Alieto
A. Guadagni. 26 de enero de 2018
Las
evidencias son concluyentes: nuestra Tierra se está calentando y las amenazas
son claras y múltiples. En este crítico escenario tuvo lugar en noviembre
pasado la denominada COP23, que reúne alrededor de 200 naciones firmantes de la
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Este
documento ya había alertado desde sus inicios sobre el riesgo del efecto
invernadero y el calentamiento global. La primera COP se llevó a cabo en
Berlín, en 1995; la COP23 ha sido la última y tuvo lugar en Bonn.
Ya
no hay dudas de que las emisiones contaminantes están contribuyendo al aumento
de la temperatura en todo el planeta. Estas emisiones son generadas por el
consumo de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas), más algunas prácticas
agropecuarias y la deforestación.
Estos
fenómenos no son una sorpresa, ya que durante el siglo XX el PBI mundial se
multiplicó nada menos que 19 veces. La producción de bienes y servicios en el
último siglo fue superior a toda la producción acumulada desde el inicio de la
presencia humana en la Tierra hasta fines del siglo XIX.
A
esta multiplicación geométrica de la producción de bienes hay que añadirle el
aumento de la población: en los primeros 18 siglos de nuestra era, es decir,
hasta la Revolución Industrial, la población aumentó al modesto ritmo de
420.000 personas por año. Este aumento hoy es de 53 millones por año, es decir,
126 veces más. Todo esto ha contribuido a un acelerado incremento en la
utilización de energía fósil, generadora de emisiones de dióxido de carbono y
otros gases contaminantes.
La
amenaza ambiental de carácter global no se solucionará por el mero agotamiento
de las reservas de recursos fósiles, ya que nunca hubo en el planeta tanto
petróleo, gas y carbón como hoy: las reservas petroleras en 1980 apenas cubrían
30 años de consumo, mientras que hoy cubren 51 años. En el caso del gas,
tenemos reservas por 52 años de consumo y en carbón las reservas holgadamente
cubren 153 años.
La
Organización Meteorológica Mundial (OMM) alertó en la reciente COP23 que, más
allá de las dudas del pasado, las emisiones son ya el principal causante de los
desastres ambientales que vienen aumentado en todo el planeta. Estos crecientes
daños ambientales, como incendios, temporales, inundaciones y sequías, cada vez
son más frecuentes, incluso en nuestro país, y afectan a las personas y la
actividad económica, especialmente la agropecuaria. Para tener una idea de la
gravedad de estas emisiones anuales basta decir que hoy son un 130 por ciento
superiores a las del año 1971.
A
pesar de las 23 reuniones de la COP las evidencias disponibles indican que las
emisiones seguirán aumentando. El Departamento de Energía de Estados Unidos
estima que hacia 2040 serán un 15% superiores a las de hoy. La Agencia
Internacional de Energía también estima que las emisiones seguirán creciendo.
Hay
un notable desarrollo de las nuevas energías limpias cuya utilización crecerá
más rápido que el resto de las otras, ya que se prevé que hacia 2035 las
energías renovables crecerán nada menos que 300% sobre el nivel actual, pero
con eso solo no alcanza para preservar nuestro planeta.
En
la COP23 quedó en evidencia que no será fácil reducir el consumo de energías
contaminantes, ya que los países miembros de la Unión Europea están lejos de un
acuerdo. Alemania, Polonia y España rechazaron apoyar el cierre de las
centrales térmicas que utilizan carbón como combustible hacia 2030. Merkel
reconoció que Alemania no podría cumplir las metas de reducción de emisiones
previamente propuestas.
La
negativa actitud de los Estados Unidos, que decidió el retiro de los
compromisos de París y además anular medidas adoptadas por Obama, también es
preocupante, dado que ese país es el segundo contaminador mundial, superado
únicamente por China. Cabe destacar que nuestro país ha mejorado su propuesta
para la reducción de emisiones, corrigiendo la presentación hecha en 2015 por
la anterior administración en la COP21 en París
Enfrentar
la amenaza climática exige una solución conjunta; el creciente riesgo causado
por más emisiones plantea la necesidad de una autoridad global, ya que está
comprometido nada menos que un importante bien común global. Es necesario que
las negociaciones internacionales apunten a la creación de una autoridad
mundial que garantice la salvaguardia del ambiente en nuestro planeta, que
tenga un poder efectivo y cuya legitimidad sea reconocida por todas las
naciones, como ya propuso Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate.
Academia
Nacional de Ciencias del Ambiente
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