Yuval Harari:
"Nunca debemos subestimar la estupidez humana"
Best
seller mundial y uno de los pensadores más lúcidos de la actualidad, lanza un
nuevo libro sobre los dilemas del futuro
¿Físico
nuclear? ¿Ingeniero informático? ¿Emprendedor? Ninguna de las opciones es
correcta: Yuval Harari, uno de los pensadores más lúcidos de la actualidad, es
un especialista en Historia militar medieval. Es vegano, vive con su marido en
una granja cooperativa cerca de Jerusalén, medita y (a menos que se haya
comprado uno en los últimos meses) no tiene teléfono celular.
En el año
2011, Harari publicó su libro Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia
de la humanidad, que se tradujo a más de treinta idiomas y lo convirtió en un
best seller internacional. Allí argumenta que el Homo Sapiens llegó a dominar
al mundo porque es el único animal que puede cooperar flexiblemente con un gran
número de individuos de su especie. A Sapiens le siguió Homo Deus. Breve
historia del mañana (2015), donde Harari se pregunta por el futuro de ese ser
humano que, en el siglo XXI, está a las puertas de convertirse en un dios. En
su nuevo trabajo, 21 lecciones para el siglo XXI (distribuido en estos días por
Random House), Harari elige un formato dinámico para pensar más concretamente
los dilemas del futuro: los progresos en inteligencia artificial se mezclan con
el colapso de las democracias contemporáneas, la crisis de los ideales de la
Ilustración y el cambio climático en un libro que es, a la vez, un canto al
liberalismo global y un intento de preguntarse por sus límites.
-Usted
dice que la pérdida de fe en las democracias liberales y el futuro de la
Inteligencia Artificial (IA) son fenómenos conectados. ¿La tecnología puede
mejorar la calidad de nuestras democracias? ¿O solamente va a profundizar la
crisis de la democracia liberal?
-En el
siglo XX las democracias vencieron a las dictaduras porque eran mejores
procesando datos y tomando decisiones. El conflicto entre democracia y
dictadura no era solamente un conflicto entre sistemas éticos diferentes, sino
un conflicto entre métodos diferentes para procesar datos y tomar decisiones.
La democracia distribuye la información y el poder de decisión entre muchas
personas e instituciones, mientras que la dictadura concentra toda la
información y el poder en un solo lugar. Con la tecnología del siglo XX era
ineficiente concentrar demasiada información y poder en un solo lugar. Nadie
tenía la habilidad para procesar toda esa información lo suficientemente
rápido. Esta es en parte la razón por la que la Unión Soviética tomó decisiones
peores que Estados Unidos, y la razón por la que la economía soviética se quedó
atrás de la economía norteamericana. Pero no es una ley natural que procesar
datos de forma dispersa es siempre más eficiente que procesarlos de forma
centralizada. La IA podría inclinar el péndulo en la dirección opuesta; la IA
hace posible procesar enormes cantidades de información de forma centralizada.
De hecho, la IA podría hacer que los sistemas centralizados sean más eficientes
que los dispersos. Sin embargo, esto no es inevitable: la tecnología nunca es
determinista. Los gobiernos, las corporaciones y los individuos pueden decidir
invertir su dinero en desarrollar herramientas de procesamiento de datos que
funcionen mejor en sistemas dispersos. Podemos usar la IA para monitorear al
gobierno en lugar de a los ciudadanos. Podemos construir un asistente personal
que te proteja contra intentos de manipulación. Imaginate un sistema de IA en
tu computadora que conozca tus debilidades psicológicas, y pueda identificar y
bloquear intentos de lavarte el cerebro o manipularte.
-Usted
habla del colapso de la narrativa liberal global, un relato que se suponía que
debía incluirnos y unirnos a todos. ¿Es necesario restaurar la narrativa
liberal? ¿El sueño del liberalismo no debería ser vivir sin un relato global
con el que, supuestamente, tendríamos que identificarnos todos?
-Tengo un
serio dilema sobre el liberalismo. Creo que el relato liberal tiene fallas, que
no dice la verdad sobre la humanidad, y que para sobrevivir y desarrollarnos en
el siglo XXI necesitamos ir más allá de él. El liberalismo no tiene las
respuestas para las preguntas que nos hace el avance de la IA y la
bioingeniería. El liberalismo supone que las personas tienen libre albedrío y
que nadie puede entenderme mejor a mí que yo mismo. Pero la IA y la
bioingeniería van a hacer posible "hackear" a los seres humanos,
controlar el deseo humano y rediseñar los sentimientos humanos. El liberalismo
no sabe lidiar con eso. Por otra parte, el relato liberal todavía es fundamental
para el funcionamiento del orden global, y actualmente está siendo atacado por
fanáticos religiosos y nacionalistas. Estos fanáticos creen en fantasías
nostálgicas que son mucho más peligrosas que el relato liberal. Entonces, yo
termino gastando gran parte de mi energía en defender al relato liberal frente
a estas fantasías nostálgicas. Este es uno de los costos más grandes de la
oleada actual de nostalgia: nos obliga a volver a pelear batallas viejas, en
lugar de concentrarnos en los desafíos del siglo XXI.
-Con
respecto al impacto diferencial que la IA va a tener en países desarrollados y
países en desarrollo, ¿la IA nos conduce a un mundo cada vez más desigual? ¿Qué
podríamos hacer para evitarlo?
-En el
siglo XIX unos pocos países como Inglaterra, Alemania y Estados Unidos se
industrializaron primero, y terminaron conquistando y explotando a la mayor
parte del mundo. Les tomó a países como China 150 años alcanzarlos, y muchos
países en África y América Latina no pueden hacerlo ni siquiera hoy. Si no
tenemos cuidado, podría pasar lo mismo con la IA. Unos pocos países -quizás no
los mismos que la vez anterior- liderarán la revolución de la IA y estarán en
posición de dominar y explotar al resto. Y esta vez quizás sea imposible cerrar
la brecha. El poder potencial de la IA es tan grande que quienes queden atrás
quizás nunca logren ponerse al día.
-En
su defensa del Ingreso Básico Universal, también señala que quienes más podrían
beneficiarse de este ingreso básico no viven en los países ricos que intentan
garantizarlo. A la vez, los países ricos no parecen hoy tan abiertos a la
solidaridad con los países pobres. ¿Se puede combatir la pobreza global en un
mundo cada vez más proteccionista y nacionalista? Y si no se puede, ¿qué nos
espera a los países en desarrollo?
-No va a
ser posible combatir la pobreza de forma local. Los países en desarrollo
necesitarán apoyo global. El problema es que la mayoría de las personas que
hablan del Ingreso Básico Universal en realidad están hablando de Ingreso
Básico Nacional. Piensan que cuando la automatización deje fuera del mercado
laboral a la gente de Pennsylvania al tiempo que la gente en California se
enriquece, el gobierno de los Estados Unidos aumentará los impuestos en
California para ayudar a la gente en Pennsylvania. Pero los peores efectos de
la automatización no van a suceder en Pennsylvania. Van a suceder en países
como Bolivia o Bangladesh. ¿El gobierno norteamericano va a mantener a los
trabajadores desempleados de Bolivia? Parece muy improbable. No sé si la oleada
actual de antiliberalismo va a continuar. Por generaciones, el mundo fue
dominado por el orden global liberal. El orden liberal hace hincapié en los
valores e intereses comunes a toda la humanidad, cree que la cooperación es
mejor que el conflicto y alimenta la cooperación permitiendo la libre
circulación de ideas, bienes, dinero y personas. El orden liberal tiene muchas
fallas, pero hizo al mundo más pacífico, sano y próspero de lo que había sido
antes. Sin embargo, las personas están perdiendo la fe en el orden liberal. Los
gobiernos restringen la inmigración, imponen tarifas altas, censuran ideas
extranjeras y convierten a sus países en fortalezas amuralladas. Si esto sigue
así, el orden global liberal va a colapsar. ¿Qué podría reemplazarlo? Aunque el
nacionalismo tiene muchas ideas sobre cómo gobernar una nación en particular,
no tiene ningún plan viable para hacer funcionar el mundo como un todo. Algunos
nacionalistas esperan que el mundo se convierta en una red de fortalezas
"amuralladas pero amigables". Cada fortaleza nacional protegería sus
intereses y su identidad, pero todas podrían cooperar y comerciar en paz. No
habría inmigración, ni multiculturalismo, ni élites globales, pero tampoco
habría guerra global. El problema con este punto de vista es que las fortalezas
amuralladas nunca son amigables. Todos los intentos de dividir al mundo en
naciones bien separadas han terminado en guerra y genocidio. Otros
nacionalistas adoptan una posición aún más extrema: dicen que no necesitamos
ninguna cooperación global. Nuestra nación debería ocuparse solamente de sus
propios intereses y no tener ninguna obligación hacia el resto del mundo. La
fortaleza debe levantar su puente y llenar sus muros de soldados, y el resto
del mundo puede irse al infierno. Este nihilismo no tiene sentido. Ninguna
economía moderna puede sobrevivir sin una red global. Y más aún, le guste o no
a la gente, la humanidad hoy enfrenta tres problemas comunes que solo pueden
ser enfrentados globalmente: la guerra nuclear, el cambio climático y la disrupción
tecnológica. Ninguna nación puede prevenir la guerra nuclear, parar el
calentamiento global o regular la inteligencia artificial por sí sola. Para
enfrentar estos tres problemas necesitamos más cooperación global, no menos.
Pero cuidado, porque eso no significa que la gente vaya a hacer lo que se debe
y cooperar: nunca debemos subestimar la estupidez humana.
Por: Tamara Tenenbaum
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