Con el estreno internacional de
Battle Angel y nuevos Avatar y Terminator en camino, el director canadiense se
reconfirma como el gurú de la evolución tecnológica en Hollywood. Al mismo
tiempo, se muestra preocupado: "Habitamos un mundo en el que todos hemos
entregado nuestra privacidad"Con el estreno internacional de Battle Angel
y nuevos Avatar y Terminator en camino, el director canadiense se reconfirma
como el gurú de la evolución tecnológica en Hollywood. Al mismo tiempo, se
muestra preocupado: "Habitamos un mundo en el que todos hemos entregado
nuestra privacidad" Fuente: AFP
Primero, nos hipnotizaron con el
morphing. Recordemos: un efecto digital que convertía - meta-morfo-seaba- unas
cosas en otras, con una fluidez que hoy no parecerá tal, pero que en su
momento, a principios de los 90, nos hipnotizó en un único golpe a los
sentidos. Esto pasaba en el clip de Black or White, de Michael Jackson, lo
habíamos visto venir en el gusano alienígena de agua de El abismo, y nos
abriría definitivamente la cabeza en 1991 en Terminator 2, donde T1000, el
cíborg de mercurio líquido, podía tomar, literalmente, la forma que quisiera.
Antes del T2 había sido el primer
Terminator, el humanoide que vino a buscarnos del futuro, para que el presente
dejara el pasado atrás. Y el hombre delante de tanto porvenir -de los
terminator y también de El abismo- era siempre el mismo: James Cameron. Y,
desde que con estas películas destrozó todo parámetro de lo que podía hacerse
técnicamente en el cine, ya nunca pudo volver atrás: cada película es más
grande, más fuerte, más moderna -al menos, en su superficie gráfica- que la
anterior. Después del apocalipsis de las computadoras que planteó con T2, solo
podía filmar una a lo James Bond de proporciones nucleares - Mentiras
verdaderas y esa imborrable escena en la que un hongo atómico sirve de fondo al
beso entre los protagonistas-; luego, el destrozo y hundimiento de la
embarcación más ambiciosa y presuntamente inhundible de la historia - Titanic
-, y a continuación ya un universo entero, enteramente nuevo, de seres reales y
vidas digitales interactuando, una suerte de western ecoalegórico en
civilizaciones lejanas re-narrado a través de lo más avant garde de la realidad
virtual - Avatar -, que al igual que su antecesora, solo podía estar destinada
a convertirse en la película más taquillera de la historia del cine.
En Avatar, llevó al extremo los universos
virtuales; la continuación tendrá captura de movimiento bajo el agua, algo
inédito En Avatar, llevó al extremo los universos virtuales; la continuación
tendrá captura de movimiento bajo el agua, algo inédito Fuente: AFP
Ahora, después de una década de
anuncios y postergaciones, finalmente llegó a los cines Battle Angel: La última
guerrera (originalmente, Alita: Battle Angel), que Cameron no dirige, pero que
concibió, diseñó y coescribió a lo largo de muchos años y puso en manos de otro
director para poder sumergirse por completo en la continuaciones de Avatar. Es
otro escalón hacia el futuro: su protagonista es una suerte de cyborg que
alberga el alma, la mente y la memoria de un verdadero ser humano, y el mundo
postapocalíptico en el que transcurre es uno de conflictiva convivencia, de
diversidad, pero en pie de guerra, de diferencias, de opresión, de resistencia.
En otras palabras, algunos de los temas que siempre obsesionaron a Cameron.
Un armagedón orwelliano
Terminator cumple 35 años este
2019 y ya es lo que cualquier espectador joven hubiera considerado una película
"vieja", pero si bien puede haber pasado un poco de moda en la
superficie, su brutal vigencia narrativa y la larga influencia que ha tenido en
la ciencia ficción parecen indicar una modernidad imbatible de espíritu.
Finalmente, la operación que cruza buena parte del cine de Cameron es evidente:
son películas cada vez más ubicadas a la vanguardia tecnológica, que hacen de
la tecnología y de nuestras ideas de humanidad, progreso y futuro su centro.
Debajo de la capa digital y del mercurio líquido, hay un cineasta clásico.
" Terminator, que fue la
primera película que hice que puedo considerar enteramente mía -dijo en una
entrevista reciente-, usa técnicas que hoy cayeron en desuso. Ya no se filma en
fílmico, los efectos visuales son todos hechos por computadoras, ya no se
emplean miniaturas, ni stop-motion, ni pinturas para simular fondos. Sin
embargo, aunque la tecnología haya cambiado, los elementos básicos del trabajo
siguen siendo los de siempre: aún se trata de contar una historia. De
yuxtaponer imágenes, de crear una sensación con la combinación de imágenes y
música. Solo cambian los detalles técnicos".
A los 64 años, Cameron ha retomado
su saga más exitosa, Avatar, con entre dos y cuatro films a estrenarse en los
próximos ocho años, y también recuperó el control de su creación más
perdurable, con una trilogía planeada de Terminators que ignorará y descartará
deliberadamente todo lo que ocurrió con la serie después de su propia
Terminator 2: El juicio final. ¿De qué van a tratar estas nuevas T? ¿De guerras
entre robots y personas? Sí, por encima de todo, de algo que va más allá, y a
la vez de lo mismo de lo que trataba el film original de 1984: de La Humanidad
y el abismo al que se dirige. "Creo que el mundo en el que vivimos hoy
está cada vez mas definido por nuestra co-evolución junto a nuestra tecnología.
Mientras que la tecnología y la innovación proponen una vasta promesa para nuestra
supervivencia, también representan una enorme amenaza. La inteligencia
artificial, las nuevas descomunales armas robóticas y la consiguiente carrera
por ver quién llega ahí primero. Mientras tanto, habitamos un mundo totalmente
cableado en el que todos hemos entregado nuestra privacidad, porque todos
andamos por ahí con un smartphone, que es esencialmente un gato con una
campanita -un sensor móvil que puede ser monitoreado a la distancia-. Nos
encontramos, tal vez sin advertirlo, en la cúspide de un armagedón orwelliano
de proporciones impensadas. Así que al pensar en las nuevas Terminators me
dije: ey, hagamos una película sobre eso."
Mascaritas digitales
Hubo un tiempo, después de
Titanic y antes de Avatar, en el que Cameron se dedicó a explorar las
posibilidades de filmar en el agua, dentro del agua, y en el más oscuro fondo
del océano; en digital, en alta definición, en 3D. Y fue él mismo quien descendió
en pequeñas navecitas y minisubmarinos a explorar profundidades a las que el
hombre no había llegado jamás y lo narró todo en una serie de documentales en
IMAX. Hoy es también miembro del consejo de asesores de la NASA y como tal un
promotor activo del viaje tripulado a Marte. Por un momento pareció que, al
hombre que había agigantado su cine hasta lo imposible, ya no le quedaba nada
por hacer en la pantalla sin aburrirse, y que por eso se abocó a estos
experimentos que no tendrían la difusión masiva de sus películas más exitosas.´
Pero mientras exploraba el mundo
real, siguió poniendo sus fichas en otros mundos que están en este: los
universos virtuales. Especialmente, en la técnica de la captura de movimiento,
que les permite a los actores convertidos en figuras digitales previsualizarse
en el momento mismo en que actúan, en la piel de, por ejemplo, un guerrero azul
de Avatar. Esta es la misma tecnología con la que se crearon el hiperrealista
Gollum de El señor de los anillos o los nuevos monos parlantes y humanizados de
El planeta de los simios, pero Cameron la lleva un poco más allá y sus nuevas
inmersiones en Avatar contarán, por ejemplo, con la primera escena de captura
de movimiento realizada bajo el agua de la historia del cine. ¿Se trata de un
mero desafío técnico porque sí? Para Cameron, es algo más: es su potencial, su
proyección; implica correr las fronteras de lo que la técnica permite narrar:
"Queremos -dijo- mostrarte cosas que no solo nunca viste, sino que ni
siquiera llegaste a imaginar".
Hace tres años, cuando se
encontró con que las nuevas Avatar se iban a devorar todo su tiempo, Cameron le
entregó el proyecto de Battle Angel a Robert Rodriguez, para que el director
mexicano, low-tech y low budget, de películas como El mariachi, Mini espías y
Planet Terror -que filma siempre rápido, por poca plata y con mucha libertad-
le diera vida a un nuevo paso en el camino evolutivo de su cine.
Basada en un manga del autor
japonés Yukito Kishiro, publicado por primera vez en 1990, Battle Angel
transcurre en el siglo XXVI, 300 años después del Apocalipsis que sumió a la
humanidad en una suerte de retrofuturo, es decir, una desprolija combinación
del estado de la biotecnología, la robótica y la inteligencia artificial
alcanzado hacia el XXIII, y las menos sofisticadas y mucho más primitivas
condiciones de supervivencia a las que debió retroceder después del desastre. A
ese mundo despierta la protagonista (la actriz canadiense de familia
cubano-norteamericana Rosa Salazar, cuya actuación se registra a través del
sistema de captura de movimiento), sin saber dónde está, sin memoria de nada,
cuando la encuentra un científico, el ciberdoctor Ido (Christoph Waltz) quien,
intuyendo que dentro de la estructura cibernética de la chica laten un alma y
un pasado absolutamente humanos y sensibles, se encarga de traerla de nuevo a
la vida. Hay por supuesto ecos de clásicos modernos como Blade Runner y de la
propia Terminator en tanto uno de los temas principales es, inevitablemente,
entre tanta "imitación de vida", la pregunta acerca de qué es lo que
nos hace humanos y nos distingue de una vida creada o sostenida
artificialmente.
Alita se inscribe también en una
tradición de heroínas bravas de las cuales dos de las más perdurables -Sarah
Connor en Terminator, y Ripley en Aliens: el regreso, de 1986- pertenecen al
cine de Cameron. En todos estos sentidos, Rodriguez se propuso, dejando a un
lado todo ego autoral, hacer una película de James Cameron, casi como la
hubiera hecho él mismo. Cameron siguió de cerca todo el proceso, hasta el
diseño del personaje protagónico, que llama la atención por un detalle que el
propio padre original de la criatura decidió pronunciar: sus enormes ojos de
animé. La combinación entre el diseño fotorrealista, que busca integrar a la
protagonista en un entorno material, y ese rasgo que claramente pertenece a una
convención del dibujo animado de lo más artificial, sumen al relato en lo que
se suele llamar the uncanny zone: un territorio sobrenatural en el que algo nos
perturba y nos descoloca, porque nos acerca demasiado a la realidad y, a la
vez, nos aleja de ella con violencia. ¿Es real Alita? Sí y no. Y por eso mismo,
Battle Angel puede leerse también como un paso más hacia el presente/futuro del
relato, en el que la lógica narrativa de las superproducciones de cine busca
cada vez más imitar a la de los videojuegos, que en los últimos años le han
quitado buena parte del lucrativo mercado de la cultura popular.
Dentro de mil años
En cada entrevista que da -no son
muchas- le preguntan más por cómo va a ser el cine en las próximas décadas que
por lo que él nos va a ofrecer para que veamos. Y más allá de algunas predicciones
concretas y relativamente modestas, como la posibilidad de un 3D de alta
definición que no requiera fr anteojos y entornos virtuales más inmersivos, se
muestra como un optimista conservador. "Si tengo que adivinar -dice-, creo
que el futuro del cine se va a parecer mucho al cine que conocemos hoy. Tal vez
sea una falla en mi imaginación, pero creo que solo existen unas pocas maneras
en las que se puede mejorar lo que conocemos hasta ahora en términos de la
experiencia colectiva en la sala de cine. En una época en la que tenemos tanto
contenido disponible de manera instantánea, y esta habilidad para hacer y ver
varias cosas a la vez, creo que la sala de cine se convierte en una especie de
templo sagrado en el que uno puede estacionar su mente, dejar de lidiar con
todos estos múltiples factores externos y simplemente absorber una línea
narrativa para dejarnos llevar a algún lado. No creo que eso vaya a cambiar,
tal vez estoy demasiado convencido por aquello que tanto me gusta, pero no
encuentro por ahora evidencia en contrario. No ha habido otro momento en la
humanidad en el que hayamos estado más distraídos, conectados y desconectados,
y el cine no se fue a ningún lado".
Y se atreve a más: "He
escuchado predicciones acerca de la muerte del cine desde por lo menos la época
en que yo entré en esta industria, hace casi 40 años. Pero la gente aún quiere
la experiencia colectiva, esa sensación de participar juntos de un film, así
que yo creo que va a seguir habiendo salas de cine dentro de mil años".
Por: Mariano Kairuz
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