiempo, entonces
debe contenerse a sí mismo, pero, si se contiene a sí mismo, debe contener otro
Aleph que contiene también todo, incluido otro Aleph, y así sucesivamente, de
modo tal que es un infinito en abismo, que obliga a preguntarse sobre la
ilusión perceptiva (¿se puede captar el infinito por los sentidos?) y sobre la
paradoja (¿cómo un infinito contiene a otro infinito?)”.
Parece
todo un delirio, ¿no?, pero esta idea de un punto que contiene otro punto la
podemos ver cotidianamente. ¿Dónde? En la navegación en Internet (y, por tanto,
en los smartphones): navegar implica un link dentro de otro link dentro de otro
link, y así. Esta idea se ve con claridad en un cuento de Borges como Las
ruinas circulares (un sueño dentro de otro sueño), o el poema Ajedrez. En este
poema se lee al final: "Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. / ¿Qué
Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonía?".
Este
razonamiento, reflexiona Guillermo Martínez, es un concepto antiquísimo, que
viene ya de los gnósticos que tenían “dioses detrás de dioses”, como así
también de Aristóteles y, más cerca en el tiempo, de Lewis Carroll y su Alicia
en el país de las Maravillas. También está en la teoría literaria con la
intertextualidad, o sea un texto dentro de otro texto. Y en el “descenso
infinito” de las teorías de la matemática. Es decir son razonamientos antiguos
que Borges hace propios —en su mundo universal y a la vez nacional— para crear
ese artefacto extraordinario que es su obra.
Pero,
en la web, además de lo sucesivo está la profundidad, la memoria. Lo googleado,
digamos. Entonces podemos hablar del cuento Funes el memorioso, aquel personaje
de Borges que puede verlo todo, que conserva la memoria del detalle. Dice:
“Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los
vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las
nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y
dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta
española que sólo había mirado una vez”.
Veinte
frases increíbles de Jorge Luis Borges
Yendo
más allá, utilizando siempre los rastros emblemáticos de Borges, Guillermo
Martínez comenta que se podría implementar la idea del e-book que fuera como El
libro de arena, en el sentido que describe Borges en dicho cuento y que
contuviera todos los volúmenes de todas las bibliotecas.
El
narrador, en este cuento, estaba en un cuarto piso de la calle Belgrano cuando
oyó un golpe en la puerta. Abrió y entró un desconocido. Era un hombre alto, de
rasgos desdibujados. Estaba de gris y traía una valija gris en la mano.
"Vendo
biblias", dijo de repente este hombre desconocido. Siguió: "Puedo
mostrarle un libro sagrado que tal vez le interese". Abrió la valija y lo
dejó sobre la mesa. Era un volumen encuadernado en tela. El narrador lo
examinó. Lo abrió al azar. Los caracteres le eran extraños. Las páginas, que
parecían gastadas y de pobre tipografía, estaban impresas a dos columnas a la
manera de una biblia. Llamaba la atención que la página par llevara el número
(digamos) 40.514 y la impar, la siguiente, 999.
El
vendedor le dijo: "El número de páginas de este libro es exactamente
infinito. Ninguna es la primera; ninguna la última. No sé por qué están
numeradas de ese modo arbitrario. Acaso para dar a entender que los términos de
una serie infinita admiten cualquier número". El narrador lo dice así:
quedé prisionero del libro. Ya no se asombra a la calle. Examinaba con una lupa
el gastado lomo y las tapas. Comprobó que las pequeñas ilustraciones distaban
dos mil páginas una de otra. Las fue anotando en una libreta alfabética, que no
tardé en llenar. Nunca se repitieron.
Sin
embargo, el protagonista rechaza la posibilidad que se tratara de un artificio,
de materia de la ficción. En otras palabras, la ciencia ficción, como en el
aleph, perturba la realidad y la hace propia, nueva. Sea a través del formato
e-books o en las distintas narrativas de lo digital, lo que ha empezado como imaginación,
como ficción, hoy es la materia de lo que está hecho el presente. Parafraseando
una idea de Borges, toda ficción es precursora de la realidad.
La
ficción colonizando la realidad
Así
llegamos a cómo en Borges la ciencia ficción interviene en la realidad. En El
Aleph, este objeto está en el barrio de Constitución. En otro cuento, Tlön,
Uqbar, Orbis Tertius un misterioso mundo imaginario, citado en una
enciclopedia, empieza a invadir la realidad de los narradores. Borges escribe
entonces: "el contacto y el hábito de Tlön han desintegrado este mundo.
Encantada por su rigor, la humanidad olvida y torna a olvidar que es un rigor
de ajedrecistas, no de ángeles. Ya ha
penetrado en las escuelas el (conjetural), 'idioma primitivo' de Tlön". Entonces
dice que el mundo será Tlön y que él, Borges, no hace caso, y sigue revisando
en los quietos días del hotel de Adrogué una indecisa traducción quevediana
(que no piensa dar a la imprenta) del Urn Burial de Browne.
También
vemos que el 29 de julio de 1953, Borges y su amigo Adolfo Bioy Casares
prologan su antología Cuentos breves y extraordinarios. En el texto ‘Der Traum
Ein Leben’ se cita un fragmento del libro Memorias de un bibliotecario (1955),
de Francisco Acevedo, que habla de un diálogo entre este autor y su sobrino
donde el pequeño le cuenta que lo vio en un sueño y le pregunta, ya en la
vigilia, qué estaba haciendo ahí.
Se
trata de un autor y un libro ficticios. Francisco Acevedo es el propio Borges:
el escritor usa su segundo nombre y el apellido materno para ocultar la pista.
Como verificación: en 1973, en una entrevista con María Esther Vázquez, Borges
narra la misma anécdota, pero dice que es su sobrino. Está en el libro Borges,
sus días y tiempo (Tajamar editores, 2009).
En
El acercamiento de Almotásim (de Historia de la Eternidad, 1936) Borges
desarrolla la historia de la novela The approach to Al-Mu’tasim de Mir Bahadur
Alí. Bahadur es, otra vez, un personaje ficticio. La clave está en el contexto:
Borges introduce esta ficción en un libro de ensayos sobre textos reales. Hace
así la reseña verdadera de un libro imaginario. Y en "Examen de la obra de
Herbert Quain” (Ficciones, 1944) hace una biografía de Herbert Quain y su obra.
Es otro personaje de ficción, pero Borges va a producir un giro copernicano: le
adjudica a Quain un cuento real, “Las ruinas circulares”... del propio Borges.
Un
Borges 3.0 donde el futuro llegó hace rato.
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