¿El
lápiz y el papel son un hábito en extinción?; según la neurociencia, el
ejercicio es fundamental para la memoria y el desarrollo del pensamiento
abstracto
Verónica
Boix. 7 de julio de 2019
Escribir
a mano es una costumbre en peligro de extinción. Sin embargo, nadie dudaría de
que la letra manuscrita de una carta contiene mucho más que un mensaje de
WhatsApp. A pesar de que en la escuela primaria se enseña a escribir a mano, en
la vida cotidiana cada vez se usa menos. De ahí la sorpresa que provocó
"Paris'écrit", la propuesta de la alcaldesa de París que el 15 de
mayo instaló puestos con lapiceras y postales en cafés, museos a orillas del
Sena y otros puntos turísticos para que todos pudieran escribir. El tiempo dirá
si fue un gesto nostálgico o una iniciativa heroica para rescatar del olvido
una de las experiencias esenciales del ser humano. ¿Podrá la escritura a mano
sobrevivir a la velocidad de los teclados?
Según
la neurociencia es imposible reemplazar los beneficios de la escritura
manuscrita por sus versiones tecnológicas. "El primer gran descubrimiento
es que la escritura a mano mejora la lectura", dice el doctor en Biología
y especialista en neurociencia Hernán Aldana. Y lo explica fácil: "En
Estados Unidos les dieron computadoras a los niños que tenían problemas para
escribir a mano, y descubrieron que quienes solo escribían mediante tecnología
empezaron a tener problemas también en la lectura. Más adelante con
investigaciones con resonancia magnética funcional se observó que cuando uno
lee se encienden zonas motoras del cerebro. Llamativamente las regiones que se
encienden cuando se escribe a mano son similares. De ahí que los niños que son
buenos escribiendo son buenos leyendo".
Claro
que sería ridículo pretender que en la vida diaria se abandone la tecnología
para volver a escribir exclusivamente a mano. Se escribe en teclados para
coordinar un encuentro, preguntar la tarea de la escuela, contar una novedad o
desarrollar una tesis doctoral. Al mismo tiempo, se mantiene el encanto de la
nota junto a un plato de comida casera a la vuelta de un día largo, una libreta
llena sueños en el cajón de la mesa de luz o la descripción de los proyectos
para el año que empieza pegada a la heladera.
Al
parecer la escritura manuscrita abre un camino directo hacia el mundo interior.
La escritora Inés Garland convive con las notas a mano que más adelante alimentarán
sus narraciones. "Casi todas las mañanas escribo a mano apenas me
despierto. Tengo un cuaderno y una lapicera en la mesa de luz. A veces me
levanto en la mitad de la noche con una solución o una idea que estaba
rondando, la escribo casi dormida, con la letra borracha de sueño. Tengo
anotadores en la cartera, arriba de las mesas. Creo que ese es mi compost,
encuentro notas a manos, ideas sobre personajes o escenas posibles escritas
años antes de que una novela haya prendido con la suficiente fuerza como para
sentarme a escribirla", dice la autora del reciente libro de cuentos Con
la espada de mi boca.
Pero
no todos necesitan el tacto para encontrar la creatividad. Claudia Piñeiro, la
autora de, entre otras novelas, Las viudas de los jueves y Las maldiciones,
solo recurre a la escritura manuscrita como una ayuda para la memoria.
"Nunca tuve máquina de escribir, pasé directamente de la mano a la
computadora. El problema es que tengo una letra horrenda, ni yo la entiendo. Me
cuesta escribir a mano porque después me da mucho trabajo. Dicho esto, tengo
muchísimas libretas y anotaciones. Todo lo que tengo que acordarme, temas sobre
los tengo que volver o investigar, los anoto a mano en libretas. Ahora estoy
escribiendo para Netflix con Marcelo Piñeiro el guión de una serie. Escribimos
en un programa específico para guiones. Pero yo tengo libretas dónde anoto todo
lo que vamos diciendo en las reuniones tipo brain storming. Tengo montones de
anotaciones a mano, son anotaciones al margen del texto", dice la escritora.
A
decir verdad los beneficios de la escritura a mano van más allá de la
sensibilidad creadora. Hay capacidades como el pensamiento, por ejemplo, que
necesitan la escritura manuscrita para desarrollarse. "Escribir a mano es
mucho mejor que escribir en computadora", sostiene con énfasis Aldana,
"¿Por qué? Se demostró que la toma de apuntes con computadora, que se hace
con las dos manos, es una actividad automática. En cambio, la escritura a mano
necesita la integración de la información. Una persona es diestra y su mano
derecha es manejada por el hemisferio izquierdo; si es zurda, por el derecho.
Imagínate cuando estás escuchando, mirando o leyendo lo hacés con los dos
hemisferios del cerebro; los ojos, los oídos llegan a ambos. Lo interesante de
esto es que si se toma apuntes a mano se necesita integrar la información de
los dos hemisferios a uno para mover la mano. Esa integración es muy
importante. Por eso tomar apuntes con computadora disminuye el pensamiento
abstracto".
De
ese modo, con el uso del celular y la computadora los adolescentes y los niños
están perdiendo la capacidad de mantener información. Viven en el mundo de la
inmediatez. De ahí que la toma de apuntes se vuelva esencial para entrenar la
memoria operativa y conseguir que se puedan mantener ideas grandes en el
cerebro. "Escribir a mano mejora la mente sintética, la memoria operativa,
y la capacidad de atención. El abandono de la toma de apuntes y del uso de la
cursiva hacen que cada vez se lea peor", sostiene Aldana.
Como
si esto fuera poco para correr a buscar una lapicera, se descubrió en los
últimos años que la lectura y la escritura manuscrita cambian la estructura del
cerebro. En Aprender a leer, el neurocientífico francés Stanislas Dehaene
desarrolla el tema y conecta el laboratorio con las aulas. Habla del
"reciclaje neuronal" que se genera con la adquisición de la lectura y
la escritura a mano. En pocas palabras ambos aprendizajes implican un proceso
que amplía áreas del cerebro para que empiece a realizar funciones para las
cuales no había evolucionado. Y también va a ser la escritura a mano, en otra
etapa de la vida, la que reduzca el deterioro cognitivo relacionado con la
edad.
Para
la especialista en educación e investigadora del Conicet Beatriz Diuk, a la hora
de hablar de lectura y escritura Dehaene es el principal referente. "Es
muy claro. Dehaene dice que aprender a escribir con letra manuscrita articula
sectores neuronales vinculados con el lenguaje oral, con la vista, y también se
asocian patrones motores. Se produce lo que se llama redundancia, es decir, la
misma información sobre esa palabra, sobre esa letra llega por muchas vías y
eso facilita el aprendizaje", afirma la creadora del programa de
alfabetización llamado ¡Dale!
Puede
ser que los nativos digitales tengan una vivencia distinta y solo usen la
escritura a mano en la escuela. Quizá la cercanía con el lápiz y el papel sea
solo una cuestión de historia. "Cuando yo era adolescente no había
computadoras disponibles, por lo menos no masivamente, entonces toda la
escritura más personal que hice durante los primeros 25 años de mi vida fue a
mano. Eso deja una huella. Uno queda conectado con este instrumento. No sé si
los chicos más jóvenes tienen ese vínculo tan personal y tan amoroso con la
escritura manuscrita que tuvimos nosotros", dice Diuk.
Aldana
habla de un contenido emocional. "Si vos le das el cuaderno de un niño a
un psicopedagogo o a un psicólogo, en su escritura él detecta un montón de
cosas; si es maltratado, si está triste. ¿Por qué? Porque la letra, sobre todo
la cursiva, es emoción tiene escondida prosodia. Por eso un escritor necesita
primero escribir a mano, claro, yo también. La escritura a mano es movimiento,
es arte, es lo que se llama lo háptico. En la escritura a mano hay tensión",
dice.
Contra
lo que podría esperarse, la poeta y escritora de la generación de menos de
treinta años, Débora Hadges, vive la escritura a mano como una experiencia
irreemplazable. "Suelo escribir a mano bastante, sobre todo cuando la
forma del texto todavía no está definida. Me permite recuperar el proceso de
los tachones, de las veces que el texto fue para un lado y después para otro.
Es el doble sentido de la huella: la marca enojada o ansiosa de la letra en el
papel y el proceso de su transformación. También elijo escribir a mano en
momentos de tránsito y viaje, como esperas en trámites o transportes públicos.
Tengo varios cuadernos y de vez en cuando me siento a revisar qué germinó ahí
para retomarlo. Amo los colores, las lapicera con distintos trazos y las
texturas diversas de los papeles".
Hadges
menciona una clave de la dimensión social y práctica que adquiere la escritura
a mano, un elemento esencial para Diuk: "Si dejáramos de escribir a mano,
creo que se generaría una enorme dependencia respecto de un recurso que no
siempre puede estar disponible. Si sabemos escribir a mano, podemos escribir
casi con cualquier cosa. Si no, dependemos de tener una computadora, que
funcione y que tenga electricidad. No saber escribir a mano nos hace depender
de la tecnología. ¿Y si no la tenemos? Lo cual no quita que la tecnología tenga
cosas maravillosas, no es dicotómico el planteo. Es un poder que no deberíamos
resignar".
Abstracción,
síntesis, creatividad, independencia. La experiencia de formar frases con una mano
traduce un mundo que la tecnología parece dispersar. "Hay una intimidad en
la escritura a mano, la sensación de que las palabras salen del cuerpo. Puedo
pensar la escritura como un intento de hacer materia con algo que todavía no lo
es, entonces escribir así es como meter las manos en la materia, llenarse los
dedos de tinta, manar la escritura", dice Garland. Y sus palabras son un
impulso para sentarse y probar, al menos jugando, la sensación de dejar brotar
frases al ritmo propio y descubrir qué cuentan.
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