Fuente: LA NACION - Crédito:
Shtterstock. Laura Reina. 16 de febrero de 2019
Santi no quiere volver al
colegio. No es como muchos creen porque tendrá que levantarse temprano,
estudiar y encargarse de la tarea. Tampoco porque extrañará a sus padres. Eso
era antes, cuando era chiquito y la sola idea de la separación le producía angustia
y ataques de llanto. Hoy, con 12 años recién cumplidos, eso quedó atrás. En
cambio, admite que le costará alejarse de la Play, la tablet y YouTube, que
durante las vacaciones formaron parte de sus jornadas de descanso casi sin
restricción. Después de unos días en la playa, de la que volvió con una
fractura, la falta de una actividad al aire libre, como puede ser una colonia o
un club, lo sumió puertas adentro. Y lo conectó de lleno con la tecnología, esa
gran aliada para algunas cuestiones, pero que puede ser una amenaza cuando se
hace uso y abuso.
Santi no es el único niño que
por estos días está experimentado lo que muchos llaman "ansiedad
anticipada de desconexión". También están los adolescentes que se pasan el
día en Netflix y sienten nostalgia por no poder sumergirse en una maratón
diaria de sus series favoritas, como Martina, que en sus vacaciones completó
las temporadas de Pretty Litlle Liars, Skins, Scream, Sex Education, Big Mouth
y Riverdale.
"Cuando los chicos
terminan las clases aumenta el nivel de adicción a las pantallas, porque para
ellos siempre son la primera opción y no hay una actividad organizadora del
tiempo como puede ser el colegio -plantea Laura Jurkowski, psicóloga y
fundadora de Reconectarse, centro de tratamiento de adicción a las nuevas
tecnologías-. Lo ideal es que durante las vacaciones también haya habido
límites para el uso de la tecnología. Pero si los chicos estuvieron muy
expuestos a las pantallas es bueno empezar con un plan detox para bajarles la
ansiedad antes de la vuelta a clases, sobre todo porque si un dispositivo formó
parte o gran parte de su rutina en vacaciones pudo haber generado cierta
dependencia psicológica".
Un estudio de la consultora
global GFK realizado hace un año entre 22.000 personas de 17 países mostró que
los argentinos están en el tercer puesto entre los ciudadanos menos
desconectados del mundo, solo detrás de los chinos y los brasileños. En
promedio, el 40% admite que le cuesta alejarse de la tecnología.
Además de psicológicos, los
expertos advierten que estar tanto tiempo conectado puede generar problemas de
salud (sobre todo asociados a la visión y el sedentarismo, con altas
probabilidades de desarrollar obesidad), de concentración y de atención. Según
investigaciones recientes en el campo de las neurociencias, la tecnología
también ofrece a nuestro sistema nervioso tres respuestas -gratificante, inmediata
y repetitiva- que hacen que los más chicos se vuelvan tecnológicamente
insaciables, sin poder pensar en otra cosa, afectando áreas cognitivas,
psicosociales, y afectivas.
"Una hiperestimulación de
nuestros sistemas de recompensa cerebral limita la atención que prestamos al
entorno y a nosotros mismos, lo que afecta directamente el aprendizaje y la
capacidad de estudio", advierte el español Manuel Antonio Fernández,
especialista en neurología pediátrica y miembro de Top Doctors, plataforma especializada
en salud que ha lanzado varias recomendaciones en torno a este tema.
"No se trata de relegar
el papel de la tecnología a un segundo plano, pero la dosificación tampoco debe
ser una medida temporal o excepcional. El objetivo es que los niños aprendan a
gestionarla y a darle el uso correcto todo el año", sostiene Fernández.
Una de las cosas a trabajar con los chicos que están por empezar su rutina de
ocho horas diarias fuera de casa es la ansiedad que experimentan por la pérdida
de conexión. "La ansiedad anticipatoria que se produce en el joven que
siente una pérdida si no se conecta debe corregirse con información racional y
educación emocional. Es un aspecto fundamental que los padres tienen que
trabajar con sus hijos de forma continua", asegura Fernández.
Jurkowski, por su parte,
asegura que no se trata de medir la adicción a la tecnología en horas, sino de
observar el grado de dependencia que un chico establece con las pantallas.
"Así esté dos horas al día hay que ver cómo reacciona cuando no tiene acceso
a los dispositivos. Si es que solo habla de eso, si está irritable... Cabe
destacar que estos cuadros son más frecuentes en chicos de secundario, no tanto
de primario porque con los más chicos hay mayor margen de
maniobrabilidad".
Poquito a poco
Según la especialista de
Reconectarse, se trata de hacer como con cualquier otro hábito: ir de a poco
poniendo horarios los días previos a la vuelta al colegio e ir bajando de a
minutos el uso hasta alcanzar el límite deseado. "La clave es tratar de
acercarse lo más posible a la rutina que la familia tiene durante el año. Que
el chico empiece a bajar la cantidad de horas frente a las pantallas. En todo
caso, que no sea una maratón, que no sean cuatro horas seguidas. Lo ideales que
alterne con otras cosas -plantea-. Pero no se trata de decirle 'no mires más
videítos' o 'dejá de jugar' y listo. Lo importante es darle alternativas.
Porque si como adultos avalamos que estén todo el día con los juegos o mirando
YouTube, entonces es nuestra responsabilidad buscarles otras alternativas. Si
damos canilla libre para el uso de los dispositivos, también es responsabilidad
de los adultos darles otras alternativas a sus hijos".
En este sentido, la doctora
Paula Otero, presidente de la subcomisión de TIC de la Sociedad Argentina de
Pediatría (SAP), prefiere ahondar en la relación que los mayores establecen con
las pantallas. "Una cosa es usarla un poco más porque tenemos más tiempo
libre y otra es que se vuelva una adicción -sostiene-. Los niños son adictos
cuando los padres lo son. Ponemos el foco en los chicos cuando como adultos
predicamos muy poco con el ejemplo. Hay que mirarnos a nosotros mismos. Ellos
copian lo que ven en los padres, que son sus referentes inmediatos. Por eso
considero que el problema lo tenemos nosotros. Tenemos un segundo libre y
agarramos el celular. No es el cuco la tecnología, pero sí es adictiva. Genera
lazos que hacen imposible dejarla. El tema es incorporar hábitos saludables de
uso, porque no se puede anular. Pero debe ser una postura familiar, no una
bajada de línea al chico nada más".
Jurkowski coincide: "Se
educa más con acciones que con palabras. Por eso la limitación en el uso de las
pantallas tiene que ser algo que se establezca a nivel grupal. Que en cada casa
haya momentos libres de pantallas. No se le puede decir a un chico que limite
el uso de los dispositivos si vos estás todo el tiempo con el celular en la
mano, leyendo, chequeando y haciendo cosas con el teléfono. Es importante que
haya una coherencia, algo que sea a nivel familiar. Y la clave es limitar, no
prohibir, porque la tecnología nos atraviesa, forma parte de la vida
cotidiana".
Solo ocio
Otero sostiene que el problema
pasa cuando la tecnología es solo sinónimo de ocio o entretenimiento: "La
cultura de la urbanidad hace que los chicos no puedan estar fuera de casa
solos. Y en este contexto la tecnología reemplaza esos espacios físicos que
antes eran de los chicos. Pero como adultos tenemos que encontrar maneras de
que usen tiempo libre en otras cosas que no sean los juegos o mirar videítos en
YouTube. Muchas veces la tecnología es lo más fácil para todos, pero no siempre
es la mejor opción. En Internet están lleno de falsos ídolos que entretienen,
pero no suman mucho. Y en todo caso no tener miedo a que se aburran: cuando un
chico está aburrido seguro encuentra algo que hacer. Se pondrá a pintar,
dibujar, cocinar o pelearse con el hermano. Nadie se muere de
aburrimiento".
Fernández también resalta que
"una buena manera de poder educar a los niños en el uso de las nuevas tecnologías
es haciéndoles comprender que hay tiempo para todo estableciendo horarios
concretos. Es decir, a la consola se juega una hora los sábados y el celular se
guarda en el cajón al entrar en casa y se saca solamente un rato antes de
cenar. Esto les hará experimentar el esfuerzo y la recompensa de haber
conseguido cumplir con todo, y también los ayudará a disminuir la sensación de
ansiedad por la pérdida de conexión".
Otro consejo en caso de que se
haga uso de las pantallas es que sean de forma compartida. "El uso social
de la tecnología tiene menos repercusiones negativas que el individual. Es
igual que con los juegos de mesa. Conforma en sí misma una actividad muy
enriquecedora a nivel familiar".
Cuando faltan días para el
comienzo de clases, el desafío en las casas pasa por volver a generar una
rutina que se acerque a la que se adopta durante el año. Una rutina que incluya
una mejor alimentación, mejor calidad de sueño y también menor tiempo de
conexión.
Por: Laura Reina
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