viernes, 22 de febrero de 2019

TERMINATOR, AVATAR, BATTLE ANGEL: JAMES CAMERON, UN CINEASTA EN EL FUTURO


Con el estreno internacional de Battle Angel y nuevos Avatar y Terminator en camino, el director canadiense se reconfirma como el gurú de la evolución tecnológica en Hollywood. Al mismo tiempo, se muestra preocupado: "Habitamos un mundo en el que todos hemos entregado nuestra privacidad"Con el estreno internacional de Battle Angel y nuevos Avatar y Terminator en camino, el director canadiense se reconfirma como el gurú de la evolución tecnológica en Hollywood. Al mismo tiempo, se muestra preocupado: "Habitamos un mundo en el que todos hemos entregado nuestra privacidad" Fuente: AFP
Primero, nos hipnotizaron con el morphing. Recordemos: un efecto digital que convertía - meta-morfo-seaba- unas cosas en otras, con una fluidez que hoy no parecerá tal, pero que en su momento, a principios de los 90, nos hipnotizó en un único golpe a los sentidos. Esto pasaba en el clip de Black or White, de Michael Jackson, lo habíamos visto venir en el gusano alienígena de agua de El abismo, y nos abriría definitivamente la cabeza en 1991 en Terminator 2, donde T1000, el cíborg de mercurio líquido, podía tomar, literalmente, la forma que quisiera.
Antes del T2 había sido el primer Terminator, el humanoide que vino a buscarnos del futuro, para que el presente dejara el pasado atrás. Y el hombre delante de tanto porvenir -de los terminator y también de El abismo- era siempre el mismo: James Cameron. Y, desde que con estas películas destrozó todo parámetro de lo que podía hacerse técnicamente en el cine, ya nunca pudo volver atrás: cada película es más grande, más fuerte, más moderna -al menos, en su superficie gráfica- que la anterior. Después del apocalipsis de las computadoras que planteó con T2, solo podía filmar una a lo James Bond de proporciones nucleares - Mentiras verdaderas y esa imborrable escena en la que un hongo atómico sirve de fondo al beso entre los protagonistas-; luego, el destrozo y hundimiento de la embarcación más ambiciosa y presuntamente inhundible de la historia - Titanic -, y a continuación ya un universo entero, enteramente nuevo, de seres reales y vidas digitales interactuando, una suerte de western ecoalegórico en civilizaciones lejanas re-narrado a través de lo más avant garde de la realidad virtual - Avatar -, que al igual que su antecesora, solo podía estar destinada a convertirse en la película más taquillera de la historia del cine.
En Avatar, llevó al extremo los universos virtuales; la continuación tendrá captura de movimiento bajo el agua, algo inédito En Avatar, llevó al extremo los universos virtuales; la continuación tendrá captura de movimiento bajo el agua, algo inédito Fuente: AFP
Ahora, después de una década de anuncios y postergaciones, finalmente llegó a los cines Battle Angel: La última guerrera (originalmente, Alita: Battle Angel), que Cameron no dirige, pero que concibió, diseñó y coescribió a lo largo de muchos años y puso en manos de otro director para poder sumergirse por completo en la continuaciones de Avatar. Es otro escalón hacia el futuro: su protagonista es una suerte de cyborg que alberga el alma, la mente y la memoria de un verdadero ser humano, y el mundo postapocalíptico en el que transcurre es uno de conflictiva convivencia, de diversidad, pero en pie de guerra, de diferencias, de opresión, de resistencia. En otras palabras, algunos de los temas que siempre obsesionaron a Cameron.

Un armagedón orwelliano
Terminator cumple 35 años este 2019 y ya es lo que cualquier espectador joven hubiera considerado una película "vieja", pero si bien puede haber pasado un poco de moda en la superficie, su brutal vigencia narrativa y la larga influencia que ha tenido en la ciencia ficción parecen indicar una modernidad imbatible de espíritu. Finalmente, la operación que cruza buena parte del cine de Cameron es evidente: son películas cada vez más ubicadas a la vanguardia tecnológica, que hacen de la tecnología y de nuestras ideas de humanidad, progreso y futuro su centro. Debajo de la capa digital y del mercurio líquido, hay un cineasta clásico.
" Terminator, que fue la primera película que hice que puedo considerar enteramente mía -dijo en una entrevista reciente-, usa técnicas que hoy cayeron en desuso. Ya no se filma en fílmico, los efectos visuales son todos hechos por computadoras, ya no se emplean miniaturas, ni stop-motion, ni pinturas para simular fondos. Sin embargo, aunque la tecnología haya cambiado, los elementos básicos del trabajo siguen siendo los de siempre: aún se trata de contar una historia. De yuxtaponer imágenes, de crear una sensación con la combinación de imágenes y música. Solo cambian los detalles técnicos".
A los 64 años, Cameron ha retomado su saga más exitosa, Avatar, con entre dos y cuatro films a estrenarse en los próximos ocho años, y también recuperó el control de su creación más perdurable, con una trilogía planeada de Terminators que ignorará y descartará deliberadamente todo lo que ocurrió con la serie después de su propia Terminator 2: El juicio final. ¿De qué van a tratar estas nuevas T? ¿De guerras entre robots y personas? Sí, por encima de todo, de algo que va más allá, y a la vez de lo mismo de lo que trataba el film original de 1984: de La Humanidad y el abismo al que se dirige. "Creo que el mundo en el que vivimos hoy está cada vez mas definido por nuestra co-evolución junto a nuestra tecnología. Mientras que la tecnología y la innovación proponen una vasta promesa para nuestra supervivencia, también representan una enorme amenaza. La inteligencia artificial, las nuevas descomunales armas robóticas y la consiguiente carrera por ver quién llega ahí primero. Mientras tanto, habitamos un mundo totalmente cableado en el que todos hemos entregado nuestra privacidad, porque todos andamos por ahí con un smartphone, que es esencialmente un gato con una campanita -un sensor móvil que puede ser monitoreado a la distancia-. Nos encontramos, tal vez sin advertirlo, en la cúspide de un armagedón orwelliano de proporciones impensadas. Así que al pensar en las nuevas Terminators me dije: ey, hagamos una película sobre eso."

Mascaritas digitales
Hubo un tiempo, después de Titanic y antes de Avatar, en el que Cameron se dedicó a explorar las posibilidades de filmar en el agua, dentro del agua, y en el más oscuro fondo del océano; en digital, en alta definición, en 3D. Y fue él mismo quien descendió en pequeñas navecitas y minisubmarinos a explorar profundidades a las que el hombre no había llegado jamás y lo narró todo en una serie de documentales en IMAX. Hoy es también miembro del consejo de asesores de la NASA y como tal un promotor activo del viaje tripulado a Marte. Por un momento pareció que, al hombre que había agigantado su cine hasta lo imposible, ya no le quedaba nada por hacer en la pantalla sin aburrirse, y que por eso se abocó a estos experimentos que no tendrían la difusión masiva de sus películas más exitosas.´
Pero mientras exploraba el mundo real, siguió poniendo sus fichas en otros mundos que están en este: los universos virtuales. Especialmente, en la técnica de la captura de movimiento, que les permite a los actores convertidos en figuras digitales previsualizarse en el momento mismo en que actúan, en la piel de, por ejemplo, un guerrero azul de Avatar. Esta es la misma tecnología con la que se crearon el hiperrealista Gollum de El señor de los anillos o los nuevos monos parlantes y humanizados de El planeta de los simios, pero Cameron la lleva un poco más allá y sus nuevas inmersiones en Avatar contarán, por ejemplo, con la primera escena de captura de movimiento realizada bajo el agua de la historia del cine. ¿Se trata de un mero desafío técnico porque sí? Para Cameron, es algo más: es su potencial, su proyección; implica correr las fronteras de lo que la técnica permite narrar: "Queremos -dijo- mostrarte cosas que no solo nunca viste, sino que ni siquiera llegaste a imaginar".
Hace tres años, cuando se encontró con que las nuevas Avatar se iban a devorar todo su tiempo, Cameron le entregó el proyecto de Battle Angel a Robert Rodriguez, para que el director mexicano, low-tech y low budget, de películas como El mariachi, Mini espías y Planet Terror -que filma siempre rápido, por poca plata y con mucha libertad- le diera vida a un nuevo paso en el camino evolutivo de su cine.
Basada en un manga del autor japonés Yukito Kishiro, publicado por primera vez en 1990, Battle Angel transcurre en el siglo XXVI, 300 años después del Apocalipsis que sumió a la humanidad en una suerte de retrofuturo, es decir, una desprolija combinación del estado de la biotecnología, la robótica y la inteligencia artificial alcanzado hacia el XXIII, y las menos sofisticadas y mucho más primitivas condiciones de supervivencia a las que debió retroceder después del desastre. A ese mundo despierta la protagonista (la actriz canadiense de familia cubano-norteamericana Rosa Salazar, cuya actuación se registra a través del sistema de captura de movimiento), sin saber dónde está, sin memoria de nada, cuando la encuentra un científico, el ciberdoctor Ido (Christoph Waltz) quien, intuyendo que dentro de la estructura cibernética de la chica laten un alma y un pasado absolutamente humanos y sensibles, se encarga de traerla de nuevo a la vida. Hay por supuesto ecos de clásicos modernos como Blade Runner y de la propia Terminator en tanto uno de los temas principales es, inevitablemente, entre tanta "imitación de vida", la pregunta acerca de qué es lo que nos hace humanos y nos distingue de una vida creada o sostenida artificialmente.
Alita se inscribe también en una tradición de heroínas bravas de las cuales dos de las más perdurables -Sarah Connor en Terminator, y Ripley en Aliens: el regreso, de 1986- pertenecen al cine de Cameron. En todos estos sentidos, Rodriguez se propuso, dejando a un lado todo ego autoral, hacer una película de James Cameron, casi como la hubiera hecho él mismo. Cameron siguió de cerca todo el proceso, hasta el diseño del personaje protagónico, que llama la atención por un detalle que el propio padre original de la criatura decidió pronunciar: sus enormes ojos de animé. La combinación entre el diseño fotorrealista, que busca integrar a la protagonista en un entorno material, y ese rasgo que claramente pertenece a una convención del dibujo animado de lo más artificial, sumen al relato en lo que se suele llamar the uncanny zone: un territorio sobrenatural en el que algo nos perturba y nos descoloca, porque nos acerca demasiado a la realidad y, a la vez, nos aleja de ella con violencia. ¿Es real Alita? Sí y no. Y por eso mismo, Battle Angel puede leerse también como un paso más hacia el presente/futuro del relato, en el que la lógica narrativa de las superproducciones de cine busca cada vez más imitar a la de los videojuegos, que en los últimos años le han quitado buena parte del lucrativo mercado de la cultura popular.

Dentro de mil años
En cada entrevista que da -no son muchas- le preguntan más por cómo va a ser el cine en las próximas décadas que por lo que él nos va a ofrecer para que veamos. Y más allá de algunas predicciones concretas y relativamente modestas, como la posibilidad de un 3D de alta definición que no requiera fr anteojos y entornos virtuales más inmersivos, se muestra como un optimista conservador. "Si tengo que adivinar -dice-, creo que el futuro del cine se va a parecer mucho al cine que conocemos hoy. Tal vez sea una falla en mi imaginación, pero creo que solo existen unas pocas maneras en las que se puede mejorar lo que conocemos hasta ahora en términos de la experiencia colectiva en la sala de cine. En una época en la que tenemos tanto contenido disponible de manera instantánea, y esta habilidad para hacer y ver varias cosas a la vez, creo que la sala de cine se convierte en una especie de templo sagrado en el que uno puede estacionar su mente, dejar de lidiar con todos estos múltiples factores externos y simplemente absorber una línea narrativa para dejarnos llevar a algún lado. No creo que eso vaya a cambiar, tal vez estoy demasiado convencido por aquello que tanto me gusta, pero no encuentro por ahora evidencia en contrario. No ha habido otro momento en la humanidad en el que hayamos estado más distraídos, conectados y desconectados, y el cine no se fue a ningún lado".
Y se atreve a más: "He escuchado predicciones acerca de la muerte del cine desde por lo menos la época en que yo entré en esta industria, hace casi 40 años. Pero la gente aún quiere la experiencia colectiva, esa sensación de participar juntos de un film, así que yo creo que va a seguir habiendo salas de cine dentro de mil años".
Por: Mariano Kairuz

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